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Miércoles, 20 de diciembre de 2006

TEATRO

Los sueños y las pesadillas

Enrique Pinti cuenta que a los 16 años, cuando comenzó a interesarse por el teatro y frecuentar la sala y escuela de Nuevo Teatro (de Alejandra Boero y Pedro Asquini) soñaba con un mundo unificado pero con identidades. Eso sucedería en el 2000 y se convencía de que valía la pena verlo. Hoy la identidad no es un bien supremo –dice– y a veces se la confunde “con el nacionalismo de una derecha de cuarta”. De la infancia guarda sueños que le vienen del abuelo materno italiano que desembarcó en 1908. “Era un joven emprendedor de 19 años que se asoció a unos viñateros de Mendoza. Regresó a Italia cuando estaba Mussolini en el poder y eso no le gustó. Murió en 1945 y yo nací en el ’39, por eso no lo conocí mucho, pero siempre me sentí cerca de él. Parece que me pasó los genes de la inconformidad. Aprendí de sus libros: tenía una gran biblioteca. Recuerdo La Divina Comedia, de Dante Alighieri, ilustrada por Gustave Doré. ¡Esos dibujos fantásticos! Mi mamá hablaba mucho de ese abuelo, todo en contra, con lo que a mí me resultaba más fascinante. Lástima que por el desprecio que sentía por Mussolini se hizo ciudadano argentino y me cagó el pasaporte italiano.”

Pero los problemas del viajero Pinti no se relacionan con Europa sino con Inmigraciones de Estados Unidos, país que visita periódicamente: “Se le ha dado tanto poder a gente que antes estaba nada más que para sellar, que ahora, con categoría de agente federal, se cree dueña del destino de los otros”. Lo cierto es que hay que contestar con cuidado para no recibir un castigo. Recuerda que la jefa de producción de Pedro Almodóvar fue a presentar la película Volver y la dejaron dos horas encerrada en un cuarto: “Se pensó que esta mujer, que tiene todo el aspecto de una señora de su casa, que no lleva el pelo teñido de verde ni usa piercings y habla perfectamente inglés, pretendía radicarse en el país”.

A diferencia de los sueños, las pesadillas pasan por fantasías cercanas y lo visitan en época de estreno. En una de las más recurrentes es obligado a actuar en un idioma que desconoce y que él extrañamente había asegurado que dominaba: “Llevo muchos años en esto y antes de cada estreno sé que me puede pasar cualquier cosa. Me caigo tontamente de una escalera, por ejemplo, y por eso ahora tengo la rodilla jodida; o voy a un restaurante, no me cuido del aire acondicionado y me quedo sin voz. En una pesadilla bien reciente, Cristina Kirchner me acosaba exigiéndome apoyar la ley de enseñanza secundaria y yo le contestaba que esa ley me gustaba pero que no pensaba apoyar a ningún político. Tampoco ése es mi oficio. Mi apoyo incondicional es a los artistas, a los que siempre rescato en mis espectáculos. Por qué –pregunto– si nos acordamos de De la Rúa, de Menem, de Cavallo y de tantos otros que nos estafaron, nos olvidamos tan rápidamente de los artistas que nos entregaron su alegría”.

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