futuro

Sábado, 18 de octubre de 2003

FINAL DE JUEGO

Donde se habla de los estoicos y se propone un enigma con una bolsa de oro

Por Leonardo Moledo

–Bien –dijo el Comisario Inspector–, hoy no es un buen día. Pero en el fondo, ningún día es bueno.
–Mientras sea en el fondo –dijo Kuhn.
–Aquí vendría bien una cita de Margarita Yourcenar –dijo el Comisario Inspector–, pero no tengo el libro a mano. Adriano hablaba de las cosas importantes y de las que no son importantes, y sobre lo fundamental que es distinguir entre ellas.
–Una posición de tipo estoico –dijo Kuhn.
–Bueno –dijo el Comisario Inspector–, en la época de Adriano, el estoicismo flotaba en el ambiente. El mismo nieto adoptivo de Adriano, Marco Aurelio, fue un importante filósofo estoico.
–Me gustan los estoicos –dijo Kuhn–. Leer a Epicteto es impresionante: “Hay cosas que dependen de ti y hay cosas que no dependen de ti, como por ejemplo la fama y el dinero. Si sabes distinguirlas, vivirás tranquilo y serás feliz. Si no sabes distinguirlas, te hundirás en la desdicha”.
–O esta otra –dijo el Comisario Inspector–. Vienen los amigos de Agripino, patricio romano de la época de Nerón. “Agripino”, le dicen, “¡te están juzgando en el Senado!”. “Ah, qué bien”, contesta Agripino, “pero ahora discúlpenme, porque tengo que ir a las termas con algunos amigos”. A la tarde de ese mismo día, vuelven los amigos a la casa de Agripino: “Ya salió el veredicto”, le dicen, “y te han condenado”. “Ah, qué bien”, les contesta Agripino, “¿Y a qué me han condenado? ¿Al destierro o a muerte?”. “Al destierro”. “Ah, qué bien. ¿Y mis propiedades?”. “Confiscadas”. “Ah qué bien”, dice Agripino, “y ahora discúlpenme, pero tengo que ir a cenar con unos amigos”.
–Notable –dijo Kuhn–, aunque hay algo de lo que los estoicos no pueden dar cuenta: las pasiones.
–Bueno –dijo el Comisario Inspector–. “¿Acaso el león sabe de entrada lo que debe hacer? No. Se entrena para ello.”
–Ni el inconsciente –dijo Kuhn.
–No me imagino el inconsciente de Epicteto –dijo el Comisario Inspector-. Y ahora, para variar, voy ya mismo al enigma. Agripino, en su exilio, se encuentra con dos personas y les dice: “Tengo una bolsa de oro para repartir entre ustedes”, pero deben acordar el reparto instantáneamente. “Bueno”, le dice Claudio a Flavio, “repartamos mitad y mitad”. “No”, contesta Flavio, “yo quiero el setenta por ciento”. ¿Qué debe hacer Claudio?

¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Qué debe hacer?

Correo de lectores

Los puentes de Colon
Imaginar a Colón, asustado y perseguido por los tripulantes de sus carabelas (que vieron negada su petición de quedarse un par de días más disfrutando de las Indias y/o de los indios), hace que uno se aleje del meollo del enigma. Casi cinco siglos pasaron para que la cultura del Viejo Mundo adopte algo de la libertad sexual de los originarios habitantes de América y, así, reconocer, tácitamente, la superioridad en algunos aspectos de su desarrollo intelectual. Cerca de un río con cocodrilos sería muy probable que haya un lapacho o un cocotero lo suficientemente alto como para que alguien se suba a pispiar para qué lado queda el puente. No sé si Colón lo hubiera hecho, pero un indio sin ninguna duda.
Saludos.
Jorge Puccio

Conquista
Muy interesante el número dedicado a Colón, pero es necesario marcar con mayor intensidad que lo pernicioso de la falacia histórica sobre el descubrimiento no es que Colón no haya sido el primero en llegar. Si realmente hubiese sido el primero en llegar, lo del descubrimiento sería igualmente falso y si los vikingos hubiesen tenido éxito en su empresa, tampoco hubiesen “descubierto” América. Negar la obra de Colón es un problema de europeos, nosotros tenemos que concentrar nuestros esfuerzos en rescatar y revalorar la historia de América en su totalidad; no tenemos que negar la colonización que existió, pero no fue ella la que nos creó. Así como los árabes, en el siglo VII, no descubrieron España, ninguna potencia europea “descubrió” América. El origen histórico de América es, al igual que el origen histórico de los restantes continentes, una tarea pendiente, que día a día los científicos tratan de dilucidar.
Atentamente.
Héctor Félix Bernal

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