espectaculos

Martes, 4 de octubre de 2011

LITERATURA

Textual

Tú no lo sabes, tú recuerdas aquella noche pero no sabes por qué estábamos allí, en uno de esos grandes cines de la Gran Vía un miércoles a las diez y media. Tú lo recuerdas, sí, tú recuerdas que tendrías unos cinco años, tú recuerdas, me imagino, las luces de la noche, y recuerdas lo extraña que te parecía la ciudad en un día de diario, tan solitaria, sin la apabullante riada humana que bajaba y subía por sus aceras los fines de semana. Parecía una ciudad distinta de la que solíamos ver cuando íbamos a la sesión de tarde un domingo, no te parecía estar pisando las mismas aceras. Puedo recordar yo lo que tú no recuerdas. Me dijiste, “Aquí no he estado nunca”, y yo te expliqué que sí, que habíamos estado muchas veces; pero en cierto modo llevabas la razón, era otra realidad aquella en la que nos encontrábamos, la de los hombres de mirada torva que vagabundeaban en el corazón de la ciudad con las manos en la cazadora cuando las tiendas están cerradas, la de las putas que apoyan su espalda en los edificios de la calle Desengaño, la de las chicas solitarias que cruzan rápido la calle para adentrarse en otros barrios transitados, la de aquellos que tienen la cabeza perdida o la de esas parejas incongruentes que deciden tomar el fresco al borde de una acera junto a la que pasan los coches a velocidad de autopista.

* Fragmento de Lo que me queda por vivir (Seix Barral).

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