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Sábado, 27 de abril de 2002

NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

Una antigua via romana
Un descubrimiento casual en Inglaterra confirma, una vez más, que las legendarias carreteras romanas estaban hechas para durar. Las vías del Imperio Romano atravesaron buena parte de Europa, facilitando el comercio y la circulación de tropas y carros. En general, esos caminos seguían un mismo patrón de construcción: una capa inferior de arena, una capa intermedia de piedras, y, por encima, una capa de losa. Y así, duraron siglos. La cuestión es que hace poco, y cerca de la ciudad de Brough, un grupo de operarios estaba reparando una ruta que recorre el sur de Inglaterra. En medio de las excavaciones dieron con un tramo, muy bien conservado, de un viejo camino de piedra de doce metros de ancho: tal como lo confirmaron posteriormente unos arqueólogos británicos, se trataba de una parte de una importante vía construida hace dos mil años. Esta antigua carretera del Imperio Romano pasaba al norte de Londres y recorría unos 400 kilómetros en dirección Nordeste-Sudoeste, uniendo a las actuales ciudades de Lincoln y Exeter. Refiriéndose a este accidental hallazgo, el arqueólogo británico Russel Trimble dijo: “Es un típico camino romano: está muy bien construido y tiene una alta durabilidad. El simple hecho de haberlo encontrado dos mil años después, y en buenas condiciones, lo demuestra”.

La mosca robot
A veces, algunos científicos juegan con la tecnología, creando engendros un tanto ridículos, al menos, en apariencia. Tal es el caso de la “robofly” (mosca robot), que está siendo desarrollada por un equipo de investigadores de la Universidad de California, en Berkeley. Si bien es cierto que todavía no han llegado al modelo ideal (la imagen que se ve está creada por computadora), los ingenieros Ron Fearing, Krisofer Pister y el biólogo Michael Dickinson están bien encaminados en su curioso propósito: crear una mosca artificial, copiando razonablemente el aspecto y la técnica de vuelo de las verdaderas. En pruebas recientes, los científicos norteamericanos ensayaron con una mosca robot que pesa apenas 0,2 gramos, y cuyas alas tienen una envergadura de 2,5 centímetros. La pequeña máquina funciona con un motorcito eléctrico que hace batir sus alas, construidas de polímero rígido. Pero, hasta ahora, no logró despegar del suelo, porque para eso debería batir sus alas con más fuerza. De todos modos, el trío de investigadores no se rinde, y espera tener un prototipo volando en su laboratorio para fines de 2003. La robo-fly definitiva tendría sensores, controles de vuelo y paneles de energía solar. Ahora, la pregunta obligada: ¿Para qué serviría? Según Fearing, la mosca robot podría realizar tareas de vigilancia en propiedades, monitoreo de condiciones ambientales o, incluso, “podría ser un robot compañero, que nos ayudaría a encontrar cosas en nuestra casa”. No será el invento del siglo, pero, al menos, suena divertido.

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