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Jueves, 19 de julio de 2007

TELEVISION › PAIS, “MAÑANAS INFORMALES”, LA RADIO Y “LOS INROCKUPTIBLES”

“El humor es una salida para comprender los problemas”

Lejos del personaje prefabricado, Ernestina habla de su “vocación de comunicar”, las ventajas de conocer la cocina de los medios, la resistencia a la especulación con las opiniones y el modo en que asimiló la desaparición de su padre.

 Por Emanuel Respighi

A priori, sin una fina observación, la que saluda cordialmente pareciera ser una vecina cualquiera de uno de los tantos barrios del conurbano cruzados por las vías y el sonido del tren. Pateando a un lado a uno de sus perros, en chancletas y con el cansancio a cuestas de haber finalizado un largo día de trabajo, Ernestina Pais se despide del cronista y la fotógrafa dando claras muestras de su natural perfil antidiva. “Hablé mucho pero les hice la entrevista más fácil”, grita con su grave voz desde la puerta de su casa en La Lucila, como corolario de una escena que la pinta de pies a cabeza. “Yo siempre fui tildada de una especie de hombre–mujer”, había reflexionado durante la entrevista con Página/12. “Soy tan femenina como cualquier otra mujer, sólo que no tengo los clichés de la femineidad”, completa. “No soy un camionero: me pongo tacos, me maquillo y me produzco, pero no entro en el estereotipo femenino de los medios.”

Si hay algo que distingue a la menor de las Pais (es hermana de Federica, aunque hace tiempo que traspasó ese rótulo) es que logró hacerse un lugar en los medios a fuerza de su espontaneidad para la conversación y su claridad conceptual. Consolidada en su perfil de periodista-conductora, a lo largo de los más de diez años de trabajo en los medios pudo pulir su lenguaje sin perder acidez y humor negro. Al punto que en la actualidad coconduce junto a Jorge Guinzburg Mañanas informales (lunes a viernes a las 9.30, por Canal 13) y los sábados a las 11 gasta el micrófono en Salgan al sol, por la Rock & Pop (95.9). O sea: se convirtió en una periodista multimedia sin traicionar su espíritu rebelde para lo que se acostumbra en el medio.

“En general, las mujeres o los hombres que salen del estereotipo dan mucho miedo en los medios, porque abren una puerta que no todo el mundo quiere que se abra. A mí se me hace natural y me parece interesante defender esa identidad distintiva”, reflexiona la periodista de profesión, fotógrafa de vocación. Cansada más de la cuenta por haberse hecho cargo por unas semanas de Mañanas informales ante la ausencia de Guinzburg, la madre de Benicio pone las cartas sobre la mesa. “No tengo la ambición de ser estresha. No busco el programa propio ni la coronita. No me interesa el divismo. Y por eso le pido a Jorge que vuelva al ciclo cuanto antes”, dispara.

Buscando siempre en qué lugar canalizar su perceptible energía, Ernestina es mucho más que la conductora de radio y TV: también es dueña del restaurante Million y fundó la revista Los inrockuptibles, a la vez que en su (escaso) tiempo libre le dedica un tiempo a la fotografía. Un hobby que heredó de su padre, desaparecido en la última dictadura militar cuando ella tenía cuatro años. “Si me preguntan qué soy, digo ‘fotógrafa’, porque, en realidad, es el origen de todo. Mi vocación es comunicar, no importa cuál sea el medio”, dirá, con esa determinación que la caracteriza, tanto como su honestidad a la hora de opinar sobre algún tema. “Debería cuidarme porque es un medio muy jodido. Pero antes que el contexto está mi personalidad. No puedo con mi genio”, se justifica, en una entrevista de la que sólo se reproduce menos de un cuarto de la desgrabación por razones de espacio. “¿Hablo mucho, no?”, preguntará de entrada.

–Parece no haber distancia entre Ernestina Pais y la periodista-conductora de los medios.

