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Sábado, 25 de abril de 2009

VIDEO › NICK & NORAH: UNA NOCHE DE MúSICA Y AMOR

Las aventuras de un emo-punk

La película funciona a modo de retrato de adolescencia, con sus urgencias y también con sus fragilidades. El protagonista es Michael Cera, a esta altura un icono de este subgénero, que repite el papel de chico tímido y querible de La joven vida de Juno y Supercool.

 Por Horacio Bernades

Todo en una noche: George Lucas encontró la forma, y de allí en más esa forma resultó el molde más apto para retratar la adolescencia, en un par de horas o menos. En American Graffiti un grupo de chicos salía a dar vueltas en auto, en busca de chicas, música, tal vez un trago y, quién sabe, algo de sexo quizás (en esa época las drogas no estaban muy bien vistas). Al concentrar el relato en la calle y durante la noche –cuando todo parece posible y nada está predeterminado– se logra reproducir tanto el “aquí y ahora” como el vagabundeo y el “no sé lo que quiero pero lo quiero ya”, que definen el núcleo duro de la edad. Películas como Rebeldes y confundidos (R. Linklater, 1993) y, más recientemente, Supercool (Greg Mottola, 2007) se atuvieron a ese encuadre y volvieron a dar en el clavo. Ahora es el turno de Nick & Norah’s Infinite Playlist, presentada el mes pasado en el Bafici y lanzada en estos días por el sello LK-Tel, con un título medio hippón: Nick & Norah: Una noche de música y amor.

Para que sea más un retrato que un relato, los tiempos de transición tienen que pesar por sobre los de acción, y eso es lo que parece haber comprendido a la perfección Peter Sollett, realizador de Nick & Norah, que se basa en una novela. Nick es Michael Cera, a esta altura todo un icono del cine de adolescentes, que repite el papel de chico tímido y querible de La joven vida de Juno y Supercool. Aquí es el bajista de “Los pajeros”, banda más o menos punk que comparte con tres amigos gays, y no se convence de que la chica con la que salía no quiere saber más nada con él. Por lo cual le sigue obsequiando compilaciones de música que arma para ella, artesanal y amorosamente. Y que la chica tira a la basura, con gesto asqueado. Si hay una mala debe haber una buena y ésa es su archirrival del cole, la anorgásmica Norah (la morocha Kat Dennings, de aire melanco e imponentes labios de churrasco).

Nick y Norah se conocen en un boliche, el día que a él le piden que toque la batería electrónica. No tiene ni idea de cómo tocarla, ni programarla, ni de cómo reaccionar cuando unos del público le gritan “puto”. La máquina Cera de seducir a fuerza de desprotección se ha puesto en funcionamiento, y no se detendrá en el resto de la noche. Más que los hilos argumentales, adecuadamente débiles, lo que importa es la sensación de “estar ahí”. Estar ahí cuando Norah califica a Nick de emo-punk (calificativo inmejorable, desde ya). Cuando una pareja se sube a apretar en el autito de Nick, dando por sentado que, como es amarillo, tiene que ser un taxi. Cuando la mejor amiga de Norah vomita en un baño, se le caen adentro del inodoro el celular y su chicle, recoge ambas cosas y sigue hablando y mascando como si nada. Cuando los compañeros de banda de Nick discuten si cambiar el nombre de “Los pajeros” por “Sandwich de mierda” o “Bolas profundas”, y terminan eligiendo el de “Puñado de pelotudos”, con el que Norah se los saca de encima.

Lo que vale es la proximidad, la sensación de ser uno más, arriba del descompuesto cacharro de Nick, la kombi de sus amigos o algunos de los muchos clubes neoyorquinos a través de los cuales los chicos buscan a su banda favorita, ¿Dónde está Fluffy?, que se caracteriza por presentarse cualquier día y en cualquier parte, sin previo aviso. Esa proximidad con el mundo retratado era notoria ya en Raising Victor Vargas, ópera prima de Sollett y uno de los hallazgos del Bafici 2003. El modo en que la cámara se suma al vagabundeo de estos chicos de New Jersey –por toda Manhattan, y hasta Brooklyn– recuerda la manera en que, en aquélla, se integraba a la vida cotidiana de una familia de inmigrantes dominicanos. En Nick & Norah la calle late, vibra, respira. Está viva. Tanto como los temas de Devendra Banhart, Bishop Allen, Vampire Weekend y otros grupos de ultimísima generación, que pueblan la banda sonora. Pero sobre todo, tan viva como Nick, Norah y sus amigos.

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Nick & Norah, de Peter Sollett: adolescentes de New Jersey.
 
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