La meca del publicista digital parece ser el nacimiento de una idea y un recurso desde el propio público (en Youtube), cuando alguien experimenta porque sí, juega en su casa, en su jardín, en su balcón con un vaso de gaseosa y una pastilla de menta; la mete adentro, y surge un geiser de burbujas espumantes, y luego un chorro que oscila entre lo divertido y lo atemorizante, porque no se detiene y todo lo mancha. Ese video es inútil, no habla puntualmente de un beneficio de alguno de los productos involucrados, no sirve para vender el sabor de los comestibles y bebibles, ni llama la atención por su capacidad de conferir status de comprador/ consumidor. Pero “es magia”, dicen los publicistas digitales: el boca a boca deriva en un incremento de la venta. El círculo virtuoso incluye: rejuvenecer, ligar al mercado adolescente, cruzar la barrera del hábito para resignificar los usos y costumbres. Afín a las reglas de Youtube, el alto impacto no suele surgir de una mente afiebrada y profesionalizada, bien paga, en el marco de agencias de última generación, sino en el cuarto de soltero de un pibe cualquiera. En esos casos, el talento del publicista parece ser más el olfato para cazar la tendencia que el ingenio para crearla.