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Viernes, 30 de agosto de 2002

SOCIEDAD

lo que queda del foro

El Foro Social Mundial en Argentina fue desparejamente pluralista. El FMI, el ALCA y el modelo neoliberal fueron los demonios indiscutidos de ponencias y testimonios donde la razón económica primó sobre los discursos de la diferencia. Pero hubo bordes fecundos, confluencias sorpresivas y fronteras utópicas que las mujeres no dejaron de hacer presentes en sus perspectivas.

 Por María Moreno

No hace falta ser una feminista subrayada como la que se tiró, en plenas luchas sufragistas, al paso de un caballo en el Derby, porque juzgó que la causa necesitaba una tragedia, para advertir en la canción del Foro Social Mundial en la Argentina las vulgatas del club de Toby. “Porque es posible hacer un mundo nuevo/Para que el mundo pueda respirar/Un mundo donde quepa todo el mundo. Un mundo nuevo/ Y un hombre nuevo”. Es cierto que durante la marcha de apertura una mujer se subió a un camión y corrigió el verso con “Y una mujer nueva también. La justicia, la verdad y la libertad son valores femeninos”, que tampoco rimaba. Pero la expresión “hombre nuevo” no sólo era el producto de una retórica pasada sino un síntoma. Si en el Foro, que duró desde el 21 al 25 de agosto, existió el horizonte utópico de poder asistir a otras culturas políticas y de verlas representadas en las mesas hegemónicas –cuyos temas a menudo incluían una crítica feroz a toda hegemonía–, a esa experiencia hubo que buscarla en los bordes adonde no se molesta la prensa, en los subsuelos de las facultades anfitrionas, en los locales alejados de la plaza Houssay o en los horarios compartidos con las mesas estrella. Si hubo un Foro en Guaraní y uno de los Verdes, un debate sobre formas de desobediencia civil, un taller de sofware libre, tres talleres de género fue en espacios separados y aún subseparados a la manera de una Mamushka dentro de otra. Incluso la presencia de la gauche divine en los paneles de debate fue mucho menos plural que en un clásico foro de derechos humanos. Pero, como siempre, hay que saber escuchar entre las líneas que casan al hombre nuevo con la mujer nido.
En el taller Crisis y resistencias: voces de mujeres , por ejemplo, el género se había vuelto un instrumento fértil para dar cuenta de diversos intereses y enunciarse fuera de los planos clásicos de la agenda feminista. Cristina Juárez, del Movimiento Campesino de Tucumán, hizo gala de un modelo clásico de exposición: vehemencia rigobertista, chalina como de campaña y estudiado contacto visual para hacer efectivo el impacto ante mujeres de otra clase social ante las que se presentó con una humorística provocación: “Imagínense bajar del burro o del caballo y tener que andar en colectivo o en subte. Y dejar nuestros hijos pequeños sin tener asegurada la alimentación, porque en el campo a la alimentación hay que hacerla. Y ¡hablar de derechos cuando –vaya ignorancia la mía– antes de venir aquí tuve que preguntar qué era un foro!”. Cristina nació en Tucumán, en un pueblo llamado El sacrificio, departamento La Cocha. Es hija de un trabajador rural de la caña de azúcar “de esos que en carreta llevaban la caña a los cargaderos” y de un ama de casa que siempre tuvo que entremezclar la poca harina con zapallo para alimentar a sus seis hijos y a quien Cristina suele recordar: “¿Cómo que ama de casa? Usted es Elena Montenegro”.
–Para nosotros producir es un caos porque todo está dolarizado. A los dólares no los conocemos, por eso tenemos que nombrarlos. ¿Y qué hacen los políticos con nosotros? Nos dan un bolsón con tres o cuatro artículos paraque vivamos tres días mientras ellos viven cuatro años. Cuando los políticos están en la tribuna ¿quiénes somos los que estamos primero? ¡los carenciados!¡los necesitados! ¡Qué lindo adorno para su discurso! Para que todos digan ¡qué sensible es este señor! Pero cuando llegan, se olvidan. Yo me los imagino en su casa desinfectándose luego de la campaña política porque la realidad es que nos abrazan pero no nos miran.
