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Domingo, 23 de octubre de 2005

TELEVISION › UNA RUEDA DE CHARLAS POR LOS DIEZ AÑOS DE TEA IMAGEN

Sitcom, el grado cero de la ficción

En la charla, el director Claudio Ferrari y el actor Darío Lopilato reflexionaron sobre el auge local del formato: “Hay que rastrear el origen no en EE.UU. sino en Shakespeare”.

Una charla sobre sitcoms, convocada a modo de celebración por los diez años de la escuela TEA Imagen, se convirtió imprevistamente en un tratado sobre la comedia de situación, que terminó ligando La niñera o Casados con hijos, de Telefe, con las comedias de Shakespeare o Plauto. Así lo aseguró Claudio Ferrari, director de sitcoms en Telefe, invitado junto al actor Darío Lopilato para hablar sobre el género en el marco de diez charlas que abordarán –durante octubre y noviembre– formatos variados como el noticiero, el unitario o el programa deportivo (ver aparte). ¿Por qué una escuela de televisión decide poner el foco sobre la sitcom? “Porque defendemos una televisión de calidad –explicó Emilio Cartoy Díaz, fundador de TEA Imagen junto a Darío Díaz–, un tipo de TV donde se trabaja mucho con el guión, con la investigación, vista como un medio de comunicación. Y hay que hablar de sitcoms porque durante mucho tiempo fue un tema tabú u oculto, que parecía que no tenía que ver con nuestra idiosincrasia. Era un gran desafío traerlas a la Argentina.”
Para Cartoy Díaz, la sitcom era una deuda pendiente, eludida por “difícil o por considerarse afín a otro tipo de públicos”. “Pero está probado –siguió– que andan bien, que son un género aceptado y que lo único que había que hacer era preparar un equipo que se hiciera cargo, darle tiempo e inversión. Se decía que había un tema de costos, pero esa creencia se cayó desde que Telefe trabaja con Sony para desarrollar el formato. La sitcom llegó para quedarse.” Demostrando que es uno de los pocos teórico-prácticos que puede profundizar en el tema buscando sus raíces más allá de Yo quiero a Lucy, Claudio Ferrari agregó que “la sitcom no nació en el mercado estadounidense. En todo caso habría que buscar sus orígenes en las primeras comedias de Shakespeare, en todas aquellas escenas con salidas y entradas, con identidades confundidas. La pregunta es por qué nuestra cultura ha sabido transitar tan bien géneros como el grotesco, pero no ha sabido generar comedias de precisión”. Ferrari tomó partido por dejar de pensar la sitcom como un invento sin precedentes, reclamó una reflexión sobre qué sucede cuando la estructura se desborda, cuando es superada por la presencia de un actor como Jerry Lewis o el local Alberto Olmedo.
“¿Cómo un actor puede apoderarse de este tipo de papeles?”, se preguntó Ferrari. “El actor debe alternarse a sí mismo, debe cambiar de rol... Recordemos a Lucy: ella se recicla a sí misma cada vez, aporta a un cuento redondo que ante la menor falla se quiebra. Si una información no está bien dada, todo se cae. No se puede jugar con el zoom, ni con travellings, porque todo distrae. Todos vemos que en Lucy no hay un maquillaje realista ocultándola: actúa con verdad, jamás se parodia. La parodia tiene vida corta, se agota en lo parodiado”, siguió. “En ese sentido recupera una esencia de la comedia del arte: es una especie de juego que no se ignora a sí mismo.” Darío Lopilato, que interpreta en Casados con hijos al personaje de Coqui, hijo de Francella, se perfiló como un as de la imitación, legitimado por el parentesco con el Francella de ficción, entregado a una reproducción calcada de gestos que le dio buen rédito. ¿Su método? “Hay que dejar un tiempito sin que caiga el texto. Pero en Estados Unidos se graba un capítulo durante una semana, y acá estamos resolviendo dos capítulos y medio por día. No se puede improvisar, es todo textual, hay que dar el pie exacto a un remate.”
Hay en la sitcom –agregó Ferrari– un placer de la antimoral que la aleja de toda dimensión pacata o maniqueísta. En las que dirigió, pudo manifestarse como el gusto de ser perdedor, o la rebelión al propio canon familiar. ¿Algún ejemplo? “La niñera estaría dispuesta a que la vendieran para complacer a su jefe. Su ausencia de moral pacata, estructurada, enriquece la trama. En Casados con hijos la transgresión es un modo de avance y de relación: surge en la era Reagan y muestra a un padre de familia con el orgullo de ser mediocre. La estructura es de Plauto: el personaje se cree inmaculado; el extranjero le cuestiona todo.” Resolver bien una sitcom –según concluyeron el actor y el director– significa llevarse bien con los silencios, estudiar el texto de memoria sin un ápice de improvisación (contra una tradición espontaneísta bien argentina), asumir una actitud permanentemente activa (aun en el fuera de plano), tomar las risas grabadas como una música que acompaña, casi una melodía, y revalorizar el trabajo de piso (la escena, el plató), considerado por el propio Cartoy Díaz como la unidad televisiva. En la sitcom no hay exteriores ni artilugios técnicos: lo que hay es lo que está. “Hay un aprendizaje del no decir”, dice Ferrari. “Y las críticas que les hacen a las risas no las entiendo. ¿Pretenden que la televisión sea espontánea? Es la música, y no existe una naturalidad en un grado cero de la ficción televisiva.”

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La charla fue parte de un ciclo de diez encuentros para celebrar el décimo aniversario.
 
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