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Jueves, 30 de agosto de 2012

CINE › ANA PITERBARG, LA DIRECTORA

Filmar en Tigre

 Por Oscar Ranzani

Sus primeros pasos en el trabajo cinematográfico fueron como asistente de dirección de directores como Martín Rejtman, Adrián Caetano y Fernando Spiner, luego de haber estudiado en la Enerc. Tras una experiencia como directora de ficciones en TV, Ana Piterbarg debuta como cineasta con un elenco de lujo y con una figura artística de peso a nivel mundial, respaldada por importantes productoras. Mejor, imposible. La idea del film partió del tema del cambio que se produce en el personaje protagonista “a partir de esta crisis existencial que tiene y que no se sabe si va para algún lado o no”, comenta Piterbarg a Página/12, y luego confiesa que siempre pensó a Mortensen como el protagonista. Y que incluso buscó el teléfono del representante, pero que era difícil llegar a él. Hasta que un día Piterbarg llevó a su hijo a la clase de natación en el Club San Lorenzo y se topó con el actor. Luego le envió el guión y el protagonista de Promesas del Este aceptó participar. Señala que no fue difícil convencerlo, pero que le sorprendió “que un actor de la trayectoria de él, con los trabajos interesantes que hizo, le interesara lo que yo había escrito”.

–¿Cómo fue la construcción del guión?

–Llevó muchos años y pasó por diferentes versiones y distintas estructuras. Tiene una estructura un poco particular. La película tiene también una introducción larga. Desde hace cinco o seis años, la historia es la misma, pero fue creciendo gracias al aporte de distintas situaciones.

–“Desde hace cinco o seis años la historia es la misma”, dijo. ¿Cuántos años tiene, entonces, la historia?

–La primera idea germinal tiene diez años.

–¿Y por qué tardó tanto tiempo en concretarla, más allá de que logró convocar a figuras de primer nivel?

–Tardé por diversos motivos. Uno, porque tener un guión sólido me llevó por lo menos cinco años; es decir, un guión que a mí me convenciera y que pudiera empezar a despertar el entusiasmo de los demás. En 2008, el guión ganó un premio muy importante de la Fundación Cervantes y de la SGAE en España. Y ya desde antes de eso, en 2006, yo me había sentado a conversar con quienes son ahora los productores de la película. Lo que sucedía es que era un guión muy ambicioso para ser una ópera prima y yo no quería resignar nada. No quería dejar de filmar en el Tigre, ni dejar de filmar dos gemelos, ni dejar de filmar a las abejas. Y todas esas eran complicaciones que, a la hora de hacer el presupuesto de una ópera prima, pesan mucho.

–¿Cómo fue la experiencia de rodar en el Tigre, en invierno y con personajes en situaciones difíciles?

–Duro, como la película. Pero también fue muy entretenido de hacer. Teníamos que atravesar situaciones de mucho frío y de mucho cansancio por la distancia del lugar y porque filmar en invierno es duro en sí mismo. Había escenas que eran muy agotadoras físicamente por el tema del agua, del traslado y todo, pero por el entusiasmo que teníamos en hacer la película, sumado al elenco con el que éramos felices de lo que estábamos haciendo, se generó un trabajo de mucha unión.

–¿Por qué ese escenario?

–Porque hay una cantidad de características del Tigre que propician que aparezcan temas que a mí me interesaron tocar. El hecho de que estuviera cerca de la ciudad, pero al mismo tiempo, fuera tan diferente, el hecho de que el Tigre sea un lugar natural donde pasar inadvertido, el hecho de que el río generara una distancia física, por lo cual una persona que recién llega no tiene que enfrentarse directamente con los demás. A partir de pensar en el Tigre como un espacio donde situar esta historia, yo empecé a escribir paralelamente el guión y yendo al Tigre a investigar cómo era el lugar, cuáles eran algunas problemáticas actuales de la gente que vive todo el tiempo en la isla. Y me encontré con un escenario bastante sórdido. Si bien la gente de la comunidad de las islas es divina, también hay algunas situaciones límite que plantea la naturaleza en el Tigre que también llevan a que aparezcan ciertos conflictos más salvajes, por decirlo de alguna manera.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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