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Sábado, 19 de junio de 2010

LITERATURA › OPINIóN

Obra inmortal

 Por Vicente Battista *

Lo conocí en la Feria del Libro, en una mesa redonda en la que también participaban Abelardo Castillo y, creo recordar, Aníbal Ford. Esto sucedió hace muchos años, cuando la Feria se realizaba en el predio municipal de avenida Figueroa Alcorta y Saramago aún no era Premio Nobel de Literatura. Aquella tarde los asistentes no superábamos el medio centenar. Poco tiempo después, la Academia Sueca le otorgó el Nobel y Saramago volvió a la Argentina. Entonces el encuentro se celebró en el Museo Nacional de Bellas Artes. Consistió en una charla con Noé Jitrik y Jorge Glusberg, y las instalaciones fueron desbordadas por la cantidad de gente que fue a escucharlo. Aquella vez entendí de qué modo un premio internacional puede modificar las cosas, cómo cambia al premiado. Pero de inmediato comprendí que la celebridad del Nobel había cambiado al entorno de Saramago, no a Saramago. El continuaba siendo un escritor excepcional y, sobre todo, un hombre al que no habían enceguecido los laureles, mantenía su convicciones profundas, ese marxismo que apoyó y sostuvo hasta el fin de sus días. Aunque sólo fuese por eso, merece el mayor de los respetos. Pero hay más, están sus novelas, verdaderas joyas de la literatura contemporánea, y está ese espíritu joven y revolucionario que lo mantuvo incesantemente activo. “Escribir –dijo– es estar atento a las realidades del mundo, a las buenas, y sobre todo a las malas.” Y él supo estar atento a todas y a cada una de esas realidades, por eso ahora se siente tanto su muerte. “Se acabó la vida”, como supo decir con pocas palabras en Las intermitencias de la muerte. Pero de ningún modo se acabó Saramago, ahí quedan, para siempre, Historia del cerco de Lisboa, Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, Ensayo sobre la ceguera, El Evangelio según Jesucristo, para sólo anotar algunos títulos de un hombre que sin vanidades confesó: “Pese a todo creo haber sido capaz de construir una obra digna”. Esa obra, ¿quién lo duda?, lo hace inmortal.

* Escritor.

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