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Domingo, 5 de abril de 2015

TEATRO › OPINION

Esa vieja

 Por Roberto “Tito” Cossa

El personaje de la Nona nació de un proyecto de televisión. En los comienzos de la década del ’70, el empresario de Canal 9, Alejandro Romay, llamó a cinco autores para que escribiéramos un ciclo de 13 programas unitarios. Fuimos convocados Carlos Somigliana, Germán Rozenmacher, Ricardo Talesnik, Ricardo Halac y yo. Todos los capítulos iban a ser protagonizados por Pepe Soriano. Por aquel entonces, Pepe componía en un programa humorístico un delicioso viejito italiano, Don Berto, que se había hecho muy popular. Con Pepe convinimos que el viejito se convirtiera en una viejita y así comencé a pergeñar el personaje. Los trece libros se terminaron, pero Romay los guardó en un cajón sin mayores explicaciones. Un par de años después, los recogió Osvaldo Papaleo, por aquellos tiempos interventor del canal estatal 13. Pepe ya había iniciado sus giras con su exitoso unipersonal, El loro calabrés, y el personaje lo protagonizó Nora Cullen. Y así terminó la historia televisiva de La Nona.

Pasarían varios años antes de que yo convirtiera las peripecias de la abuela tragona a una obra de teatro. Ya trasladada al escenario, se estrenó en agosto de 1977 en el Teatro Lassalle, con capacidad para 500 espectadores. La dirigió Carlos Gorostiza, y esta vez el personaje de la Nona lo interpretó Ulises Dumont, en un trabajo memorable. La obra fue un verdadero éxito, con siete funciones semanales, casi siempre a sala llena. Estuvo en cartel algo así como dos años. Se mudó de sala, hizo giras y también cambió el actor. Fue Juan Carlos De Seta quien completó el periplo.

Rápidamente, la obra llegó a los países vecinos y con igual repercusión. Con el tiempo, recorrió casi todos los países latinoamericanos, España e Italia, a dónde la llevó un actor argentino radicado en Roma desde hacía muchos años, Néstor Garay, que la protagonizó. Y allí paró.

Varios años después, el director argentino –radicado en Francia– Jorge Lavelli la puso en escena en una importante sala de París. Entonces comenzó otra historia. La traducción al francés le abrió la puerta a varios países de Europa. Hoy, La Nona se está representando por cuarta o quinta vez en Grecia y dentro de dos meses se estrenará en el Teatro Nacional de Escocia. Pero, para mí, la gran satisfacción me llegó a fines del año pasado, cuando Pepe Soriano me dijo que quería llevar La Nona al teatro.

Pepe la había protagonizado en cine, allá por los ’80, con la dirección de Héctor Olivera. Pero que volviera al teatro de la mano de Pepe tenía otro significado. De última, se cerraba el círculo. El personaje había nacido para él y –de alguna manera– con él. Y más de cuarenta años después, volvía al escenario. Son esas vueltas del destino que a un veterano autor lo hacen sentir que está vivo.

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