Desde los ’70, su figura quedó para siempre ligada a la de Piazzolla. ¿Eso fue algo bueno o malo para su carrera?

–¡Fue buenísimo, de lo más prestigioso! Quedé ligada al más grande. Para mí fue un privilegio que Astor me escuchara cantar y me eligiera para hacer María de Buenos Aires. Por ese entonces yo no tenía demasiada conciencia de la dimensión que tenía la música de este señor. Y seguir cantando siete años con él fue un orgullo. Además, él escribió canciones para mí, para que yo las estrenara. Hacía un arreglo y me lo daba para estrenarlo al otro día, porque era un ansioso, quería todo ya. Y eran canciones bravas, llenas de imágenes, había que madurarlas... ¡Y aprenderlas de memoria! Ellos tocaban con la partitura adelante, pero yo no cantaba con la letra en la mano. Fue un gran honor que me eligiera como cantante, más allá de que después nos eligiéramos como hombre y como mujer. Hasta el día de hoy la gente me sigue diciendo: “Nadie como usted canta esas cosas”. ¡Me da una ternura!