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Miércoles, 11 de junio de 2014

TEATRO › REFLEXIONES DEL DRAMATURGO Y DIRECTOR MAURICIO KARTUN

La fidelidad a una obra documento

–¿Qué lo llevó a rechazar en los ’90 el “reciclado” de Sa-cco y Vanzetti, una propuesta del director Jaime Kogan que después aceptó?

–Además de la dificultad técnica del laburo, cierto prejuicio sobre la vigencia de esa temática. Y la duda sobre la efectividad de llevar al teatro lo mismo que una película tan exitosa había hecho años antes. Qué sé yo, el prejuicio de que los autores trabajamos sólo con temáticas nacionales también, por ahí. Sabía que otros autores habían rechazado el trabajo... Medio ingenuo todo si uno ve después los resultados.

–¿Por qué dudó entonces del interés del espectador local por la ejecución de estos italianos anarquistas?

–En un país como el nuestro con treinta mil desaparecidos recientes me parecía que aquello no tendría quizá la fuerza emblemática que luego mostró tener. Otra ingenuidad más: como siempre la singularización de una realidad, la condensación del mito, concentra primero la realidad y después la hace explotar. Como fuese, si hay aquí algo a destacar es el tesón de Kogan con el proyecto. Fue él quien me convenció bastante rápido, digámoslo, y me orientó luego. Y el que llevó adelante todo. Era una aplanadora.

–¿Cuáles fueron sus planteos como dramaturgo en la puesta de 1991 y cuáles son los actuales?

–En términos ideológicos los mismos. Para mi bien o para mi mal sigo bastante parecido a mí mismo... En lo técnico, si bien he revisado la versión, retocado algunas cosas, se mantiene aquella condición original de obra documento, ese género tan de los ’60. El guión de la película fue escrito entre otros por un dramaturgo, Mino Roli, basándose en una obra de teatro suya, un docudrama, como se dice, una dramaturgia de documentos, que incluso fue estrenada en Buenos Aires por Nuevo Teatro. Mi versión le hace los créditos, pero intenta una nueva mirada a esos viejos documentos y agrega unos cuantos otros y varias referencias literarias que fui encontrando durante el trabajo de campo. Hay que destacar que existen en Buenos Aires extraordinarios archivos sobre la cultura anarquista, la Biblioteca José Ingenieros y la de la FORA de la calle Brasil, sobre todo.

–¿Imagina la reacción del público ante este nuevo estreno?

–Ojalá, con emociones fuertes, como en versiones anteriores.

–¿Qué idea tiene hoy de estos inmigrantes, de su época y de lo que entonces y ahora se entiende por justicia?

–Han pasado casi cien años. La lucha bruta de aquella militancia consiguió a los bifes algunos cambios notables en las condiciones de trabajo. Absolutamente mejores. El siglo ganado, digamos. Cada trabajador que hoy luego de las ocho horas de trabajo se va de la fábrica, el que tiene vacaciones, salarios discutidos o descanso en el fin de semana, por tomar sólo las condiciones de superficie, se lo debe a los que antes pusieron el cuerpo. Pura y exclusivamente a eso, a la exigencia, a la impugnación. Persiste la injusticia porque el sistema es injusto, no digo ninguna originalidad. Pero si cada uno no asume ese acto solidario de ponerle hoy el cuerpo también, si se resigna a este estado, si no le pelea lo suyo a la acumulación obscena, dentro de cien años habremos perdido cien años. Y unos pocos lo habrán ganado en divisas.

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