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Domingo, 2 de agosto de 2015

TELEVISION › DIEGO CAPUSOTTO Y LA DECIMA TEMPORADA

“Dinamitamos las obsesiones con la burla”

Mañana, la dupla de Capusotto y Pedro Saborido volverá a la TV Pública: “Tratamos de que se transforme en algo parecido a sacar un nuevo disco y no a armar un grandes éxitos”, dice.

El hall de entrada de Canal 7 se ha transformado en la oficina privada de Peter Capusotto y sus videos. Dos grandes paneles de durlock con gigantografías de Pomelo, Micky Vainilla, Bombita Rodríguez y Violencia Rivas funcionan como las paredes de un ambiente abierto, bordeado por luces de estudio. Dos productores caminan apurados buscando a uno de los tantos periodistas que se supone ya tendrían que estar ahí. Una mujer los persigue. Parece muy preocupada en hacerles saber que será la encargada de que “la nota y las fotos salgan bien”. Alejado de ellos, Diego Capusotto corta y reparte porciones de la torta que le acaban de entregar los conductores de Cocineros Argentinos, como regalo por los diez años que lleva su programa en el aire de la TV Pública.

El estreno de la décima temporada de Peter Capusotto y sus videos –mañana a las 23.10 por Canal 7– es el motivo para que una sucesión de periodistas y fotógrafos mantengan atareado a Diego Capusotto durante varias horas. Todos tratarán de averiguar si ha podido dar otra vez con esa mezcla mágica en la que la burla y el humor crítico permiten desenmascarar las ilusiones y los estereotipos de una realidad absurda. “Prefiero que sea así, concentrar todo esto en un solo día. La verdad es que sería más feliz si estas cosas no existieran”, dice Capusotto. Sin embargo, al momento de comenzar la entrevista, el hombre que les pone el cuerpo a preguntas incómodas y personajes entrañables se entrega con dedicación a reflexionar sobre su profesión y los caminos por los que ha transitado, en ese constante ejercicio que tanto le interesa: “andar siempre descifrando la vida”.

–¿En qué consiste esta nueva temporada de Peter Capusotto y sus videos?

–Para este año hay varios personajes que aparecen por primera vez. Aunque no sé si llamarlos nuevos. Son personajes que van transmigrando de uno a otro. En eso se va a basar el primer programa. A nosotros, tanto a Pedro (Saborido) como a mí, lo que más nos estimula es arrancar un primer programa con personajes que aparecen por primera vez en nosotros también. Eso nos crea una expectativa, como si todo empezara de cero, cosa que no es así. Tratamos de que lo que hacemos hace diez años se transforme en algo parecido a sacar un nuevo disco y no a armar un grandes éxitos. El espíritu de lo que contamos siempre se mueve por territorios generalmente conocidos, y van apareciendo algunas obsesiones nuevas que queremos dinamitar a partir de la burla. 

–¿De qué se tratan estas obsesiones que han aparecido?

–Para mí siempre se trata de qué es lo que hace el ser humano frente a la inmensidad, para que esa inmensidad pueda ser un poco más chica. Algunos la aceptan, capaz son los más sabios, pero no sé si ésos son los personajes que están en el programa, que más bien pareciera que están mal hechos. Ellos se manejan en el campo de lo inverosímil, donde nosotros no nos moveríamos, porque somos demasiado condescendientes con la realidad. Estamos hundidos en esa permanente negociación. Y los personajes salen de ahí. No son tan esclavos de las miradas. Van y hacen. Se mueven como pueden en el terreno de las circunstancias, que seguro es más atractivo del que nos movemos nosotros. 

–En una entrevista que dio a la revista THC, dijo que usted se sentía más bien un cómico que un humorista. ¿Cuál considera que es la diferencia?

–Lo pensaba más bien en términos de que hay algo de lo físico, del cuerpo, de lo gestual, en donde yo me siento más partícipe. El humorista creo que es el que también puede estar en lo gráfico, en lo literario, que recrea un mundo sin necesidad de lo gestual. Simplemente con las palabras puede conformar una situación graciosa o desmitificadora del relato de la realidad. El cómico es un humorista que pone el cuerpo. Si bien yo aporto ideas en el programa, me siento más afín a ese mundo en que el humor es trasladado al espacio, porque soy actor, y estoy estrictamente vinculado no solo con la razón de por qué el humor funciona como funciona, sino también con trasponer ese territorio en el que se mueven los personajes.

–¿Cree que hay temas sobre los que no es posible hacer humor?

