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Sábado, 6 de agosto de 2011

CULTURA › OPINIóN

Barrer bajo la alfombra

 Por Emiliano Costa *

La historia de la caída y el juicio al Negro Quieto, uno de los jefes montoneros más queridos y respetados hasta el momento de su supuesta “traición”, es algo que la dirigencia de la organización trató siempre de barrer bajo la alfombra de los tiempos. Era un tema difícil, incómodo, tanto para los que aceptaron la versión oficial, y la consiguiente condena, como para los que nunca la creyeron. De eso mejor no hablar. Salvo algunas raras excepciones, dirigidas más bien a públicos reducidos, no hubo casi publicaciones que volvieran sobre el tema para indagar al respecto y no sólo sobre el hecho en sí, sino sobre sus implicancias. Uno de los principales méritos del libro de Alejandra ha sido sacar el tema de ese encierro y plantear todos los interrogantes que genera, a la luz pública, y una de sus consecuencias más importantes, que la Justicia dispusiera llamar a indagatoria al ex general Albano Harguindeguy, jefe de policía del gobierno de Isabel Perón y ministro del Interior y principal cerebro de la represión de la dictadura de Videla y sus secuaces. Dejando de lado –si es posible por un momento– el terrible drama personal y el de su familia, creo que hoy es anecdótico saber si Quieto entregó o no tal o cual cosa; lo que está claro es que, a pesar del infierno que debe haber padecido, no se pasó al otro bando, no se entregó. Y también es anecdótico el rol de Firmenich, allá él y su conciencia. Lo importante, al menos para quienes fuimos parte de esa historia y, sobre todo para quienes no la vivieron y hoy reciben una visión al menos recortada de los ‘70, un cuento de héroes o traidores, de mártires o verdugos, es pensar cómo llegamos a ese callejón cada vez más estrecho y sin salida. Reconocer los errores y sus causas, que están sin dudas en gran parte en las décadas anteriores y su carga de odios, proscripciones y desencuentros, en las que ningún sector de la Argentina está libre de culpas; pero también en las responsabilidades propias, en la soberbia de creernos los dueños de la verdad y pretender imponerla a toda costa, facilitándoles el trabajo a quienes venían buscando arrasar con todo y finalmente encontraron, si no el apoyo, al menos la resignación de una sociedad harta de una violencia que ya no sentía como propia.

* Militante montonero, dirigente nacional de la JTP y ex preso político.

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