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Viernes, 13 de diciembre de 2013

MUSICA › UNA TELECASTER ’68 Y UNA IBANEZ ’78, LAS PREFERIDAS

Dos señores violeros y la guitarra perfecta

 Por Cristian Vitale

–¿Cuál es la diosa, la guitarra perfecta?

Claudio Marciello: –Hay una que uno cela (risas) y por lo tanto le cuesta sacarla, llevarla a ciertos lugares...

–“Mi guitarra y yo tenemos...”
Carlos García López: –“Algo común entre los dos”, claro. Creo que la guitarra perfecta es aquella de la que te enamorás.

–Cualquier similitud con una mujer es pura coincidencia...

C. G. L.: –Yo no la miro como a una mina, ni a palos (risas). Tengo cinco, y cada guitarra que me compro me enamora, pero hay una especial: mi Telecaster ’68, que la tengo desde los 14 años. A ver, por ser hendrixiano me hacen sentir bien las Stratocaster, las Fender, pero llevé todas las guitarras que tengo para grabar Frenesí y todos los solos están hechos con la Telecaster (risas). Ese es mi amor.

C. M.: –A mí me pasa lo mismo con una Ibanez del año ’78. La compré cuando tenía 17 años y me acuerdo de que laburé un año en una carpintería para comprarla. Es la que llevo sólo si el recital es en un lugar grande y el asistente no va a tener riesgo de meterse en algún lado donde la puedan currar. Esa guitarra sabe más de mi vida que mi madre, porque pasó por todos mis estados emocionales. Ha caminado barrios, calles, todo conmigo: es la mujer que dice todo lo que yo quiero que diga, un amor diferente. Las otras que uso tienen sonido Les Paul.

–¿Cuál usó para grabar en “Frenesí”, el tema de García López en el que aparece como invitado?

C. M.: –Fui con la Bray, que me hizo Marcelo Bray, un luthier de Bahía Blanca.

–Al que le dedica el veloz “Mi amigo Bray”, segundo track de Rock directo.

C. M.: –Sí. Cada vez que iba a tocar a Bahía, él me decía: “Te voy a sacar esa viola de la mano”, por la Ibanez, y yo le contestaba que era imposible. Pero un día fuimos a la casa, se tomó el laburo de tomar el radio del diapasón, porque yo toco de acuerdo al mango. ¿No?... bueno, tomó ese radio, y la caja la tenía en un gallinero. Entonces fui y le dije: “Si me armás eso, lo hago sonar”. Y se dio: es la que uso ahora con micrófonos de Les Paul y un sonido cómodo, divertido. Es mi nuevo yoyó.

C. G. L.: –Es medio difícil esto, igual, porque la Telecaster yo no la quiero sacar a ningún lado. Tendrían que matarme para sacármela. Digamos que es la mejor mujer, la única de la que no te podés divorciar.

C. M.: –Claro, porque la guitarra, con los años, se transforma en una ramificación de tu cuerpo. Son instrumentos que vos cerrás los ojos y tocas, sabés qué nota tiene feedback. Ves que la madera se “pocea”, pero no querés cambiarle los trastes, no querés hacerle nada. Ni siquiera cambiar las cuerdas. Me ha pasado que se me ha roto la llave, incluso, y la hacía sonar igual.

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