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Jueves, 19 de febrero de 2009

MUSICA

La gallina de los huevos de oro

El lamento de los Clubes de Música coincide con una coyuntura en la que los conciertos en vivo pintan como el gran refugio económico para los artistas. De hecho, con las bajadas de Internet inaugurando una nueva dinámica de circulación cultural, los recitales pueden convertirse en una opción segura y rápida para ganar dinero.

Desde luego, de no mediar políticas activas, la organización de conciertos quedará sólo en manos de las multinacionales. Y la tajada no es menor: a diferencia de lo que viene sucediendo con las discográficas, los ingresos de las compañías que se dedican a organizar shows no se han visto afectados negativamente por las nuevas tecnologías, sino más bien lo contrario. De ahí que los grandes sellos estén adquiriendo firmas dedicadas a armar eventos. De profundizarse el proceso, decenas de pymes y medianas empresas argentinas perderían la oportunidad de jugar en un mercado lleno de oportunidades. Las cifras son contundentes. En su libro Rockonomía: la economía de la música popular (Princeton University, 2005), Marie Conolly y Alan Krueguer destacaban que, a principios de siglo, Paul McCartney –uno de los que más dinero gana en la industria– recibía 64,9 millones por sus espectáculos en vivo, contra 2,2 millones en concepto de ganancias por copyright. No era el único, porque la tendencia se repetía para 31 de las 35 figuras top del negocio. O sea que la gallina de los huevos de oro está en que el artista se suba a las tablas y toque. Por algo los precios de los tickets vienen subiendo sin freno: entre 1981 y 1996, mantuvieron un crecimiento de 4,9% por año, para dispararse en el período 1996-2003, con un 11,1% de aumento anual promedio, en una tendencia que se hace más evidente con cada temporada.

Para quienes manejan cifras modestas, contar o no con lugares donde presentarse y vender discos es la diferencia entre llevar o no llevar fideos a la olla. Hay un mar de jóvenes valores que no encuentran dónde tocar con frecuencia, y eventualmente hasta tienen que pagar para mostrar lo que hacen. Son muy pocos los empresarios chicos y medianos que se sienten capaces de afrontar solos el riesgo de contratar a un desconocido, y dos por tres se resisten a pagar por las actuaciones. Por eso el proyecto de ley que estaría por aprobarse contempla que se destine al artista el 70% del total de dinero de la recaudación por boletería.

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