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Sábado, 7 de febrero de 2015

TELEVISION › I.SAT EMITIRá LAS DOS TEMPORADAS Y EL ESPECIAL NAVIDEñO DE BLACK MIRROR

Los efectos secundarios de la tecnología

La serie creada por Charlie Brooker tiene tres episodios unitarios por año, sin otra relación que la referencia al espejo negro de pantallas que rodean al ser humano de hoy. Conspiranoia, humor negro y acidez pesimista tiñen toda la serie.

 Por Horacio Bernades

The Pixel Horror Show. La Dimensión Desconocida de los tiempos líquidos. Conspiranoia 5G. Todos estos slogans se han utilizado para referir a la serie británica Black Mirror, y lo raro es que son todos ciertos. Creada por el ex periodista Charlie Brooker –que supo tener una columna semanal en el diario The Guardian–, Black Mirror se viralizó desde el momento en que Channel Four puso al aire el primer episodio de la primera temporada (4 de diciembre de 2011). Hasta el punto que Robert Downey Jr. ya anunció que compró los derechos para convertir en largo uno de los episodios de esa temporada. Y en el episodio más reciente aparece, por primera vez en la serie, una estrella del otro lado del Atlántico, llamada a reforzar la campaña de penetración del mercado yanqui. Se trata de John Hamm, el Don Draper de Mad Men, que coprotagoniza el especial de Navidad, emitido en Gran Bretaña dos meses atrás. Esa es la novedad del ciclo que el canal de cable I.Sat dedica a Black Mirror, ganadora del Emmy 2012 a Mejor Miniserie. El ciclo de I.Sat se completa con la reemisión de las dos primeras temporadas (ver detalle al pie).

“Si la tecnología es una droga –y yo creo que lo es–, entonces, ¿cuáles son sus efectos secundarios? Es en esa zona entre el placer y el displacer donde la serie se sitúa”, dijo Charlie Brooker a... The Guardian, claro. Paradójicamente, este tecnofóbico empezó escribiendo para la revista de computación PCZone. Pero lo hizo con una tira cómica y una columna en la que ofrecía 50 libras y muchos insultos para la mejor carta de lectores. El humor negro y la provocación no lo abandonarían de allí en más, tanto en sus columnas para el diario inglés, que mantuvo hasta hace poco, como en páginas de Internet y guiones para programas de televisión, emitidos por Channel 4 y la BBC a lo largo de la década pasada. Todos ellos de tono satírico y unos cuantos dedicados a criticar a la propia televisión. Hacia fines de la década, Dead Set, miniserie de zombis, anunció el viraje de Brooker a la ficción. Más específicamente al fantástico, que es donde un par de años más tarde se instalaría Black Mirror.

Episodios unitarios, sin otra relación que la referencia a ese espejo negro de pantallas que rodean al ser humano de hoy. Temporadas de sólo tres episodios, a razón de uno por semana: el formato de Black Mirror no existe en la televisión estadounidense, pero en Gran Bretaña es muy común. De hecho, es el mismo de In the Flesh, otra (notable) serie de zombis, que I.Sat pondrá al aire a partir de la semana próxima. De ese tema habrá que hablar en su momento. Volviendo a Black Mirror, la serie salió, como algunos futbolistas ingleses, con los tapones de punta. En el primer episodio, The National Anthem (“El himno nacional”, que abre hoy a las 22 el ciclo de I.Sat), un grupo terrorista secuestra a una heredera de la familia real británica, exigiendo vía YouTube un rescate inhabitual. Nada de dinero, pura exacción moral: para liberarla, el primer ministro deberá... fornicar con una chancha. En vivo y por cadena nacional. Y le traen la chancha, nomás.

