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Viernes, 11 de marzo de 2005

MUSICA

Las muchachas de ahora

No es que sea una revancha, pero ya era hora de que las mujeres ajustaran cuentas con el “tango macho” –como lo consagró Julio Sosa– y le escribieran unas cuantas verdades a esos tipos enamorados de la madre viejita que plancha camisas en el patio del conventillo, y resentidos con la platinada que partió en busca de un destino mejor. Aquí están, éstas son, las mujeres y la composición.


En 1961 Julio Sosa “el varón del tango”, uruguayo de voz metálica y profunda, grabó, con La Cumparsita como música de fondo, una versión de Por qué canto así, en la que recitaba: “Porque el tango es macho/ porque el tango es fuerte/ tiene olor a vida, tiene gusto a muerte.”
Pero en honor a la verdad y al poeta Celedonio Flores, autor de los auténticos versos de Por qué canto así, hay que decir que Sosa, Julio María Sosa Venturini en los documentos, (qué mal que a semejante varón la mamá le haya puesto María de segundo nombre...), le había hecho unos “retoques” a la letra original que llevaba música de José Razzano. El poema de Celedonio (Editorial Aura, 1943) lo que decía del tango era: “Porque es beso manso, porque es daga fuerte/ tiene adiós de muerte/ tiene gusto a amor...”.
Pero vaya que lo de “el tango es macho” prendió fuerte y aún hoy se dice y se repite como verdad absoluta, repleta de contenidos, a veces simbólicos y otras patéticos.
Han pasado cuarenta y cuatro años desde la travesura del “varón del tango” y las cosas han cambiado, un poco (¡a no exagerar!), y como flores en el árido desierto, hace algo más de una década el tango en todas sus expresiones, poesía, música, canto y baile, comenzó a poblarse de mujeres que sin prisa y sin pausa demuestran que el tango es también creación de hembras.
Las letristas, que antaño (el tango nació hace más de un siglo) podían contarse con los dedos de una mano, hoy son autoras de un tercio de las 700 nuevas composiciones que se reunieron en un libro que publicará en breve el Centro Cultural de la Cooperación. La compilación a cargo de Roxana Rochi y Ariel Sotelo, registra la variedad de la temática abarcada por mujeres de diversas edades y estilos. Algunas provienen del rock, otrasde la literatura, la música o de las actividades más impensadas. Todas tienen cosas para decir. Y a la materia prima tradicional del género: el amor, la amistad, el hábitat, el barrio, se suman ahora cuestiones sociales, desocupación, corralito, cartoneros, dictadura, desaparecidos, exilios, emigraciones; reivindicaciones y cuentas sin saldar con el “tango macho”, el sexo y el rol de la mujer, antes tratados exclusivamente desde la óptica masculina.

