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Domingo, 19 de mayo de 2013

CINE

De pueblito perdido a centro turístico

Groundhog Day no sólo fue un pico en las carreras del guionista Danny Rubin y del director Harold Ramis. También impactó fuerte en Punxsutawney, el pueblito de Pennsylvania donde transcurre la acción, durante una festividad real de la Norteamérica profunda (acaso prima lejana y septentrional de nuestras criollas, federales fiestas del Chorizo Colorado o de la Doma del Peludo) que cada 2 de febrero escruta la conducta de una marmota –mitad etología, mitad meteorología– para anticipar si se va el frío y si va a tardar en llegar el calorcito primaveral. Desde 1993 el villorrio ha montado su propia propuesta turística ya no sólo a partir de la festividad climático-marmotera, sino también explotando el rebote de la película, con visitas al Gobbler’s Knob –el bar donde almuerza durante ¿miles de años? Bill Murray– y oportunas ventas de tazas alusivas y demás souvenirs bien propios del gran país del merchandising. La repercusión tampoco ha sido gratis para las pobres marmotas: este año el roedor erró su pronóstico, lo que generó fastidio, protestas y hasta la sospechosa aparición de un ejemplar muerto en un bar local.

También impactó, claro, en el elenco. A pesar de su larguísima trayectoria como actor, la maldición de Punxsutawney ha sido un punto clave para la popularidad de Bill Murray, ese tipo extraño que en Hollywood se maneja sin agente y que lleva años histeriqueando a su compadre Ramis (Murray es el padrino de su hija) con que sí y con que no al anunciadísimo episodio 3 de Cazafantasmas. También fue un buen trampolín para segundones del reparto como Chris Elliott (el camarógrafo hostil, que siguió la línea en comedias como Loco por Mary) o como el veterano Stephen Topolosky (el pesado ex compañero de colegio de Connors), quien pasa seguido los 2 de febrero por Punxsutawney, donde da charlas y se gana el mendrugo. Y en cuanto a la bonita Andie MacDowell, los porteños hemos visto por años su gigantografía en Santa Fe y la 9 de Julio, en plan modelo de cosméticos L’Oreal, luciendo mejillas perfectas para las que no parece pasar el tiempo. Como en una suerte de Día de la Marmota epitelial.

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