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Miércoles, 18 de agosto de 2010

MUSICA

La “Novena” y el espíritu puro

A lo largo de su nuevo raid por Buenos Aires, Barenboim, está vez frente a la West-Eastern Divan Orchestra, conducirá la integral de las sinfonías beethovenianas. Si cada una de ellas, y en particular la Novena, porta un valor simbólico –y hasta político–, en relación con la idea de la música como expresión del espíritu puro, el conjunto de ellas tiene, también, un significado adicional. Podría pensarse que las formas y géneros musicales que se cristalizan a partir del siglo XVIII tienen como uno de sus principios constructivos una cierta idea de narración; de sucesión, de dilaciones, de tensiones y distensiones. Cada movimiento de una obra establece una relación con los demás, de la misma manera en que los temas contrastantes, en la Forma Sonata –la forma que comenzó a ser dominante en los primeros movimientos de sonatas, cuartetos para cuerdas y sinfonías– establecían un juego de tensiones que se dirimía en el desarrollo. Y esa cierta fractalidad se reproducía, también, ampliada en la Obra de obras. En la serie leída como unidad. Barenboim, en una de sus recordadas visitas, tocó las 32 sonatas para piano de Beethoven. Y ahora interpretará sus sinfonías. “Es que cada una de estas obras tiene un dialecto distinto. Salvo las dos primeras, que, aunque la segunda es más grande, guardan grandes similitudes, cada una de ellas sienta un nuevo precedente. Cuando se escucha la Quinta se dice: ‘éste es Beethoven’. Y después llega la Sexta, que parece compuesta por otro autor”, explica el director.

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