–Nosotros no tenemos un límite moral con respecto a qué contar y qué no. Creo que no hay nada que no pueda ser tocado. La cuestión pasa por los registros que utilizás para tocar un tema. Quizás el límite lo encontrás en eso que no te causa gracia, lo que no te termina de cerrar, eso que no está contado e imposibilita la risa. Primero te reís vos y te gusta que eso salpique, que se parezca un poco a una fiesta. Pero siempre estamos contando desde la angustia, nunca desde algo que va a terminar bien. En definitiva, la ficción suaviza ese final en el que las cosas terminan mal, ese escenario que puede ser otra cosa del que conocemos, en el que no sabemos qué es lo que viene. En la vida cotidiana tampoco sabés qué es lo que te puede pasar dentro de diez minutos. Pero en definitiva podés llegar a verla venir. A nosotros, con Pedro, algo que no nos termina de cerrar o que no nos causa gracia es lo que prima para no hacerlo ni continuar esa historia. No hay una lista de supermercado sobre lo que se dice y lo que no. 

–Hace poco fue testigo de un robo a una farmacia y el video tomado por las cámaras de seguridad comenzó a circular por los medios cuando lo reconocieron. ¿Cómo vivió esa situación?

–Fue una situación en la que irrumpieron personas que están con un inconveniente que uno no tiene. Siempre es un riesgo que alguien entre con un arma. Lo que pasa, lo naturalizado de la situación, es que esto es una ciudad y hay violencia. Acá y en cualquier otra. Y yo no quise ser rehén de la opinión pública, que no tiene interés de problematizar una situación de violencia sino en que uno replique todo el tiempo y que le informes a la gente que vos también formás parte del mundo de la inseguridad. Lo que hice fue un poco lo que hacemos en el programa, que es desmitificar el relato oficial de eso que sucede. Entonces yo preferí decir que los delincuentes no estaban drogados sino que el que estaba drogado era yo. ¿Quién se hace cargo de que yo estoy drogado? ¿O sólo se preocupan de que los delincuentes estén drogados? Eso es lo que el periodismo no puede replantearse ni le interesa, porque se supone que vos no sos un mal social. Y el verdadero mal social nunca es tocado, que son los grupos concentrados de poder, los verdaderos asesinos. Es la idea del mal menor. Son esos “desmadrados” de la sociedad los que sabemos que podemos derrotar, y que a pesar de estar en una situación violenta y tener un arma, son los más desprotegidos. Pero el poder no se toca, a lo sumo te indigna y después seguís comprando en el supermercado. 

–¿Cuáles fueron las situaciones de mayor riesgo en su vida?

–Siempre siento un riesgo al hacer lo que me gusta, al sentir que quizás me termine por no gustar o que no lo sepa hacer. Independientemente de otros riesgos que tuve en mi vida cotidiana, en los que la vida es un golpe y nada más. No hay más nada. Pero creo que no son situaciones tan riesgosas como las que se vivían cuando uno era chico, que jugaba a todo lo posible. Algo que hoy ya no hacemos. Estamos más contenidos por la desazón, por lo que ya es conocido, por la no sorpresa, por ya saber lo que viene. Cuando uno es chico se construye su propia territorialidad y capaz que ir a tres cuadras ya se convierte en una aventura dentro de un territorio desconocido. Todo eso es lo que permite otro estado de la vida. Ahí también uno asumía riesgos, pero no era tan miedoso. Hoy muchas cosas que pueden parecer riesgosas lo son solo porque tenés miedo de hacer. Entonces todo te parece desmedido. Cuando uno es niño vive en la aventura, y eso se va aplacando. Luego, a lo sumo tenés una especie de recreo, como lo que nosotros hacemos con el programa, que nos acerca un poco al juego de un niño. 

–Usted ha dicho que la obra de escritores malditos como Nietszche, Artaud y Henry Miller está entre las cosas que más lo conmovieron en la vida. ¿Hay un nexo entre esas lecturas y los personajes que crea e interpreta?