–Usted integra una cooperativa de minifundistas ¿Cómo se desarrolló la experiencia?
–Como jornaleras trabajábamos en el tabaco porque la caña de azúcar está a otra escala. Cuando vivíamos en la finca de los patrones nos prohibían la entrada cuando queríamos reunirnos, entonces nos reuníamos a la orilla del camino. Al empezar a trabajar para nosotros –somos cuatro mujeres y un hombre– vimos que los resultados eran superiores a cobrar un jornal. El segundo año incrementamos el número de hectáreas y el número de las familias y eso fue en el ‘86, cuando nos constituimos en cooperativa de trabajo. Hasta que a través de Incupo (Instituto de Cultura Popular) conseguimos un subsidio de una fundación alemana que nos dio para comprar una hectárea y media de tierra. Conseguimos el primer galpón que es el secadero de tabaco para hacer la producción. Pero, con seis familias ya, teníamos que tener un nombre jurídico que nos representara a todos. Campo de Herrera, una cooperativa de Tucumán nos asesoró. Entonces nos hemos constituido legalmente en cooperativa de trabajo agropecuario y consumo con número de matrícula y todo. Luego logramos la credencial para vender en las bocas de acopio que son de las multinacionales. Peleamos para que salga el nombre Cooperativa El Sacrificio. Y no fue fácil porque nos decían “comunistas” o “incupos”, de manera insultante. Nuestros objetivos son tres: nuestro trabajo propio, nuestra vivienda –no vivir más bajo un árbol ni bajo un galpón– y nuestras tierras. Por ahora tenemos nuestro trabajo, tres hectáreas de tierra y nuestras viviendas. Nuestro anhelo es tener diez hectáreas.
Cristina expuso dentro del bloque “Resistencias” que presentó Monique Aschul bajo el lema “Las mujeres no podemos sentirnos las nuevas amazonas en momentos en que hay que pedir igualdad para todos”. Gladis Vargas, integrante del grupo Mujeres por la Dignidad “Alicia Moreau de Justo”, de Solano, dio un testimonio audiblemente feminista pero abierto a diversas articulaciones. Su sonrisa tranquila no excedió la mera cortesía frente a un público que, ante la enunciación de su trabajo de cartonera, aplaudió con exageración de fan.
–En esta cooperativa somos todas mujeres, ¿por qué mujeres? Porque consideramos que en este país, que está dirigido por hombres, la mujer debe poder generar su propio espacio que no necesariamente tiene que ser de poder, como en el otro género. Sabemos que las mujeres aportamos desde diferentes ámbitos muy importantes de construcción y que por ahí no somos tan reconocidas. Nosotras hemos sido tentadas, como la mayoría de las mujeres de la provincia de Buenos Aires, con el Plan Social, por los 150 lecops. Pero también eso impone otro tipo de cosas. Ganamos muchísimo menos que 150 y trabajamos muchísimo más pero no importa, nosotras queremos decidir cuáles son los alimentos y dónde comprarlos cuando tenemos nuestra plata. El Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos nos formó en las bases para armar una cooperativa y los compañeros de la Mesa de Cartoneros del Instituto, de la cual participo representando a mis compañeras, nos ayudaron a aprender el trabajo porque ellos eran los que realmente sabían. Nosotros hacemos recuperación de materiales. Cartón, vidrio –metal no porque es demasiado avanzado– plástico, todo lo que se pueda recuperar en el domicilio. Con esto estamos ayudando también al medio ambiente. Colaboramos con el municipio porque al tener muchas menos toneladas de basura, eso le daría la posibilidad de invertir en educación, en hospitales, en todo lo que necesitamos los que allí vivimos.
Laura de Gregorio del Club del Trueque de San Fernando definió al trueque como algo más que un efecto de la crisis. De su práctica formanparte tanto la dignificación del oficio de ama de casa –donde la artesanía doméstica, el tejido o la cocina constituyen saberes a menudo ignorados como valores de uso– como la idea de producción que incluye al trueque informalmente en el mundo del trabajo: “Yo no voy a llevar al trueque harina o fideos para traer papelitos. El trueque es una herramienta válida de resistencia a la globalización. Resistencia a pensar como quieren que pensemos: que tenemos que tener un teléfono celular, usar determinada ropa o consumir determinadas cosas. Ahora cuando se cayó la mentira de que estamos en el Primer Mundo vamos a rascar nuestra raíces”.
