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Viernes, 26 de abril de 2002

ENTREVISTA

Una mina fuerte

Liliana López Foresi recaló en Plus Satelital y desde ahí sigue, obstinadamente,
haciendo periodismo. Tras haber ocupado lugares de privilegio en canales de aire, mientras la realidad cambió, ella se mantuvo en sus trece, aunque no en el 13.

Por Sonia Santoro

Liliana López Foresi entra puntual al estudio donde graba “La persona indicada”, el programa que va los martes a las 21 en vivo por Plus Satelital. Su gran figura avanza por el pasillo. Es alta, mide 1,74, y “tengo tacos”, aclarará después, pero es tan imponente como cualquiera que la haya visto en televisión en sus casi 30 años de carrera, se imagina. Sentada en su pequeño camarín, invita a hablar “de lo que quieras”. E inmediatamente abre su gran sonrisa; como profesional que es, intenta quitar tensión.
–¡Qué linda panza! –dice a la cronista, que está embarazada. Y luego intercambiarán los comentarios más usuales sobre la cuestión: el nombre del bebé, los kilos aumentados por la futura mamá. “Yo aumenté más de 20, comé tranquila”, consuela. No será la única vez que se hablará de embarazos y niños esta noche. Más tarde se referirá a su hijo,y a sus cinco embarazos perdidos. Y la persona indicada de la noche, la diputada por el ARI Lilita Carrió –ante la vista de la panza periodística, ¿o será sólo una ilusión de estrellato maternal– dirá en algún momento que ella “no quería ser presidente” pero que esas cosas son “como el embarazo, uno se tiene que hacer cargo; en este país ya no se puede ser irresponsable”.
–¿De nena ya sabías que querías
ser periodista?
–Siendo una nena nunca. Había pensado, a los 6 años, ser bailarina. Era una niña que tocaba el piano, profesora de teoría y solfeo, y en la escuela era a la que elegían siempre para conducir y ese tipo de cosas.
–¿Te gustaba?
–No, más bien lo que quería hacer, si era para el arte, era bailar o actuar. Esos eran mis juegos. Además, todo lo que tuviera que ver con la ropa. Mis pedidos de Reyes eran un gran cofre que yo abriera y estuviera lleno de ropa de teatro y joyas... –se ríe con ganas.
–¿Te traían?
–Te imaginás que nunca me han traído lo que en realidad deseaba, salvo la bicicleta.
–¿Y cómo llegaste al periodismo, entonces?
–Eso ocurrió después. Había tantas cosas que me siguen gustando... tengo una curiosidad masiva. A mí me hablás de física cuántica y me deslumbro y no entiendo cómo no estudié física. Me hablás de medicina y lo mismo, ¿entendés? Me parece tan fascinante todo el saber que me produce al día de hoy mucha angustia saber que me voy a ir sin saber todo lo que me fascina –dice con su voz gruesa, que ondula sobre las frases, acentuando de repente alguna palabra y bajando en otras, con esa grandilocuecia que todo televidente u oyente radial ya le conoce. Esa parece ser su manera también para el trato cotidiano.
–¿Tu familia esperaba algo de vos?
–Sí, se ve que esperaba todo. También la expectativa era masiva. Pero yo estaba como asignada a la diplomacia y al Derecho, que me gustaba mucho y me gusta.
–¿Terminaste Derecho?
–No, creo que lo voy a terminar ahora, pero nunca pensé en ejercerlo sino en investigación o desarrollo de ideas de Derecho.
–También hiciste actuación.
–Hice una vez, después me lo siguieron ofreciendo y no. Con Chuni adentro de la panza, así como estás vos, debuté yo como actriz. Hice, con Rodolfo Bebán, “Nazareno Reyes” (un unitario de Abel Santa Cruz). Yo, como era morena, era la perdedora, la destinada a ser la amante; y estaba la rubia buena. El personaje ganó en ternura y se ganó el protagónico. Y yo estaba en un estado de regresión absoluta, estaba jugando, había retornado a los 6 años (tenía 30). ¡Lo disfruté tanto!
–¿Al periodismo lo disfrutás así?
