futuro

Sábado, 16 de agosto de 2003

DEMOGRAFIA: ¿CUANTAS PERSONAS HUBO EN TODA LA HISTORIA?

Todos los humanos, todos

Por Federico Kukso
y Leonardo Moledo

En los años setenta, una cifra (de lo más arbitraria) comenzó a circular de boca en boca (y de medio a medio) como un hecho concreto y corroborado hasta convertirse casi en una de esas historias de dudosa procedencia llamadas leyendas urbanas. Se afirmaba que el 75 por ciento del total de los seres humanos que existieron en la historia estaban vivos en ese preciso momento. En verdad, se trataba de un número bastante engañoso y que sirvió para ilustrar (y, a la vez, horrorizar a aquellos más susceptibles) la explosión demográfica que se produjo desde mediados del siglo XX.
Aunque dicho porcentaje ya se dejó de lado, en su lenta retirada sembró una pregunta que, a primera vista, parece imposible de responder: ¿cuántos seres humanos existieron a lo largo de toda la historia? Es cierto: resulta bastante improbable llegar a un número exacto, perfecto y sin resquicio para el error.
Aun así, los demógrafos, que se ocupan de los problemas de la población, cuentan con información suficiente para arriesgar una cifra y, si no, pegarle en el clavo, al menos, sacar una estimación. Carl Haub, demógrafo del Population Reference Bureau, un grupo de investigación sin fines de lucro con sede en Washington, sumó, restó, multiplicó y hasta inventó cifras (para sortear baches) y alcanzó una cifra bastante ostentosa. Esta es su cuenta.
Para comenzar, afirma, hay que fijar un punto de partida. Claro está que, para la paleoantropología, la fecha exacta de la aparición en escena del hombre (tal como se lo conoce hoy) es un tema bastante espinoso. Lo cierto es que todos (sí, todos) descendemos de una única población africana, que entre treinta y sesenta mil años atrás empezó a desperdigarse por el mundo. Ya eran Homo sapiens.
De ahí, hasta que la humanidad adoptó la agricultura como forma de supervivencia, se sabe poco en términos de cantidades de individuos. Sin embargo, la tasa de crecimiento durante mucho tiempo, se presume, debe de haber sido casi cero, esto es, el número de nacimientos y de muertes estaba equilibrado: nuestros antepasados vivían poco y tenían, seguramente, altísimas tasas de mortalidad infantil (tal vez, 500 muertes cada mil nacimientos).
También se cree que aquellos grupos recolectores-cazadores (y nómades) mantenían un férreo control de la población por diversos métodos, que incluían el infanticidio, es decir, matar a los niños que pusieran en jaque el equilibrio entre la población y los recursos que había para alimentarse. Además, la tasa de mortalidad debe haber sido en varios momentos altísima (y más elevada que la de natalidad), a raíz de hambrunas, agresiones de enemigos externos, las cambiantes condiciones del tiempo, predadores y enfermedades. Por otro lado, los niños debían ser muy vulnerables, las personas adultas no sobrevivían hasta una edad avanzada y es posible que muchos grupos no sólo mermaran sino que también desaparecieran ante estos problemas. En cualquier caso, la vida era corta.
La biología también aporta lo suyo: para autosostenerse y no desaparecer a causa de la endogamia y el descenso de la variabilidad genética las poblaciones debían tener alrededor de cuatrocientos individuos en cada grupo. Según los arqueólogos, para la época de la invención de la agricultura (hace 10 mil años), la población mundial era, aproximadamente, de 5 millones de personas. Así, al disponer de mayores recursos, se inició un proceso sostenido de aumento de la población: en la época de Jesucristo –es decir, en el año 1– la población mundial era de trescientos millones, más o menos la que actualmente tiene los Estados Unidos (292 millones). En el año 14, un censo que se llevó a cabo en el Imperio Romano (de España al Asia Menor), arrojó 45 millones de habitantes. Sin embargo, muchos historiadores dudan de esa cifra, dada la imprecisión con que se llevaban los recuentos para entonces.
Mil seiscientos años más tarde, la población se había duplicado y en el año 1650 llegaba a quinientos millones. Si se compara esta cifra con la cantidad de gente que había para el año 1, el crecimiento es bajísimo. Una razón de ello fue la llamada “muerte negra”, la peste que asoló Europa durante la Edad Media y que se cree que pudo haberse originado por el 540 a.C. en Egipto, desde donde se esparció por todo el viejo continente y cobró la vida de casi 30 millones de individuos.
La Revolución Industrial (a mediados del siglo XVIII), con las mejoras en las condiciones de vida que trajo aparejadas, implicó un impulso poblacional enorme: en 1800 se pasó la marca de los mil millones de seres humanos. Desde entonces, el crecimiento no se detiene. Incluso, para duplicarse tardó sólo 130 años: hacia 1930, la población mundial llegaba ya a los dos mil millones y en 1976 a cuatro mil millones: se había duplicado en sólo 46 años. Trece años más tarde, en 1990, se quebró el record de los cinco mil millones; y en 1999, el de los 6 mil millones. Actualmente, somos 6.314.000.000 habitantes. Y sigue creciendo: cada hora nacen once mil nuevos individuos y cada año se agregan otros 95 millones de personas.
Sumando y haciendo cálculos y estimando la duración de las generaciones, Carl Haub calculó que la cantidad de humanos que existieron en toda la historia es de 106.400.000.000. Esto es, la cantidad de seres humanos actualmente vivos (seis mil millones) es un poco menos del 6 por ciento del total. Evidentemente, la cifra de Haub no es ni por asomo exacta, e incluso puede ser cuestionada. Modestamente, es apenas una aproximación al asunto, aunque, como se dice, peor es nada. Pero igual uno se siente un poco solo en medio de semejante multitud.

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