futuro

Sábado, 27 de abril de 2002

PáGINA 2 › OPINION: EL OZONO Y LOS CFCS

Un agujero en el Protocolo de Montreal

Por Súlim Granovsky*

En 1975 un investigador del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), el científico mexicano-estadounidense Mario Molina publicó en la revista Nature una premonición catastrófica que conmovió a la comunidad científica internacional. La tesis de Molina expresaba que ciertos productos industriales adelgazaban peligrosamente la capa de ozono y dejaban el camino libre a las radiaciones solares ultravioletas, que producen enfermedades como el cáncer o la ceguera, debilitan el sistema inmunológico y afectan gravemente la flora y la fauna. El mayor factor de riesgo lo constituían productos químicos como algunos gases clorofluorocarbonos (CFCs) con vastas aplicaciones industriales y también los extintores de incendio de la familia de los gases halones. No sólo la comunidad científica se hizo eco del trabajo del profesor Molina, sino que el asunto trascendió al ámbito industrial e impactó en la ONU. En 1987 se suscribió el Protocolo de Montreal, que obligó legalmente a los países firmantes a abandonar progresivamente la fabricación y el uso de esas y otras sustancias que fueron agrupadas bajo la calificación SAOs (sustancias agotadoras del ozono).
Los tiempos otorgados por el Protocolo de Montreal se fueron acortando y venciendo, y la obligatoria reconversión industrial en la que hizo punta la industria aerosolista encontró en la mezcla de gases hidrocarburos un sucedáneo de mucho menor precio que los CFCs. Lamentablemente, la misma actitud no fue asumida tan rápidamente por otras industrias usuarias de los CFCs, como la refrigeración, la climatización y de las espumas de poliuretano.
Veinte años después de su investigación, Mario Molina fue galardonado en 1995 con el Premio Nobel de Química. Los usuarios de los CFCs que aún no lo habían hecho comenzaron a reconvertirse y los fabricantes de CFCs fueron cerrando sus plantas elaboradoras (hubo prohibiciones en la UE, en los Estados Unidos de América y cierres voluntarios en el cono sur).
Hoy la vulnerable capa de ozono ha comenzado a recomponerse. Si aún se detecta el “agujero” sobre los casquetes polares, es porque continúan llegando a la estratosfera los gases emitidos 10 años atrás.

MERCADO NEGRO
Ahora que está cercano el vencimiento de las fechas de tolerancia que fijó el Protocolo de Montreal, los diferentes calendarios estipulados para los países industriales y los “emergentes” generan confusión y dejan margen para maniobras ilegales. Algunos países se ampararon bajo el paraguas de “emergentes” (China, Rusia e India) y aumentaron la producción de CFCs, tornando difícil el control de sus exportaciones. Es verdad que en algunos casos es realmente difícil para los usuarios disponer de sustitutos, pero, a la inversa, también sucede que por razones económicas persiste la resistencia a efectuar inversiones para incorporar innovaciones técnicas en los equipos, a pesar de que es factible hacerlo.
Una investigación de Julian Newman (miembro de una ONG británica que vigila el tráfico ilegal de especies en extinción, maderas y SAOs), que reprodujo una publicación de la UNEP (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) denuncia que a sólo 10 años del Protocolo de Montreal los CFCs ingresados ilegalmente por el puerto de Miami ocupaban el segundo lugar, en términos de valor, entre las mercaderías contrabandeadas.
Los países que compran CFCs en el mercado negro se hacen de sustanciales diferencias porque suelen pagarlos a precio de saldo: un contenedor desólo 20 toneladas puede dejar un beneficio de más de un cuarto millón de dólares.
No es exagerado el calificativo de mafioso si se toma en cuenta que el contrabandista que le vendió a Alemania SAOs de origen chino fue acusado de venderle a ese mismo país piezas de misiles. En otros casos fueron detenidos “camellos” del narcotráfico contrabandeando CFCs en la frontera mexicano-estadounidense. Otro mecanismo para burlar las prohibiciones del Protocolo de Montreal es simular procesos de reciclado cuando en verdad se trata de producciones nuevas, ocultándolas a la sombra de la disposición de la ONU que creó un fondo multilateral para aquellas empresas nacionales que acepten reconvertirse o para las que se dediquen a reciclar los CFCs. La trampa por la vía de la autorización del reciclado permitió que en sólo dos meses de 1997 ingresaran a los Estados Unidos 350 toneladas de halon que teóricamente habían sido recicladas en China. Para tener una idea de lo que significan esas 340 toneladas ha de tenerse presente que la planta más moderna de reciclado no superaba las 70 toneladas anuales.
El cambio de destino es otra de las maniobras. A mediados de los 90 algunos intermediarios (particularmente del Reino Unido) importaron grandes cargamentos de Rusia con el objetivo declarado de enviarlos a los países emergentes favorecidos por los plazos mayores de tolerancia en el calendario, pero lo cierto es que esos cargamentos terminaron en el mercado negro europeo y estadounidense.
Cuando los estadounidenses descubrieron las maniobras de contrabando y lanzaron la Operación Brisa Fresca, en 1995 por la Florida ya habían ingresado 9000 toneladas de CFCs en sólo dos años.
Empresas fantasma del Reino Unido y de Alemania contrabandearon 800 toneladas de CFCs que terminaron en el Reino Unido, Italia, Bélgica, Grecia, Francia, Alemania, Hungría y los Estados Unidos. India, Pakistán, Malasia, Indonesia y Vietnam han crecido como centros de contrabando en la medida en que al resto de los países se les hace más difícil conseguir los CFCs producidos legalmente. Con todo, el futuro de los contrabandistas verá achicarse sus márgenes de maniobra en la medida en que las plantas de China, Irán e India, entre otras, acaben cerrándose para cumplir los compromisos internacionales que esos países suscribieron.
Hasta que se logre un consenso internacional efectivo para evitar las producciones ilegales, el contrabando no sólo sobrevivirá sino que se hará más redituable (a menor oferta mayor valor). Países como el nuestro tendrán que cubrir el vacío legal existente y sancionar las normas complementarias que demandan los compromisos suscriptos –recordar que tras la reforma constitucional de 1994 el Protocolo de Montreal es ley de leyes– y capacitar a los aduaneros que seguramente tienen más experiencia para detectar un contrabando de cigarrillos que para pesquisar el ingreso fraudulento de sustancias agotadoras de la capa de ozono.

* Coordinador de programas escolares de esclarecimiento sobre la problemática atmosférica y ex presidente de la Cámara Argentina del Aerosol (CADEA).

Futuro mantiene este espacio abierto a los científicos argentinos para que cuenten sobre qué están trabajando o para que opinen sobre este u otros temas.

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