futuro

Sábado, 17 de agosto de 2002

GENETICA: DESARROLLO ANIMAL

El ala de una mosca

Por Javier Sampedro
El País

La paradoja se conoce desde hace casi 30 años. El ala de una mosca, que tiene unas 30.000 células, proviene de un grupito de unas 30 células en el embrión. En condiciones normales, por tanto, cada célula embrionaria se divide unas diez veces para generar un territorio de unas 1000 células en el ala adulta. Sin embargo, si una sola célula embrionaria adquiere una alta velocidad de división (mediante manipulación genética), ella sola es capaz de formar la mitad del ala. Es decir, en vez de diez veces se divide unas 14 veces, y por tanto no genera un territorio de 1000 células, sino de 15.000. Las otras células embrionarias también empiezan a dividirse, pero su descendencia desaparece en algún momento. Y, pese a todo ello, el ala resultante es totalmente normal.
Estos interesantes experimentos, publicados ya por Ginés Morata y Pedro Ripoll en 1975, son una indicación de que el desarrollo animal no se basa en un programa rígido de divisiones celulares. Cada célula del embrión es capaz de generar una estructura adulta completa, aunque normalmente sólo genere una pequeña parte de ella. ¿Cómo es esto posible? Morata, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, y sus colaboradores Eduardo Moreno y Konrad Basler, de la Universidad de Zurich, han rematado ahora ese problema planteado hace 30 años, según publicó la revista Nature.
Durante el desarrollo del ala es crucial para una célula su posición respecto de una frontera que cruza el ala de base a punta. La frontera es la que segrega una molécula llamada dpp que es capaz de activar genes de forma dependiente de la concentración: si una célula recibe mucho dpp no activa unos genes (y genera ciertas estructuras), y si recibe menos activa otros genes (y genera otras estructuras).

El poder del dpp
El poder de dpp se puede revelar manipulando el gen que lo fabrica: si se elimina, el ala desaparece. Si se le activa en una zona errónea, se forma un ala doble.
¿Qué ocurre con las células manipuladas para que proliferen más deprisa de lo normal? Pues ocurre que no sólo chupan el dpp que les corresponde, sino también el que normalmente les tocaría a las células vecinas, de proliferación más lenta. Y estas pobres vecinas, privadas de su dosis de morfógeno, activan el proceso de “suicidio programado” o apoptosis. Por eso desaparecen del mapa, y por eso las células de proliferación rápida se acaban haciendo con todo el territorio.
Y también por eso la forma del ala es normal pese a todo. Por muy deprisa que proliferen, las células ganadoras siguen estando a diferentes distancias de la frontera, y recibiendo cantidades distintas y correctas de dpp. Morata cree que, en el desarrollo normal, este sistema ayuda a regular el tamaño final de los órganos, y también garantiza que las células débiles sean eliminadas. Tanto dpp como la apoptosis existen en todos los animales, humanos incluidos, y es probable que el sistema tenga relevancia en nuestra especie.

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