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Jueves, 26 de mayo de 2016

CINE

Textual

“Como en tantas otras oportunidades, Raymundo había viajado a Nueva York, en el mes de marzo. Viajó para tratar de cerrar un contrato de trabajo con Naciones Unidas, para intentar cobrar una deuda de su distribuidor y para ocuparse de otros asuntos laborales. El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 no era algo inesperado. Los Susman habían tratado de convencerlo por todos los medios de que no volviera a la Argentina. Bill, que además de su productor era como un padre para él, le dijo que ese no era momento para volver, que prometía conseguirle trabajo allá. Prometía también llevarnos a mí y a Diego.

¿Entendía Raymundo el peligro que correría al poner un pie de vuelta en la Argentina del golpe? ¿Comprendía la gravedad de la situación, la brutalidad en la que se sumergía el país bajo el dominio de la Junta Militar? Bill y Raymundo sabían lo que había sucedido en Chile tras el golpe de Estado en 1973. Bill estaba convencido de que el golpe sería igual o peor en la Argentina. ‘No vuelvas, la gente está desapareciendo’, le advirtió Susan, la hija de Bill y su buena amiga. Raymundo respondió decidido: ‘Voy a volver y voy a ser cuidadoso’.

El jueves 27 de mayo Raymundo almorzó en lo de Sara, su mamá, y estuvo con ella hasta las cuatro de la tarde. Sara le pidió que no se expusiera tanto, que bajara el perfil y se escondiera por un tiempo, porque las cosas se habían puesto realmente peligrosas. ‘Vas a sonar como arpa vieja, hijo’, le dijo Sara, con esa sabiduría digna de una idishe mame. En ese mismo momento, en la puerta del edificio de Francisco Acuña de Figueroa 828 había estacionado un auto de la policía con cuatro personas adentro. Uno de ellos se acercó al portero y le preguntó si sabía algo de un tal Raymundo Gleyzer. Aldo, el portero, le dijo que allí vivía la madre, pero que hacía mucho que no lo veía, que él nunca iba por allí. Se quedaron un rato más, vigilando. Después, el auto desapareció. Raymundo salió de lo de Sara y pasó por SICA, el Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina, para sacar un turno médico en la obra social. Se subió a su Renault 12 y se fue de allí. Nunca más se supo de él.

A mí Raymundo me enseñó a vivir. Y me enseñó también que hay que hacer lo que hay que hacer. Eso es lo que siempre decía. Cuando entendí que lo habían secuestrado, torturado y desaparecido, me dije ‘perdimos como en la guerra’. Perdimos. Se terminó. Él era inteligente, lúcido, siempre lograba lo que se proponía. Era persuasivo, trabajador, jamás dejaba de lado sus ideales. Era leal hasta la médula. Si lo desaparecieron a Raymundo, perdimos. Eso pensé.”

* Fragmento del libro Compañero Raymundo, de Juana Sapire y Cynthia Sabat.

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