–He disfrutado el periodismo. Disfruto cuando hago esta hora, de la comunicación. No tengo esa soberbia del periodismo. No hay periodista que no diga constantemente “te lo digo como periodista”. ¿Sabés qué? El periodismo es, análogamente, lo que es el argentino medio. Siempre está para otra cosa, nunca está donde debe estar, según él.
–Eso es viejo, antes, en las redacciones, estaban para escribir la gran obra que
escribían.
–La novela que no llegaba. Eran una serie de frustraciones. Lo mejor es meterse con toda humildad. Supongo que me habré dedicado al periodismo –yo era adjunta y ayudante de cátedra de Introducción al Derecho, a los 18 años, en (las facultades) UBA y en Morón– de casualidad... por lo inconsciente, evidentemente: mi nono vivía a la vuelta de donde se estudiaba locución; pasé y averigüé cuánto costaba inscribirse. Eran dos marrones en ese momento y de casualidad los tenía porque la pobreza de los 17 años y del estudiantado era terrible. Cuando empecé y me recomendaron desde el ISER, como estaba preparada intelectualmente, lo primero que hice fue salir a hacer notas a la calle. Empecé en la radio, hice tandas, leí, trabajé como locutora dos semanas, después empecé a compartir la conducción de un programa que se llamaba “Mujeres en el mundo” y ahí empezó: notas en la calle, un informativo cultural, el informativo infantil, que se llamaba “Chocolate por la noticia” y programas de tango, la única mujer que hizo programas de tango en televisión, a los 21 años. Soy como la que abre puertas, después dejo la puerta y me quedo afuera para que pase el resto.
Liliana se ríe, irónica. Ríe con frecuencia. Y, recurrentemente también, deja sentado todo lo que ha hecho a lo largo de su vida, siempre luchando contra viento y marea. Así recordará, además, que fue la primera y única mujer que hizo Cosquín en 38 años. Y la cronista recordará también que en 1999, cuando ganó el Martín Fierro por su Labor Periodística en “La persona indicada” –programa que produce junto a su esposo Omar Chamorro-. Dijo que si fuera miembro de APTRA “me hubiera dado el premio hace tiempo”.
–¿Qué harías si no hicieras periodismo?
–A mí me gusta escribir. Estudiar, leer y escribir. Y las grandes discusiones donde se pueden discutir ideas. Esto es mi salvación. No por erudición sino porque te vuelve cada vez más conscientemente humilde.
–Pero das una imagen de una mujer avasallante.
–Uno proyecta lo que tiene adentro. Para trabajar como periodista -porque yo soy Liliana y todo es un derivado de lo que yo soy– en general, yo tengo que hacer un enorme esfuerzo porque tenés que ser desconfiada. Y, como yo soy confiable, cada uno proyecta lo que tiene adentro. En general, tiendo a confiar en el otro.
–No me digas que sos inocente.
–No tiene nada que ver la ingenuidad con la inocencia. Hay gente que es inocente, no soy ingenua. Yo sé lo que me han costado y me cuestan las cosas, entonces estoy orgullosa, y soy de las que se arrepienten de casi todo lo que hicieron, piensan que todo lo podrían haber hecho mejor. Pero al día de hoy soy una mina que elegiría tener como amiga y eso es de verdad lo que yo considero éxito.
–¿Qué escribirías?
–Yo escribo mucho, pero no me animo a publicar.
–¿Ficción?
–Sí, me gusta infinitamente más la ficción y el ensayo pero transformado también en ficción. Yo tengo una prosa muy poética, muy disociada también de la escritura periodística.
–¿Quiénes son tus referentes literarios?
–Faulkner, el de Luz de agosto. Y en Argentina, aparte de Borges, Juan José Saer me fascina, esa cosa pulida... Y el escritor que más extraño y una de las personas que más extraño es Osvaldo Soriano, la emotividad de Osvaldo.
–Vos decías que todo te costó mucho...
–Mirá, las cosas no son justas ni injustas. Nací cuando nací y me tocó empezar a trabajar en el ‘74 y que a los dos meses muriera Perón y enseguida se armara un bolonqui bárbaro. Y, además, algunos se organizan alrededor de la fe, que yo tengo mucha; otros de la plata, que para mí siempre fue un asunto bastante decadente; yo estoy organizada alrededor de tres o cuatro convicciones que normalmente se llaman ideología. Entonces, tuve tan claro el camino de entrada que no tuve ninguna duda. Es como el deseo de ser madre. Yo, que dudo de todo, cuando de tres o cuatro cosas estoy tan absolutamente segura, entonces...