Humor negro, provocación, un mundo un pelito más tecnologizado y mediatizado que el actual: Black Mirror mostraba sus cartas. Lo seguiría haciendo con 15 Million Merits (“15 millones de méritos”) y The Entire History of you (“Tu historia entera”), episodios que completan la primera temporada. 15 Million Merits transcurre en un futuro próximo, en el que la televisión reina. La vida de los ciudadanos se reduce a generar energía con tracción a sangre, pedaleando todo el día en bicicletas fijas. Mientras lo hacen, miran televisión, y cuando vuelven a sus casas (que más parecen celdas), siguen mirando la tele. La única forma de romper el círculo es... entrar en la tele. ¿Cómo? Compitiendo y ganando en un reality, cuyas pruebas son ligeramente más salvajes que las de los actuales. Y cuyos Polinos y Pachanos son Rupert Everett y Judy Davis. Una prueba puede ser actuar en un film porno, por ejemplo. Si no, a seguir bicicleteando.

En The Entire History of you (el episodio cuyos derechos compró Robert Downey), la gente se practica una incisión en el cráneo para colocarse un chip que les permite grabar sus propias experiencias, proyectándolas luego para su círculo de amigos. Grabar, rebobinar, editar, borrar: terreno peligroso, sobre todo para los más obsesivos. Todo parecido con la paranoia borradora de Philip K. Dick y películas como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos: no es casual. La diferencia con esta última es la muy británica acidez pesimista, que tiñe toda la serie.

Emitida en febrero de 2013, la segunda temporada se compone de Be Right Back (“Vuelve ya”), White Bear (“Oso blanco”) y The Waldo Moment. Algo así como una versión dark de Ghost (o fúnebre de Ella, de Spike Jonze), la protagonista del primero –el episodio más doloroso de toda la serie– accede a comunicarse vía chat con un avatar de su marido muerto, dando lugar a una mórbida love story del más allá virtual. En White Bear se concentra y condensa una de las ideas básicas de la serie: la del mundo como conspiración. Es también el más Dimensión desconocida de todos, con su protagonista que despierta amnésica, con las muñecas vendadas y pastillas en el piso, pidiendo a gritos que alguien le recuerde quién es. The Waldo Moment emblematiza otro de los núcleos temáticos de Black Mirror y tal vez no el más original: la tirria antimediática. En ese episodio, un tipo que en la tele da voz a un oso animado se vuelve tan popular que unos poderosos le ofrecen ser la nueva figurita del populismo antipolítico.

Finalmente, el estreno: White Christmas, emitida el 16 de diciembre pasado por la tevé británica y conocida también como Yuletide. El comienzo es preocupantemente teatral. Pero es notable el modo en que, montado sobre tramas que se gatillan, el espacio se vuelve más y más cinematográfico. Más y más fantástico. La acción, en una cabaña, aislada en medio de la nieve. Dos hombres que no se sabe qué hacen allí. En el momento en que uno de ellos (Hamm) empieza a contar su historia, el episodio, de duración cercana a la de un largometraje, se dispara y disparata. El otro (el británico Rafe Spall, hijo del voluminoso Timothy Spall) va pasando del recelo a la confesión, mientras lo que parecen ser sucesivas subtramas resultan ser ese favorito de la conspiranoia: cajas chinas. No debe anticiparse mucho más, más allá de que vuelven los chips cerebrales, la vigilancia virtual, los escenarios futuristas, la tan británica crueldad mental, un no del todo convincente melodrama familiar, la posibilidad de bloquear a la gente como quien bloquea emisores de mails, y un final que tal vez sea el más negro y pesimista de toda la serie. Los fans de las genealogías deberán tener en cuenta que el papel femenino está a cargo de Oona Chaplin, hija de Geraldine y nieta de Charles.

* Black Mirror, temporadas 1 y 2 y Especial de Navidad, por I.Sat, sábados de febrero a las 22 a partir de la 1. Hoy: Temporada 1, episodios 1 y 2. Sábado 14: Temporada 1, Episodio 3 y Temporada 2, Episodio 1. Sábado 21: Temporada 2, episodios 2 y 3. Sábado 28: Especial de Navidad 2014.

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John Hamm, el Don Draper de Mad Men, es uno de los protagonistas del especial navideño de Black Mirror.
 
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