futuro

Sábado, 4 de octubre de 2003

TECNOLOGíA: LIBROS, TINTA Y PAPEL ELECTRóNICO

Temblores en la Galaxia Gutenberg

Por Federico Kukso

Cuando el 28 de diciembre de 1895 los hermanos Louis y Auguste Lumière presentaron en sociedad la primera proyección cinematográfica del mundo en el Grand Café del Boulevard des Capucines en París, muchos vaticinaron que era el fin del teatro. La historia pareció repetirse a principios de 1930 cuando el invento del ingeniero escocés John Logie Baird, la televisión, se internó sin mucho disimulo en el ámbito cultural británico y estadounidense: en ese caso quienes debían tener ya listas sus actas de defunción eran justamente el cine y la radio (ni hablar de cuando aparecieron en los ‘70 las primeras videocaseteras). Con estos antecedentes, es de creer que anunciar a viva voz o profetizar recurrentemente la muerte de medios de comunicación es un deporte con bastantes adeptos.
Casualidad o destino, la cuestión es que ni el teatro ni el cine ni la radio desaparecieron. Es más, siguen vivitos y coleando. Pero los pregoneros mortuorios no son fáciles de aplacar: desde que en 1995 Internet cobró auge, el que tendría sus días contados sería ni más ni menos que el libro. Sus enterradores son muchos y variados. En primer lugar, el hipertexto (o sea, las páginas que abundan por ejemplo, en la web), que a partir de saltos de links (vínculos) a links permitiría una lectura cuasi-infinita, y no lineal, al antojo del lector. También están los CD-ROMs, capaces de almacenar miles de páginas. Pero el medio electrónico que se las trae es el llamado “papel electrónico”, unas plantillas blancas con el mismo aspecto que el papel convencional, pero con la salvedad de que su contenido puede actualizarse una y otra vez y mostrar los contenidos completos de una biblioteca; algo así como un libro infinito.

Biblioteca a la Carta
Si bien está en auge hace cinco años, la primera versión de papel electrónico (muy rudimentaria, claro) es de 1975, cuando Nick Sheridon, del Centro de Investigación de Xerox en Palo Alto, California (Estados Unidos), inventó un material al que llamó “Gyricon” (de las palabras griegas gyro e icon que significan “imagen rota”). Sheridon tuvo la idea de crear una lámina cubierta de diminutas esferas de plástico, mitad blancas y mitad negras, capaces de ser giradas mediante el impulso de un campo eléctrico; sin embargo, Xerox desechó la idea por considerarla muy cara para llevarla a cabo.
Pasaron los años, los costos se abarataron y el Gyricon, como el ave fénix, renació. Desde 1990, Xerox produce estas laminillas compuestas de millones de bolitas de 0,1 mm que se vuelven blancas o negras al aplicarle cierta cantidad de corriente eléctrica. Una combinación de corrientes forma imágenes, letras, palabras y párrafos.
IBM, Microsoft, Philips y Lucent son otras de las megaempresas que están invirtiendo millones de dólares para que su e-paper sea hoy el soporte de los diarios, libros y revistas del mañana. Dick Brass, director de tecnología y desarrollo de Microsoft, ya se alineó entre quienes defienden a capa y espada el papel electrónico. Y predijo: “La última edición en papel de The New York Times aparecerá en 2018”. A los editores del diario neoyorquino no les gustó demasiado.

Tinta “casi” invisible
Pero si en realidad los gurúes tecnológicos pretenden que el papel electrónico pelee codo a codo con el de celulosa (y eventualmente gane la contienda), éste tiene que cumplir cuatro condiciones: ser legible, relativamente barato, ligero y resistente. Algunos lo hacen, otros no.
En los Laboratorios de Medios del Instituto Técnico de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, desarrollan unas láminas ultradelgadas de papel electrónico de distintos tamaños. De un grosor de 0,3 mm (tres pelos humanos), se las puede doblar, retorcer y enrollar sin afectar el texto que muestra.
Pero con el papel solo no basta. También es necesario contar con un elemento que posibilite que los contenidos de los textos se actualicen. Así nació la “tinta electrónica” (e-ink), creada por Joseph Jacobson y sus colaboradores del MIT en 1997. El concepto de este “pigmento” es parecido al del Gyricon: está hecho en base a un líquido acuoso con alta concentración de microcápsulas de plástico transparente de unos 50 a 100 micrómetros de diámetro. Pero en vez de dar vuelta para mostrar sus diferentes caras (blanca o negra), las cápsulas son fijas, aunque rellenas con un pigmento blanco de dióxido de titanio en un líquido teñido de negro, que forman las imágenes de acuerdo a la corriente eléctrica aplicada.

Que bien se te ve
Lo interesante del asunto es que los contenidos, con estos sistemas de microcápsulas incrustadas en el papel electrónico, no tienen por qué permanecer estáticos. De hecho, ya está en marcha una nueva generación de papeles electrónicos capaz de transportar videos e imágenes animadas. Un equipo de investigadores del Philips Research Lab en Eindhoven (Holanda) encontró la forma de mostrar imágenes de alta definición en movimiento. A partir de un proceso conocido como “electrohumectación”, los científicos pudieron manipular aceites de colores en los pixeles de una página con una velocidad y precisión tal que logran generar presentaciones de vídeo claras y definidas. En diez milisegundos los pixeles cambian de estado, lo suficiente como para generar cien nuevas imágenes por segundo.
Aunque todavía no lo percibamos, podemos estar atravesando los primeros momentos de un cambio cultural sin precedentes en los últimos 500 años. O tal vez más, como se dio cuando se abandonaron los papiros egipcios, las losas de piedra y arcilla mesopotámicas y los manuscritos en los que los scriptoria medievales escribían y reescribían sus palimpsestos y apareció en 1448 Gutenberg con su imprenta de tipos móviles.
El investigador francés Roger Chartier señala que la situación actual es comparable con lo que ocurrió entre los siglos I y IV cuando se pasó de los textos manuscritos en rollos a los códices, antecedentes de los libros. Leer uno de estos cilindros implicaba una postura diferente, no se podía leer y escribir al mismo tiempo y menos hojearlo.
El “fin del libro” (si tal cosa alguna vez ocurre) no va a ser de un día para el otro. En definitiva, es todo un símbolo de la Modernidad y de la cultura (por lo que quemar un libro siempre fue considerado un atentado contra el pensamiento). Y sobre todo el libro, tal como lo conocemos, cuenta con una ventaja quizás imbatible: la de la simplicidad. Los libros pueden transportarse a cualquier parte, en cualquier momento y sin necesidad de electricidad o pilas. Con eso, y las ganas de leer, basta y sobra.

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