Seguramente como consecuencia de eso, López Foresi fue la primera periodista censurada en democracia cuando, en 1991, conducía por Canal 13 “Revista 13”. Sus opiniones se convirtieron en una voz molesta para el gobierno de Carlos Menem.
–¿Cómo es tu día?-
–Son distintos y ajetreados. Y en los últimos once años, además, tensos, y difíciles y bellísimos y plenos... todo junto, todo muy intenso. A partir de la prohibición menemista, te imaginarás, siendo ya en ese momento Liliana López Foresi, tuve que cambiar totalmente de metodología. Empecé a comprender desde otro lugar todo el mundo que me rodeaba, mi profesión, mis colegas, el silencio. El entrar a un lugar y que se cortara el aire. Y esa cosa de “vos sabés que yo siempre fui solidaria con vos”, pero si te cruzaban...
–¿Sentiste mucho miedo?
–Sí, sí. Lo que pasa es que yo era muy contrafóbica, me ayudó en un momento y, además, yo negué inicialmente el extremo peligro que corríamos. Porque la primera vez que me aflojaron las ruedas dije “no puede ser, esto es casualidad”. Yo valoro mucho lo que pasó Chuni (su hijo) desde los 6 años. Fue y es muy duro.
–Supongo que ésa fue tu peor época, ¿cuál fue la mejor?
–Es que en esa época terrible y espantosa tuvo momentos también gloriosos, tal vez más gloriosos que los anteriores. Porque tuvo esos altibajos de la vida, a mí me entusiasma eso. Como me entusiasma este momento histórico, tan doloroso, tan dramático, tan desesperante pero estamos vivos, se movió algo. Sino, es la estabilidad de la física, está todo quieto; la estabilidad de los cementerios.
–¿En algún momento te sentís incómoda siendo Liliana López Foresi?
–No, sólo cuando estoy incómoda hormonalmente, digamos. Que todos mis procesos y crisis evolutivos y todo esto que te está pasando a vos por ejemplo ahora (el embarazo) los haya tenido que pasar siempre ante cámara, es una cosa que desgasta mucho. Ahora, en el momento de hacerlo, yo olvidoy soy pez en el agua porque además no tengo registro de la cámara, me estoy comunicando con el otro. Tengo mucha conciencia del que está solo en su casa en soledad, para mí no existe el público. Probablemente, por eso lo que más me incomode sea presentar en vivo algo y subirme al escenario. Cosquín (en 1998) fue un esfuerzo descomunal porque además era la primera mujer y única que lo hizo en 38 años. Y, además, reemplazar a (Julio) Mahárbiz, que tenía un potencial simbólico e ideológico muy fuerte. Nueve días ahí, con enemigos por todos lados –porque además yo era la variable de ajuste en todo esto, me tenía que ir al baño con el micrófono en la mano porque sino me escondían el micrófono...–, fue impresionante.
–Hay un auge del protagonismo de las mujeres en la TV...
–Sí, para aplastarnos. Lamento ese retroceso. Hay cosas que se notan por ausencia. Te doy un ejemplo no puesto en el género. Ayer hablé con Roberto Vacca. Yo decía “mirá vos qué proceso de devastación tan prolijamente hecho, qué perversión: en la ultima década han podado conciencia y memoria para que la gente olvide la genialidad de “Historias de la Argentina secreta” y creyera que el primer recorrido es “Rutas argentinas”. Lo han hecho bien, eh.
“Mirá lo que le mandó Capitanich a Chaco, no tiene perdón”, me entrega un fax mientras se prepara para empezar el programa. Leo: deshabillés, gorros, bombachas, prestobarbas.
–Cien deshabillés para dama, cosa que no se pierdan los consejos de cómo seducir al marido... no les demos ideas que a ver si les mandan baby doll negros... –Liliana ya está en el aire–. Vení, Lilita, ¿no te gustó lo de los deshabillés?

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