Norma Galeano, piquetera de La Matanza, dice que entró y salió de la iglesia dos veces, una cuando se casó y otra cuando hizo bautizar a sus hijos. Hasta que la invitaron a una reunión de las Comunidades Eclesiales de Base, donde le enseñaron a leer la Biblia con un método llamado Ver, juzgar y obrar. Luego de ver, juzgar y obrar, Norma estaba ya lo suficientemente preparada para la tarea social. Contribuyó a la formación de la red de jardines maternales comunitarios en La Matanza que hoy tiene un nombre que para ella suena “pomposo”: Federación de Jardines Maternales Comunitarios de La Matanza. En la zona hay alrededor de 500.000 niños, más de la mitad bajo la línea de pobreza, el 15 por ciento en la indigencia y con un hospital a disposición que sólo cuenta con 40 camas. Norma lee de un papelito los datos que aprendió a registrar en calidad de encuestadora en su propio barrio, donde la crisis dejó 3500 desocupados.
Una marcha colectiva al Ministerio de Acción Social proveyó de diez toneladas de alimento.
–Pero con el clientelismo político no podíamos acceder a los planes. Fue ahí donde se decidió en una asamblea, donde había alrededor de 2000 personas, cortar la Ruta 3 y juntarnos con la Corriente Clasista y Combativa a quienes veíamos de reojo porque, claro, ellos eran los zurdos o sea los malos, mientras que nosotros éramos la iglesia, o sea los buenos. Empezamos con dos mil planes, tres mil, cuatro mil que fuimos distribuyendo para que la gente se fuera organizando. La experiencia del piquete a mí me conmovió y me sorprendió mucho porque no pensaba que la gente tuviera tanto coraje y tanta decisión para decir “vamos a poner el cuerpo en la ruta” o “vamos a caminar desde el Km 40 hasta la Capital, a la Plaza de Mayo “, aunque llueva o haga 40º, como pasó el 26 de febrero que caminamos y nadie bajó los brazos. En el piquete se despide con mucho dolor a los muertos y se recibe con mucha alegría a los recién nacidos. Todos habrán visto cuando se cayó el escenario con Alderete que se estaba bautizando un niño que había nacido en esos días de corte de ruta. Como cristiana rescato siempre cosas que aprendí de monseñor Angelelli, el obispo mártir de La Rioja que decía “nosotros no podemos predicar la resignación”.
Desde la decisión sobre qué alimento comprar para dar a los hijos, hasta la visión del trueque como producción, pasando por el piquete que convive con garantizar la educación, todo le da a estas mujeres la certeza de que sus prácticas contienen raíces políticas. Por eso ellas han convertido la palabra “testimonio” en algo diferente de la biografía popular, retórica y emotiva que se espera de aquellos a quienes los ideólogos suelen construir como fetiches del mundo real.
Sin embargo, desde este bloque de la mesa Crisis y resistencias: voces de mujeres que se realizó el 23 de agosto, en el aula 22 de la Facultad de Ciencias Económicas, se escuchó a menudo la sospecha hacia la palabra “política”, sospecha nacida estrepitosamente bajo la consigna “que se vayan todos”.

Diversidad de verso
La uruguaya Lilian Celiberti, integrante de la Articulación Feminista Mercosur, miembro del Comité Internacional del Foro Social Mundial y del colectivo editorial de la revista Cotidianomujer, frenteamplista sin ataduras, ex detenida-desaparecida, amante de los pluralismos que seexpresan en el reconocimiento del otro en lugar de convivencias fragmentadas (“el reconocimiento como búsqueda de nuevos paradigmas civilizatorios utópicos”), dice que es bueno lavarle la cara a la palabra “política”.
