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Muy a menudo, las protestas contra la globalización vienen en combo. Y en este combo no se excluyen siquiera las alarmas papales ante la biotecnología. Todos los males del globalifóbico pueden condensarse en la hamburguesa cuyo pan es de harina de un trigo transgénico. El autor de este pequeño y estimulante libro, Ezequiel Tamborini, anticipa los beneficios que en Latinoamérica produciría la biotecnología aplicada, una vez caídas las trabas impuestas por gobiernos, instituciones y aun por movimientos globales. Y explica por qué países como México, Brasil o Argentina cuentan con patrimonios genéticos de una biodiversidad envidiable en un mundo, el del siglo XXI, que tendrá en la biotecnología a uno de sus mayores motores económicos. Detrás de las alarmas en contra de los transgénicos se esconden, entonces, intereses muy materiales, mayormente europeos. Tamborini analiza los alcances de la “avanzada genómica”, el papel de empresas biotecnológicas como Monsanto o Biosidus, y enumera los logros humanitarios del maíz tolerante a los insectos y de la soja maradona (como llaman los gaúchos brasileños a la variedad argentina que produce plantas petisas, regordetas, ilegales y muy productivas). En un mundo incierto, la biotecnología ofrece una oportunidad única. Y el autor cierra su volumen cuidadamente argumentado con la pregunta panfletaria y eficaz sobre si Latinoamérica continuará especializándose en la inercia.

Sergio Di Nucci