–En realidad, para trabajar en TV algo construís. Si todos conocen tus puntos débiles, sería muy fácil que me lastimen, sobre todo en un medio en el que ese tipo de información se utiliza de la peor manera. Hay algo de realidad en las anécdotas que cuento en la TV o en la radio, pero están pasadas por el tamiz del personaje, que siempre es un poco más exagerado que la realidad. En los medios soy yo con la actuación necesaria para que no me lastimen.

–O sea que hasta ahora resistiría a un archivo.

–Si me sometiera a un archivo, podría defender lo que dije y digo. Incluso con cuestiones polémicas. Si bien yo trato de no enemistarme con nadie, porque creo en la libertad que tiene cada uno para pensar lo que quiere, cuando discuto con Jorge (Guinzburg) o con Osvaldo (Bazán) lo hago desde una opinión real. Cuando opino no especulo. No cuido lo que digo analizando si me conviene o no. No tengo miedo a que me identifiquen con tal o cual postura.

–¿Por ejemplo?

–Hay cuestiones con las que no se especula y con las que quiero que me identifiquen, en todo caso. El derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, la Iglesia, las drogas o las relaciones sexuales... Prefiero poner mi granito de arena en determinadas cuestiones para ser menos careta y que menos personas sufran por eso. Trato de no ser demagoga, aun cuando sé que es más fácil tomar alguna postura que otra. Traté de adaptarme al medio en el que trabajo, pero no tanto como para ser otra persona.

–Se ve que la energía no se le va ni al apagarse las cámaras ni cuando dice estar cansada...

–Las mujeres tenemos un pensamiento paralelo, diversificado, que a los hombres les resulta imposible. Mientras una mujer se arregla para salir a la vez que ordena su casa, a un hombre se le hace imposible. Es inherente a nuestra condición. A la vez que el hombre tiene otras condiciones: yo no puedo entender cómo mi marido en vez de quedarse tirado en la cama conmigo, comiendo un helado y viendo una película, prefiere ir a correr detrás de una pelota una hora y media. ¡Eso es tener energía!

–Pero usted se diversificó en sus oficios: además del programa de TV, hace radio, es dueña de Million y edita Los inrockuptibles. Hay que tener mucha energía acumulada para realizar todas esas tareas a la vez...

–Los trabajos, en realidad, se fueron sumando, porque a mí siempre me parece que algo se va a caer. Empecé la revista porque pensé que nunca iba a tener trabajo de otra cosa, además canalizaba mi vocación y mi alma de jefa... (risas).

–¿Sí?

–Sí. Me di cuenta, al segundo trabajo que hice por encargo, que ya no me copaba ni un poco. Y enseguida me encontré con la gente indicada para eso: así nació Los Inro-ckuptibles. Después, cuando apareció la tele empecé la radio porque pensé que alguna de las cosas se iba a caer y, no sé si lamentablemente o no, nunca me faltó ni uno ni otro. Y Million aparece por la obvia necesidad de saber que la tele y la radio son trabajos inestables y que algún día me voy a quedar sin nada. Así fue como se acumuló todo. Tengo el síndrome del inundado.

–No deja de ser paradójico que siendo una mujer muy enérgica y positiva para comunicar, tiene una visión más bien pesimista en su vida personal. ¿Esa idea fatalista es consecuencia de la desaparición de su padre?

–Después de una tragedia personal muy grande, uno se queda con la sensación de que en cualquier momento se puede perder todo. Creo que soy una persona positiva porque, en definitiva, una de las cosas más feas que te pueden pasar, a mí ya me pasó: yo perdí a mi viejo. Y a los 22 años, a mi mejor amigo. Por eso tengo esa doble cara. Por un lado, tengo esa cosa de ir para adelante y saber que de todo se sale. Pero, por otro, tengo la sensación de que de un día para otro podés perder todo. No soy pesimista: soy una persona precavida. Quiero estar armada ante lo que puede pasar. Cuando junté unos mangos, lo primero que hice fue invertir en una revista y después en mi casa.

–Pero cuando secuestraron a su padre, usted tenía cuatro años. Era muy chica para tomar la postura de que todo se puede desmoronar en cualquier momento. ¿Cuando asimiló esa idea?