Lunfardas
En 1915 Felipe Fernández (Yacaré), poeta lunfardo autor de Versos Rantifusos, enumeró una suma de vocablos para designar a la mujer: “Yo a la mina le bato paica, feba, catriela, / percanta, cosa, piba, budín o percantina:/ chata, bestia, garaba, peor es nada o fémina,/ cusifai, adorada, chirusa, nami o grela.” Y ellas, bueno, se dejaban decir, nombrar, designar con los apodos más elogiosos o los más humillantes, según el guapo que les tocara en suerte.
Analía Gutiérrez, lingüista, recuerda que en los ‘80, Enrique Pinti decía que la “diferencia entre una señora y una mina es que ésta última, todavía es deseable para los hombres”. Tanguera e irónica, Gutiérrez pregunta: “¿Hoy qué preferimos, ser una señora o una mina?”.
A las letristas del tango no les molesta en absoluto que las llamen minas, y de hecho ésa es hoy una palabra que suele usarse sin tono peyorativo, pero Martina Iñíguez, correntina, poetisa lunfarda varias veces premiada, no anda con vueltas a la hora de resolver estas cuestiones y saldar cuentas con los machos (vocablo históricamente no peyorativo), como en su tango Atajate: “¡Ché, fulano/ que buscás medio perdido/ saber dónde estás parado./ Que de pronto/ te bancás la contingencia/ de los tiempos que han cambiado. /Hoy las minas ya no agachan/ la sabiola ante el gavión/ y son ellas las que tumban/ a su amor sobre el colchón”. Pero después le da un respiro al fulano y le advierte: “Si dejás de hacerte el púa/ te propongo caminar conmigo el tramo/ hombro a hombro y mano a mano/ Porque ya no está bien visto/ ser machista roncador”.
En Vos y yo, Haidé Daiban, poeta y cuentista de 48, cuyos tangos fueron musicalizados por Pascual Mamone, plantea: “Hablemos de cosas importantes/ que llenen la memoria/ también el corazón/ Hablemos de amor, de nuestras cosas/ la vida que llevamos/ de angustias y desazón/ No quiero que pasen las semanas/ y se abra el pozo inmenso/ de la desilusión”, un desencuentro de pareja y su voluntad de “fundar otra vida/ sentir que juntos seremos manantial”.
A los 41, la ex roquera Claudia Levy, está convencida de que las nuevas autoras representan una imagen muy diferente en el tango, se declara no feminista y afirma que lo que busca en sus letras es reflejar la visión femenina, tierna y sutil. En Me dijeron, sentencia a un golpeador: “No te hagás el pobre tipo porque todos ya sabemos /que a vos te importa un bledo si hacés mal o si hacés bien/ que a la mina que llorabas, arrastrado por las calles/ la fajaste siete veces y la maltrataste cien”. Irónica y con humor, relata, en Fuiste primavera: “Lo conocí una mañana de verano/tomando sol en su quinta de Pilar/ su piel dorada y sus ojos transparentes/ enloquecieron mi sistema glandular/ Me enamoré como si tuviera quince/ me puse linda y brillante como un sol/ me prometió por supuesto amor eterno/ y se rajó a vivir a Nueva York.”
María José Demare, otra madura que se refugia en brazos jóvenes, dice en Prohibido: “Aburrida de hombres, de años y desengaños/ me sacan al mundo, a la lluvia, al invierno/ una cita más, un posible trabajo/ Lo primero que supe: yo le doblo la edad. / Y tan pronto me encuentro en sus brazos/ me burlo del tiempo y de mí/ por suerte descubro que al fin no sé nada/ y me entrego a su boca y a él. /Comienzo a olvidarlo, apenas me doy cuenta/ que no quiero otra cosa que mi cama con él/ ya no entiendo nada, pienso que estoy loca/ El teléfono suena, el deseo me enciende/ me abro soy noche/ escribo los espejos con lápiz de labios/ tu nombre, el mío y al lado, prohibido”.
De abundante y variada producción, Clori Gatti, de 36, habla en Macanas de vaivenes y desengaños masculinos: “¡Qué de macanas!/ ¿De qué se trata, viejo/ este ademán tan desparejo?/ Que la quiero, que la dejo/ que me muero, que me voy/ No argumentes tanto enojo/ que el amor no es para flojos/ y lo pisado por algo pasó.”
Es evidente que las chicas se desatan, dicen en tango lo que les da la gana y lo que viven; quieren hacerse escuchar (tras un siglo de silencio) en el amor y en el desamor y no tienen pudor para confesarse ganadoras o perdedoras, heridas o adoradas.

¿Mario o María?
Es justo recordar que hubo pioneras que la pasaron mal, como María Luisa Carnelli, que firmaba sus letras como Mario Castro y Luis Mario, y dijeron lo suyo. En 1928, Carnelli escribió El Malevo: “Sos un malevo sin lengua/ sin pinta ni compadrada/ sin melena recortada/ sin milonga y sin canyengue”, y elogió a quienes no golpeaban ni explotaban mujeres. Carnelli, nacida en 1898, fue poetisa, escritora y produjo alrededor de veinte letras de tango. Herminia Velich, (1908) y Micaela Sastre (1880), hija de Marcos Sastre, le dieron al tango temas que ya objetaban la condición de la mujer en la época.
Hay que reconocer que Celedonio Flores en Cobarde, lapida a su propio género: “La ley de los hombres es odio y rencor”, pero a principios del siglo pasado los códigos civiles y penales apañaban a los guapos y compadres, que tantos tangos escritos por hombres, elogiaban como fulanos “de ley”. Sólo las “madrecitas santas” merecían respeto, y las mujeres que reproducían la actitud de esas madrecitas, como en el tango Veinticuatro de agosto, de Homero Manzi (autor a su vez de bellísimas letras): “Al lado de su amor era más lindo/ la camisa planchada al almidón/ el saco cepillado en los domingos/ y una rosa tapando el corazón” (¡!). Hombre feliz el que tenía una mujer que le lavaba, le planchaba y cepillaba la pilcha, ¿para...? Obvio, para después ir a ver a la otra, a la “mala mujer” que no lavaba ni planchaba, pero le prodigaba sexo por los pocos pesos que valía “la lata” en el piringundín, lo que no la ponía a salvo de ser lapidada portraidora, loca y atorranta. Y a no engañarnos, que eso, con otro look, sigue vigente. La madre y la puta aún existen en el cerebelo formateado por la cultura hipócrita y pacata que aún no ha muerto, y no sólo en el tango. En tren de ser justas, hay que decir que la “madrecita santa” ha desaparecido o es ironizada por los nuevos autores hombres, quienes no vienen al caso en esta crónica. ¿Habrá sido la influencia de Freud o Lacan?

