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Viernes, 13 de febrero de 2009

TEATRO › JUAN RODó, UN EXPERTO EN EL TERRENO DEL MUSICAL

Ganar intensidad con el correr de los años

Protagonizó Drácula, La Bella y la Bestia, Las mil y unas noches, Los miserables, Dorian Gray, el retrato, Jack el destripador y El Jorobado de París. Este año, el intérprete top de los musicales es Otelo, el militar moro casado con Desdémona y envuelto en la trampa que le teje su oficial Yago, en la versión de Cibrián-Mahler del drama shakespeareano. Juan Rodó, 42 años, pura vitalidad, asegura no ser de lágrima fácil; sin embargo, esta obra lo deja bañado en llanto en cada función. “La escena final dura media hora y me fascina: es una gran escena operística, dramática, que me exige a nivel vocal, pero sobre todo actoral. En un punto, me gusta que el espectador se olvide de que uno está cantando y vibre con lo que sucede. Otelo padece un castigo por haber escuchado demasiado”, asegura el cantante que, cuando la actividad se lo permite, actúa en óperas, como Lakmé, La Cenerentola y Don Giovanni, en el Teatro Argentino de La Plata. “Me impresiona mucho cómo Otelo, o cualquiera de nosotros, puede perder todo en un segundo: su mujer amigo, su mujer. Por eso él pide que lo dejen solo con sus muertos. Es muy fuerte. Cada función tiene una tremenda descarga emocional”, agrega. Y cree que recién ahora está en condiciones de imprimir al personaje la cuota de sufrimiento y trastorno emocional que conlleva. “Como intérprete aporto al personaje desde mi propia vida. Estoy seguro de que antes no lo hubiera podido hacer con la intensidad actual”, confiesa. Rodó asegura que “me sentí traicionado muchas veces. Hay grandes y pequeñas traiciones, y también he traicionado. Es que estamos llenos de contradicciones, de claroscuros. Otelo encierra todo eso: es un hombre noble, honorable, y muestra su talón de Aquiles en el plano emocional. Estos cambios me permiten ampliar las posibilidades de juego y de expresión”. ¿Cómo recibió la decisión de Pepito de acentuar el tema de la traición más que de los celos? “Es la posibilidad de ofrecer otra perspectiva: privilegiar la relación entre los hombres, no en el sentido sexual sino vincular, desde el honor y la virtud. Otelo es el maestro que formó a Yago y a Casio en el arte de la guerra. Ellos son hermanos, y casi sus hijos. Por eso, cuando ve a Casio en una situación sospechosa, se pone mal más por la deslealtad de Casio que por Desdémona”, explica.

La pasión por la música fue temprana. Rodó quiso ser concertista y aún hoy cultiva el placer del piano. Pero primó el canto, se formó con varios maestros; el último y tal vez el más influyente fue Horacio Soutric. Debutó como cantante lírico con 21 años en Rigoletto, de Verdi, en el Teatro Argentino de La Plata. Su vocación por los musicales comenzó en 1991, cuando decidió ir a probar suerte al casting de Drácula, de Cibrián-Mahler, y fue seleccionado entre 1200 postulantes para interpretar al Conde de Transilvania. Fue ganando popularidad, desde su debut en el Luna Park hasta 2000, luego de que Drácula estuviera seis temporadas en cartel. Desde 1995 hasta 1998 trabajó en el Colón en más de una decena de óperas. En 1998, Disney lo eligió para interpretar a la Bestia en La Bella y la Bestia. A partir de allí, Rodó protagonizó numerosos musicales y siguió en ascenso. “Hago óperas en forma ocasional porque, si estoy comprometido con un musical, es muy exigente. Este año estamos a full con Otelo. Los dos géneros tienen dinámicas distintas, pero no dejan de ser teatro cantado, que es lo que me apasiona”, destaca.

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“Como Otelo, estamos llenos de contradicciones, de claroscuros.”
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