–Tuve varias etapas de comprensión de la desaparición de mi papá. En primer lugar, de chica, tuve la “vergüenza” de la convivencia con mi historia personal en la dictadura, cuando era señalada por todos, y el lógico descolocamiento que provoca que tu viejo desaparezca de un día para otro. Después pasé a la etapa de identificación total con la historia que me había pasado, una identificación por la positiva durante la adolescencia, en la que militaba con el orgullo de saber que la democracia volvía gracias a gente como mi papá. Después pasé por el enojo con el sistema y el cuestionamiento como hija, de no entender por qué y para qué había formado una familia. Y por último vino un equilibrio de toda esa mezcolanza, donde el rol de hija te lo guardás para tus resignaciones personales y tratás de entender un momento sociopolítico que, en última instancia, sólo conozco de oído.

–¿Es decir que la relación con la desaparición de su papá fue variando con el tiempo?

–Debe ser que tuve una historia “sana”, en relación con otras tremendas historias de familias que sufrieron la dictadura. En mi historia no hay mentiras ni traiciones. Cuando formé mi propia familia me di cuenta de lo que no había tenido y de lo importante que había sido mi mamá para que yo no sintiera el agujero que es imposible llenar. Tuve una vida feliz dentro del contexto de las consecuencias que dejó la dictadura. Hoy no tengo el odio que tienen muchos hijos, que me parece que no conduce a nada. Más que odiar lo que hay que hacer es reivindicar la historia que nos tocó vivir y que fue muy importante para que hoy la democracia dure lo que está durando. Si hoy tenemos treinta años de democracia es porque muchos quedaron en el camino para demostrar hasta dónde podían llegar los militares en este país. Y ese “Nunca Más” existe gracias a ellos. Nada fue en vano.

–¿Y el humor, en su caso, sirvió como un mecanismo de defensa ante tanto dolor?

–El humor es una salida que tiene como característica la comprensión del problema. Cuando uno hace un chiste sobre algo trágico que le pasó, lo que hace es comprender el problema. En el humor se definen los problemas. El humor es la última instancia de comprensión. Al sintetizar el problema en un chiste, extrajiste lo más importante. Los problemas se comprenden a través de una conclusión, un slogan o un chiste. El chiste define. No me parece que el humor sea superficial, sino que habla de la comprensión general de un problema.

–Tanto en la radio como en la TV, trabaja la realidad desde el humor. ¿Cómo lo trabaja? ¿Le surge naturalmente o hay un trabajo detrás?

–Yo aprendí mucho de Jorge. Para improvisar hay que estar muy preparado. Tener cierta cultura general y estar informado para saber de lo que uno está hablando son los puntos básicos para trabajar la realidad desde el humor. Trato de no repetirme y despertarme de las frases hechas. La TV está minada por las frases hechas. Cuando uno sale de ese discurso, provoca la reacción del televidente.

–Pero al momento de leer las noticias, ¿le surge el humor naturalmente o hay un trabajo detrás de cada salida graciosa?

–A las noticias las pongo en cajitas. Al leerlas, ya sé cuál sirve en Mañanas... para el debate, cuál para el interrogante, cuál para una nota y cuál no sirve para nada. Y después las discutimos en la producción. Esta manera de trabajar me la enseñó Jorge, que es lo que es en los medios porque es un tipo que se ocupa de lo más chiquito a lo más grande del programa. Cuando empecé a trabajar con él como movilera de La biblia y el calefón me obligaba a ir a las reuniones de producción. ¡Me comía tres horas semanales de reunión para salir al aire tres minutos! Y además tenía que estar al momento de editar mi material. Esa manera de trabajar me enseñó cosas de todos los lugares en los que podía estar. Yo no llego al programa un ratito antes y pregunto che, ¿qué temas hay?. Participo desde la sugerencia de temas hasta el boludeo de pensar pogos diversificados, con temas de Los Cinco Latinos. Soy una todoterreno. Y me encanta.

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“Los trabajos se fueron sumando, porque a mí siempre me parece que algo se va a caer. Tengo el síndrome del inundado.”
 
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