Amistades y memoria
La amistad entre mujeres es un tema recurrente entre las integrantes de esta camada de tangueras. Esos sentimientos que hermanan al género en la alegría y en el llanto. Esas charlas entre minas que convierten la tragedia en comedia y los secretos en tesoros. Marcela Bublik, música, letrista y cancionista, en Bisagra comparte: “Tu corazón, hermana, está sangrando/ girando en falso, aleteando en el vacío/ Tus pájaros se chocan, temerosos/ contra paredes que tapan el camino/ Me sostuviste y te sostuve en las tormentas/ Ovejas negras, mutuas cómplices, testigos/ de odios y amores, del pan, el vino, el mate/ los nacimientos, las muertes, los exilios.”
Ganadora del concurso Tango por la Identidad convocado por las Abuelas de Plaza de Mayo, Bublik obtuvo el primer puesto con Soy, un tema que ella define como “un tango de los nietos”: “Por la vida que está viva, por la muerte que no es cierta/ por cada flor que se abre bajo el sol que la abrigó/ por el niño que mañana navegará entre mis ramas/ buscándose en los retratos que la noche me arrancó/ no me seguirán mintiendo el color de la mirada/ Tengo un nombre y una sangre que me quisieron borrar/ que es más fuerte que la espada y la rosa disecada/ que llenaron con cenizas de silencio y soledad.” Soy será incluido en su próximo CD Gallo de fuego, anteriormente grabó Puñales de plata.
Patricia Ferro Olmedo alude a la realidad actual en Vereda y cartón, dedicado, afirma, “a una cartonera que en junio de 2001 me hizo comprender lo que es el coraje”: “Entre el barro y los charquitos/ remonta esperanza y milagros de amor/ Diarios, trapos, chapa y quema/ la obligan a un mundo sin paz ni pudor/ pues no saben de otro mundo/ con duendes que tejen mantas de ilusión/ entre el barro y los charquitos/ amasa el coraje de avanzar/ flor de loto que perfuma/ creciendo aunque duela en aquel lodazal”.
Como los poetas clásicos del tango las autoras de hoy revelan nuestra identidad, son testigos sociales de una ciudad y un país plenos de contrastes, contradicciones, violencia y belleza. Dan cuenta de la historia reciente, de las heridas abiertas, de las ilusiones perdidas y las esperanzas zurcidas a pulmón. Una labor que ya realizó con inmensa sensibilidad y poesía Eladia Blázquez en su emblemático El corazón al sur, escrito en 1975, y en tantos otros temas, cuando nuestro cielo preanunciaba vendavales.
En Reina de los sueños, María del Mar Estrella, evoca su sentir porteño: “Será porque su espejo de valor/ me ha dado este cartel de identidad/ mi lágrima de ser, mi única flor, mi idioma, mi nosotros, mi verdad/ Será porque la quiero así, tal cual/ con su melancolía de latir/ su trágica leyenda de percal/ y su mitologíade sufrir”.
Bibi Albert le dedica a Buenos Aires su dolor ante una realidad hostil, en Qué te pasa Buenos Aires: “Cuánto perdí/ Tu viento de impiedad me deshojó de amigos/ en pena de arlequín me he convertido/ para que juegues tu ajedrez en mí/ Pero te amo, ciudad/ Adónde voy a ir/ con sangre de adoquín y piel de barrio/ si aquí tiene lugar mi desarraigo/ y duerme mi esperanza en un buzón”.
Nélida Puig juega en su poesía con lo nuevo y lo perpetuo de lo porteño, es secretaria de Letrango, una agrupación que reúne a un buen número de autoras/es que decidieron unirse para alcanzar mayor difusión y defender sus derechos. En La brecha, se hace evidente el vínculo entre lo permanente y cambiante de la metrópolis actual: “En todo cambio, aunque resistas, siempre hay algo que perder/ y si de fibra es el estaño o la mesa del café/ mi Buenos Aires no te alarmes, mientras siga como ayer/ reuniendo amigos de distinta o misma fe/ El chiquilín ya no mira de afuera el cafetín, hoy su ñata como un tiro cementó para olvidar/ Dolió su infancia al despertar con una rosa artificial, transó curitas por heridas sin cerrar”.
Directa, dura, sin anestesia, María José Demare hizo Cibernética Buenos Aires: “Desnuda, cibernética y cruel/ hoy bohemia es noche abrazando a Internet/ ya la luna no brilla en ninguna parrilla/ Chiquilín de Bachín es un yuppie sin fe/ El 2000 te devora con un beso virtual, Buenos Aires impúdica, creció, se hizo puta/ la boca pintada con sangre de traidor”.