–Siempre tiene que haber una relación, porque eso que has leído está en vos. Esos tipos te dejan la huella y se van, te advierten de que hay un mundo en el que estamos incómodos, como una piedra en el zapato. Ellos me parece que entraron en el mundo del peligro de los sentidos. Son los primeros que descubrieron la estafa, lo esclavos que somos de las palabras, de lo que hacemos. Se erigieron como personas que podían desplazarse de un escenario y armarse el suyo propio. Entonces a lo mejor es en esa intención que hay algo que retomamos con el programa. Capaz que a Nietzsche le hubiese gustado el programa que hacemos (risas). A Artaud le gustaban mucho los hermanos Marx. A mí me encantaría que a Artaud le gustase lo que hacemos. Eso sería ir por el buen camino. Porque él veía algo que probablemente los hermanos Marx no vieron, que tiene que ver con la desintegración de la realidad, transformada a través de un lenguaje superador, más complejo, y con un recorrido poético que la propia realidad no tiene. Por eso esta constante negociación con la realidad, con ese terreno por donde nos tenemos que mover en contraste con un terreno en el que reine la incertidumbre, un terreno más caótico, que es lo que podía ver Artaud en los hermanos Marx. Para él no solo significaba presenciar una película de humor, sino que veía cómo se hablaba de que lo humano puede desplazarse a un territorio mucho más intenso, con una presencia más fuerte de los sentidos y como una afrenta a ese pensamiento único, oficial, que es en última instancia esa gran estafa en la que estamos metidos.

–La lógica televisiva

exige productos efectivos, que logren medir buenos puntajes en el rating. ¿Cómo hace para lidiar con esa cuestión?

–Nosotros hemos elegido hacer un programa donde no interfiera la idea de lo efectivo, de que todo funcione como un motor que tiene que hacer andar el asunto. Nos permitimos no ser tan rehenes de ese éxito televisivo. Estamos en el lugar que tenemos que estar, donde no aparece esa mirada externa que por ahí nos va a decir por dónde tenemos que transitar, teniendo en cuenta que hay que formalizar con el medio. Por eso hacemos la cantidad de programas que hacemos, y hay tanto tiempo entre un ciclo y otro. Eso nos permite seguir indagando y que cuando decidamos hacer un programa no sea porque la lógica de la televisión indica que todos los años arranca la temporada con nosotros, porque la estructura se conformó así. No tenemos la necesidad de una aprobación que no sea la estética o espiritual de la gente que lo ve y le gusta, Uno está para mirar un programa y conmoverse, no está para fijarse si midió más que Tinelli. Ya sabés que no va a medir más que Tinelli. Es otra búsqueda la que tenemos, se hace para otra cosa. Y hay un canal que acepta esas reglas de juego, que tienen más que ver con lo que se está haciendo, como concepto, que con la posibilidad de una competencia.

–¿Qué opina sobre el humor político que se ve en el programa de Tinelli o en Periodismo para todos?

–En Periodismo para todos hay una mina que hace de la presidenta, pero a su vez hay una bajada de línea política, y eso es algo que no está ligado al humor. El humor no tiene una lectura partidaria, arrasa con todo lo que venga. Es como cuando hacemos la ironía del fascista o del vecino indignado argentino que no llega a fascista, porque no sabe lo que es el fascismo, un fascista de peluquería, y también al progre al que le gustan las kermeses nacionales y populares, y no sale de ahí, pero después se comporta como otra cosa en su vida cotidiana. El humor no es partidario, no puede formar parte de una estructura política.

–Siempre manifestó públicamente su apoyo al espacio político conformado por el kirchenrismo. ¿Se permitiría entonces poner una mirada humorística sobre aquellos que conforman ese espacio?

–Sí, de hecho en este primer programa va a salir algo que está ligado a la discusión en torno del kirchnerismo, en donde también va a aparecer Kiss... Nos permitimos reírnos de todo. Podemos ser peronistas, pero no somos ortodoxos. Un peronista ortodoxo se va a volver loco si ve que Perón es el creador del rock nacional y va a pensar que es una falta de respeto al “gran padre”. Nosotros nos cagamos en eso. Nos chupa un huevo. En esa posibilidad de que Perón haya sido todo en Argentina, que es un país chico, con su complejo de inferioridad. Solo nos agrandamos con los uruguayos, con los chilenos, que son finitos. Pero geopolíticamente tampoco somos gran cosa, entonces tenemos como una especie de complejo de inferioridad. No sotros nos reímos de eso y decimos “bueno, ¿qué tenemos? ¿A Borges y a Perón? Nada más”. Aunque Perón te parezca un fascista militar, si no hubiese existido el peronismo no pasa nada en este país. Lo digo un poco por provocación y otro poco casi por convencimiento. El peronismo lo único que puede ser es un partido centralista manejado por un general que con respecto a algunos otros sectores es casi anárquico, casi de izquierda. Y nosotros nos divertimos con eso. Entonces vamos a seguir parodiándolo.

Entrevista: Diego Fernández Romeral. 

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Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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