–Lo social y lo político es una cuestión dicotómica que muchas veces las mujeres mismas defendemos diciendo que nosotras estamos en lo social, entonces dejamos lo político que es la construcción de poderes alternativos y de formas de ejercicio democrático, como si todo esto no fuera parte de nuestro campo. Yo quiero discutir esa actitud porque creo que lo político es más amplio y la lucha feminista ha consistido precisamente en ampliar el concepto de lo político. Creo que hacemos política y somos políticas, no importa si estamos en un partido o no.
–¿La diversidad de demandas y acciones expresadas en el Foro podrían sintetizarse en tendencias?
–Para muchos el Foro Social Mundial es un espacio de confluencia de la lucha antiglobalización donde concertar una agenda de movilizaciones, para otros un espacio plural donde es posible compartir y articular alternativas democráticas y democratizadoras. Los puentes entre una y otra posición son múltiples y menos rígidos de lo que aparentan, pero también están llenos de tensiones que implican nuevos desafíos. Para algunos el Foro es una oportunidad para crear una coalición internacional que actúe en nombre de un amplio y genérico movimiento global, algo así como una Internacional de nuevo signo. Para otros y otras, por el contrario, es una oportunidad para el desarrollo de nuevas culturas políticas que deben abrir diálogos entre diferentes movimientos.
–¿El Foro Social Mundial en Argentina respondería a la primera concepción?
–El tema se planteó como un Foro Social Mundial sobre la Argentina tomando a ésta como un caso que podía servir para comprender todos los mecanismos de crisis existentes: es decir cómo han jugado los mecanismos internacionales multilaterales, los EE.UU. y el sistema financiero en relación al sistema político interno. Esto me parecía importante si al mismo tiempo servía para crear espacios donde los distintos movimientos de Argentina se juntaran con otros movimientos sociales y populares a los que les pasara lo mismo. La reflexión que me haría es que en los paneles centrales había poca diversidad. Porque si todo fuera igual que en el 70 estaríamos perdiendo el tiempo y además podríamos, con razón, ser acusados de falta de autocrítica. No quiero salir de un pensamiento único para entrar a otros pensamientos únicos. Me parece que los movimientos sociales, por la propia fragmentación en la que nos movemos, tal vez tengamos necesidad de juntarnos alrededor de cosas genéricas que nos unifiquen como decir “No al ALCA”. Me parece que hay una necesidad de compartir marcos conceptuales pero también de escuchar y de ver más de esos marcos conceptuales, de abrir más preguntas que certezas. Yo no puedo pensar la sociedad en torno de lo que hace el FMI, los EE.UU., el imperialismo y las multinacionales. Ni pensar la idea de diversidad como demandas y no como escenarios de futuro. Ni bajar los brazos ante el hambre porque podría decirse que hay muchas hambres.
En la versión freudiana el odio precede al amor y el Yo se constituye por expulsión de lo que primero se experimenta como indiferencia. Los nacionalismos se enuncian menos como un catálogo de deber ser que como otro de exclusión. Las diversidades no pueden eludir partir de ficciones de identidad. Tal vez eso explique que la diversidad sólo pueda limar sus aristas cuando se reduce a plantarse ante el fuero jurídico.
Es necesario repetirlo: a buscar en los bordes. La activista feminista Mabel Bellucci, integrante del Area de Estudios Queer de la Universidad de Buenos Aires, dice que pudo atisbar el foro detrás del foro.
–El Foro Social Mundial, como tantos megaeventos internacionales,
se organiza en torno de una centralidad y de una periferia bajo una tensión entre lo viejo y lo nuevo, entre la intervención y la exhibición,entre el saber hegemónico y el activismo. El acto de inicio fue informal y espontáneo pero después de los clichés más clásicos de la representatividad: enumeración de adhesiones, canción triunfalista de fondo, discurso de un sindicalista brasileño arengando por el triunfo de su candidato en las próximas elecciones. En estos momentos históricos de nuestro país, estos detalles van a contramano del reclamo de desrepresentatividad expresado a gritos y cuerpo a partir del 19 y 20 de setiembre. Las actividades autogestionadas en distintos lugares fueron agendadas un día antes. Mientras que los paneles se organizaban con figuras consagradas de las ciencias sociales. Pese a que yo participé en uno de ellos sobre resistencia y desobediencia civil, me hubiese interesado y hubiese sido más renovador que los y las expositoras se mezclasen y anonimizasen dentro de los talleres como alguien común. Participé de una actividad sumamente interesante de Intergaláctika y el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Almirante Brown de la Coordinadora Aníbal Verón, en Claypole. Durante unas cinco horas al sol se cruzaron experiencias y vivencialidades entre activistas sociales y extranjeros.
