Viernes, 28 de agosto de 2015 | Hoy
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Beatriz Portinari, el accidentado documental sobre Aurora Venturini, que a mitad de rodaje fue interrumpido por la escritora al grito de “grupo de vinchucas”.
Por Malena Rey
“¿Qué? ¿Estás filmando?”, dice Aurora Venturini con un dejo de ingenuidad y otro de perspicacia ante las cámaras de Fernando Krapp y Agustina Massa, responsables de Beatriz Portinari, el documental que repara en la curiosa existencia de esta escritora nacida en La Plata en 1922, ganadora en 2007 del concurso de Nueva Novela organizado por este diario por su genial novela Las primas. Para ese concurso, Aurora había elegido justamente como seudónimo el bello nombre de la musa del poeta Dante. Y en un efecto rebote, si de premios se trata, como si un éxito extraño estuviera cifrado en ese nombre, la película acaba de recibir el importante galardón de Argentores a Mejor Guión Documental, otorgado por un jurado formado por Vera Fogwill, Ariel Rotter y Andrés Habegger Castro.
Pero no todo es color de rosa. Porque el presente de Venturini que retrata el documental es el de una mujer anciana, de más de noventa años, detenida en las manías del pasado, en ciertas insistencias como escribir a mano o a máquina, que atiende a lxs realizadores mientras llega el kinesiólogo que la trata por sus dolencias corporales, y que por suerte sigue entregándose a la literatura (“¿Seguís escribiendo?”, le preguntan. “Sí, qué voy a hacer, es lo único que hago”). Es que Venturini sufrió una accidente doméstico que la puso al borde de la muerte hace algunos años (“Estuve en el infierno”, dice), y convive con los achaques que se suman a una coquetería de otra época. Eso sí, su lucidez está intacta. Y la idea de penetrar en su universo más íntimo, de conversar con ella sobre sus libros publicados, sobre el puñado de amistades célebres que cultivó hace décadas –Eva Perón, Sartre y Simone de Beauvoir, por caso– genera un efecto fascinante en lxs directorxs. Es una fascinación peligrosa también, porque da la impresión de que llegar al fondo de los pensamientos de esta vieja desafiante, que siempre tiene algo que contestar, no es tan fácil. Lo mismo puede recibir en su casa a un párroco encargado de exorcismos como recordar emotivamente a sus antiguas y queridas mascotas –la araña Rebeca y su hija, que murió aplastada por un libro y todavía descansa ahí–, entre otras extravagancias.
Lo inesperado, lo arbitrario, incluso lo misterioso, están latentes durante los más de setenta minutos que dura la película, narrada pausadamente en off por Rosario Bléfari. Y en determinado momento, como un desafío y un escollo que la misma Aurora parece disfrutar poner, esa voz nos dice que Venturini decidió no seguir haciendo el documental. Se nos cuenta que incluso se refirió al equipo de producción como un “grupo de vinchucas”. Ahí es donde aparece la gran habilidad de lxs directorxs para sortear tremendo obstáculo: el relato no se va por la tangente, sino todo lo contrario, exhibe mejor que nunca la excentricidad de su protagonista. Y entonces esta mujer lunática se va perfilando a partir de los relatos que otrxs hacen de ella –es especialmente interesante el de una amiga cercana, fanática y estudiosa de su obra–, y así se van completando sus otras caras (el último registro que consigue el documental de su protagonista es público: la presentación de uno de sus últimos libros en su ciudad natal). Las declaraciones de algunos integrantes del jurado que la premió en su momento (Juan Ignacio Boido, Mariana Enriquez, Liliana Viola) también ayudan a iluminar más y más facetas desafiantes de esta extraña dama. Una película intensa tanto para quienes ya conocían el perturbador universo de sus ficciones, como para quienes busquen acercarse por primera vez a su obra.
Beatriz Portinari. Un documental sobre Aurora Venturini se dará hoy a las 12 del mediodía en el ciclo Primera Persona del Canal IncaaTV. También puede conseguirse a través de facebook.com/beatrizportinari.pelicula
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