Por derecho propio
Las nuevas poetas del tango parecen sentirse más que cómodas ocupando el cupo que les pertenece “por derecho y no por ley”, subrayan desafiantes y risueñas. Saben que el camino de las mujeres en el mundo del tango nunca ha sido fácil y tampoco lo es hoy. Con más o menos rigor hay resistencia a lo nuevo, a desterrar viejos códigos de comportamiento, a aceptar que puede haber un tango nuevo, distinto, actual y que el mujererío se trepó a ese tren y no piensa bajarse en ningún andén, así vengan empujando.
Autoras, cancionistas, bailarinas y músicas van ganando espacio y sorteando las viejas barreras impuestas por el “tango macho”. Muchas dicen que no son feministas, aunque respetan la defensa del género desde ese espacio. Otras lo son y también lo dicen. Pero lo que quieren todas es ser reconocidas, respetadas y difundidas por su hacer. Las bailarinas pelean por “tener apellido”, algo que inició Milena Plebs a fines de los ‘80 y que sirvió para abrirles la cabeza a las grandes que sólo figuraban con su nombre al lado de los bailarines que plantaban su apellido en marquesinas, películas y espectáculos. Curioso, ¿no?, al contrario de las mujeres políticas que mueren por ser reconocidas por su nombre de pila. Las cancionistas y músicas quieren volver a integrar orquestas. Las letristas buscan que sus temas sean musicalizados por hombres o mujeres de capacidad reconocida. No hay para qué abundar, la antigua y conocida historia de género.
En medio de estas turbulencias se sigue creando en todos losámbitos. Cada una encuentra un espacio en el que su imaginación resuelve la forma de parir lo que el vientre le pide.
Silvina Rocha, cantante y compositora, en su primer CD, Mujeres, le ha escrito temas a Eva Perón, a Alfonsina Storni, a Alejandra Pizarnik, a Camila O’Gorman, entre otras. La familia Pizarnik autorizó y apoyó a la autora en su obra. En Alejandra, dice: “Tu voz es como un tango/ En tus versos se tiñe toda mi alma/ Tu mirada tiene el frío/ de la desesperanza/ Alejandra/ tu voz es como un canto/ Ausente va tu niña/ de silencio torturada/ mendiga voz/ si yo pudiera/ revivirte en palabras”.
En Eva, evoca: “Primero fuiste como María/ la del sombrero pobre y el tapado marrón/ Después, cansada de andar el barro, buscando fama fuiste Margot/ Más tarde, iluminada por la mano de Dios/ llena de vida y aún muy joven/ supiste quién eras vos”.
Lina Avellaneda, prolífica autora, escribió La Milonga de Ana, historia en la que pueden reconocerse muchas de las mujeres que frecuentan la burbuja sin tiempo donde se borra el pasado y el futuro, de las milongas del centro, allí donde sólo hay presente: “Bailar, milonguear/ torcer el rumbo unos instantes con los pies/ y sin fantasmas en la piel/ con otros ojos y otra miel soñar/ En paz Ana está/ atajándole a la vida algún penal/ faltan apenas unas horas más/ y en la milonga vivirá./ Ana maquilla su soledad/ sueños de lata soñar/ arrugas del alma/ que se borran al bailar/ Vivir para bailar/ bailar para olvidarse un poco lo demás”.
Susana Murguía, poeta y traductora porteña, ganó el segundo premio del concurso organizado por la Biblioteca Nacional y Metrovías, que en 2002 convocó a más de tres mil letristas de tango de todo el país: “Hagamos el amor con este tango/ Sin duelos, sin nostalgias, sin cuchillos”, propone su tema Hagamos el amor con este tango, a través del que buscó “romper con la nostalgia de jazmines y cuchilleros para referirme al hombre y la mujer de hoy”.
Todas, cada una a su manera, quiere plasmar en tres minutos, la duración tradicional de un tango, las diversas aristas y costumbres de esta ciudad fascinante, misteriosa y cambiante, desde su percepción de mujer. Y su deseo, deseo de minas, Minas flor de cardo, como escribió Adriana Turchetti, cuya letra musicalizada por Javier González, quizá sintetice el impulso que empujó a tantas a animársele al tango macho y cabrón. “Ser mina flor de cardo, la forma de ser mina/ dejá que se nos pierdan los nombres de otro siglo/ La rosa, que es tan suave y oculta las espinas/ la hermosa muñequita que mira desde el vidrio”.

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