futuro

Sábado, 16 de agosto de 2003

ASTRONOMíA

Nuevo destello en la oscuridad

Rho Cassiopeiae, la próxima supernova

Por Mariano Ribas

En cualquier momento, una nueva y poderosa luz podría encenderse en el cielo. Quizá, mañana. O pasado. O tal vez dentro de seis meses, cinco años, o un siglo. No hay manera de predecir la fecha exacta, sin embargo, en términos astronómicos, el evento sería inminente: a 10 mil años luz de la Tierra, una enorme estrella agoniza, y su suerte final ya está echada. Se llama Rho Cassiopeiae, y es una de las principales candidatas a convertirse en la próxima supernova de nuestra galaxia.

Estallidos estelares
Una de las cosas más sorprendentes (y quizás, antiintuitivas) de la astrofísica es que las estrellas más grandes son las que menos viven: “apenas” unos millones de años. Pero es lógico, porque para funcionar como funcionan, estas descomunales fábricas de luz y calor necesitan quemar sus reservas de hidrógeno a un ritmo arrollador. Y luego, después de algunas etapas previas, donde van creando y quemando elementos cada vez más pesados (helio, carbono, oxígeno, hasta llegar al hierro), terminan sus vidas de forma espectacular: explotan, arrojando al espacio la mayor parte de su masa a velocidades increíbles. Y eso es lo que se conoce como “supernova”. En ese momento, el estallido de la estrella puede brillar más que toda una galaxia.

Una larga pausa
Las supernovas son eventos sensacionales. Y es curioso pensar que, sin que nos demos cuenta, y todos los días, alguna explota en algún lugar del universo. Son fenómenos rutinarios a escala cósmica, pero poco comunes a escala local. Durante el último milenio, sólo se han observado cinco supernovas en la Vía Láctea: en 1006 (que fue la más brillante de la historia), 1054, 1181, 1572 y 1604. Las dos últimas fueron vistas, entre otros, por Tycho Brahe y Johannes Kepler, dos de los más grandes astrónomos de la era pretelescópica. Ya han pasado cuatro siglos desde la “supernova de Kepler”, pero los astrónomos tienen en la mira a la estrella que podría cerrar este largo y tedioso paréntesis.

Alarma en Casiopea
Perdido anónimamente entre las cinco estrellas que forman la clásica “W” de la constelación boreal de Casiopea (invisible desde la Argentina), hay un pálido punto de luz ligeramente amarillento. Está a unos 10 mil años luz del Sistema Solar, y eso explica su tímido aspecto: en realidad,
Rho Cassiopeiae es una estrella supergigante, mucho más grande que el Sol. Hasta hace apenas unos años, nada demasiado raro parecía ocurrirle. Pero a mediados de 2000, un grupo internacional de astrónomos, que la venía observando atentamente con el supertelescopio William Herschel del observatorio de las Islas Canarias, notó algo extraño: en cuestión de meses, la temperatura de Rho Cassiopeiae cayó de 7000ºC a 4000ºC. Un verdadero cimbronazo térmico que encendió la alarma de Garik Israelian y sus colegas. Poco más tarde, el análisis espectroscópico de su luz delató la presencia de óxido de titanio en su parte más externa. Al parecer, este compuesto formaba parte de una colosal cáscara gaseosa eyectada por la estrella. ¿Cuán grande? Según sus asombrados observadores, Rho Cassiopeiae había vomitado una cantidad de gas equivalente a 10 mil masas terrestres. Una soberana barbaridad, aun para los parámetros estelares. En suma: algo extraño (y terrible) había ocurrido en la enorme y avejentada estrella.

En cualquier momento
Desde entonces, Israelian y su equipo han seguido monitoreando el comportamiento de la inestable criatura. Y hace poco publicaron sus resultados. La conclusión es por demás dramática: “Rho Cassiopeiae podría explotar como supernova en cualquier momento, dado que muestra signos de haber agotado todo el combustible nuclear de su centro”, dice el astrónomo. Y más allá de lo espectacular del anuncio, agrega que el estudio de esta y otras estrellas grandes y ancianas “puede ayudarnos a entender mejor los complejos episodios que preceden a las supernovas”.
Las enormes distancias interestelares nos plantean una curiosa situación: quizás, y sin que lo sepamos aún, la estrella de Casiopea ya haya explotado. Y la luz de su fatal estallido todavía estaría viajando hacia aquí. Si la explosión ocurrió ahora, hace mil años, o hace nueve mil años, nosotros jamás la veremos. Pero si Rho Cassiopeiae murió hace alrededor de 10 mil años, entonces sí, su luz habría tenido el tiempo necesario para llegar a la Tierra, luego de recorrer la gigantesca distancia que nos separa de la estrella. Si así fuera (ojalá), nuestra generación, al igual que las de Brahe o Kepler, podría presenciar uno de los espectáculos más extraordinarios de la naturaleza.

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