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Sábado, 12 de diciembre de 2009

MUSICA › TRIBUTOS, BOX-SET Y AMIGOS

Un año ocupado

Además del nuevo disco en el que trabaja, Calamaro tiene abierto un frente junto a los Nikita Nipone: grabar canciones de Jorge Larrosa, poeta de la Zurda (suyas son las letras de “Nos volveremos a ver” y “La ranchada de los paraguayos”), autor del libro Postales tumberas y fotógrafo de Página/12. Esos temas aparecerán vía Internet, un método que el cantante adoptó a principios de siglo para dar a conocer parte de su material (aunque en los últimos tiempos haya despotricado pública y privadamente contra el intercambio de archivos online). “No elegimos ese método, es ‘el’ método...”, se desmarca Calamaro. “Nadie eligió Internet, ni Bill Gates suponía que la primera gran revolución cultural y tecnológica del siglo sería la distribución de links, el facebook del desasosiego y la destrucción de la cultura –y la comunicación– tal y como la conocemos. El fin del mundo. En este caso, ocurre que sólo grabamos tres canciones y queremos probar el alcance de la ‘anti-industria’: no ofrecer resistencia a la corriente y dejarnos llevar desde la red hasta la red. Esperemos que sea hasta el fondo del mar de la sensibilidad y el interés de los demás por lo que hacemos.” Los “proyectos vitales” de los involucrados en las grabaciones (también está Rafael Arcaute) hicieron que no hubiera tiempo para más que “un puñado limitado de canciones”. Sin embargo, no se amilana: “Eso nos permite no dar por terminado el disco. Confiamos en seducir a las brasas del carbón musical con un par de tracks ‘sueltos’ en las radios y en Internet. Claro que nos gustaría publicar un disco, y suponemos que finalmente vamos a completar uno”.

Durante 2009, Calamaro hizo un balance de su década post Rodríguez (desde Alta suciedad hasta La lengua popular) en una caja de seis discos y dos DVD llamada Andrés-Obras incompletas, en la que incluyó abundante material inédito de sus grabaciones “alegremente tóxicas” en su estudio casero Deep Camboya. También regaló online un disco completo, a la manera de las Grabaciones encontradas de los ’90, que sirvió como celebración de los diez años de la revista española Efe Eme. En Nada se pierde había material de varias épocas y un par de covers memorables: “Bajan” (Luis Alberto Spinetta) y “Pato trabaja en una carnicería” (Moris). La actividad “salmonesca” no terminó allí, porque Calamaro entregó una versión de “Vasos vacíos” para Vos sabés, el disco tributo a Los Fabulosos Cadillacs; cantó los tangos “Absurdo” y “Soledad”, en el álbum Sin red, de Juanjo Domínguez; grabó para un futuro homenaje a José Alfredo Jiménez y participó del álbum por los 30 años de carrera del rockero español Loquillo: junto a ese cantante, Enrique Bunbury y Jaime Urrutia registró una versión de “El hombre de negro”, de Johnny Cash. “Lo que más me gusta de estas grabaciones esporádicas es que son cortas”, explica el cantante. “No soportaría una grabación interminable, ni siquiera una session de más de cuatro horas. Después de la cuarta hora ya siento que ‘soy un whisky que necesita hielo’. Además, me gusta interpretar, preocuparme por el sentido –el sonido y la afinación– de ‘el’ track vocal, frente a una grabación infinita con mil detalles que tengo que escuchar ochenta veces. Y no es un decir. Por último, cantar canción grande –una ranchera de José Alfredo o una inmortal de Gardel y Le Pera– me genera un placer irreductible”, asegura el músico.

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