En ese sentido el Foro fue literal; su característica de Social fue demostrada por personalidades de las ciencias sociales, el debate que la izquierda tradicional considera marginal, que enuncia como posterior a las prioridades o proclama por razones de fashion político, se dio en los márgenes. Por otra parte la multiplicidad de espacios simultáneos y poco heterogéneos favoreció la elección de acontecimientos “significativos” o el repliegue en el grupo de pertenencia. La mexicana Ana Esther Ceceña, economista y directora de la revista Chiapas encontró en el Foro tanto la resistencia a revisar los modos de pensar la política como cierto espíritu zapatista.
–En la Argentina el peso de la ideología política que habla de imperialismo, de poder contra poder, de confrontación de clases, de línea dura de lucha contra el capitalismo, me parece que es mucho más fuerte que en México. Pero también he encontrado en las mesas y talleres de los que formé parte gente de movimientos que se acercaron porque se reconocen en el zapatismo. En el sentido de que las propuestas más poderosas del zapatismo son partir de la diversidad como base, la práctica de un consenso –algo que contraría la lógica de la competencia y donde se trata de caminar al paso del más lento– la revocabilidad en los cargos de representación y el rechazo a la toma de poder. Nosotros, con el zapatismo, hemos aprendido a tener paciencia y a entender incluso los silencios zapatistas como el actual, que es un manejo de los tiempos de un discurso que está pero en ausencia. Hay que cambiar las relaciones sociales de manera que no reproduzcan relaciones de poder al mismo tiempo que se está enfrentando o quitando, socavándole las bases a ese gran poder que se tiene enfrente. Eso está ocurriendo en toda América latina con una resistencia muy fuerte de los sindicatos que se sienten amenazados por todos lados porque las bases no les responden.
–¿Cómo se gestó la revista que dirige y cuál es el lugar de usted, como intelectual, en el zapatismo?
–Trabajo desde una perspectiva muy crítica sobre los límites al desarrollo capitalista, sobre la importancia de entender los problemas de hegemonía. Entonces siempre combatí con aquellos que hablan de la pérdida de hegemonía de EE.UU. y afirman que Japón es el nuevo líder mundial porque veo desde mis investigaciones que ese análisis es muy superficial y no profundiza suficientemente como para percibir que el núcleo duro y fuerte lo sigue controlando EE.UU. Si la hegemonía mundial la tuviera Japón para nosotros la situación sería distinta y otra la problemática, pero si la hegemonía es la norteamericana que se construye sobre nuestros recursos y nuestros trabajadores, eso nos obliga a pensar y pelear de una manera distinta. Cuando ocurre en el movimiento zapatista, un grupo de personas nos pusimos a hacer un balance teórico político de qué pasó ¿Porqué en Chiapas? ¿Una revolución a esta altura de la resolución capitalista de los problemas del mundo? Porque el capitalismo estaba en uno de su mejores momentos con una revolución tecnológica realizada, una reestructuración productiva general con altísimas ganancias, de los espacios de dominio en el mundo. Y es justo ahí cuando truena y truena en un lugar lo más alejado posible de lo que la ortodoxia decía como origen de la revolución. Y ni siquiera con obreros, ni occidentales, sino con otra cultura. Y entonces nos metimos a investigar el territorio, los recursos naturales, los paradigmas culturales de dominación. Y eso que estábamos trabajando ya colectivamente, en ese momento se convirtió en una revista conectada con el movimiento zapatista, en diálogo permanente con él y participando de su lucha. Lo mismo estamos poniendo una mesa para la consulta zapatista que vamos hacia la comunidad, porque está el ejército y eso nos ha involucrado un poco a todos pero desde nuestro lugar y eso es importante reivindicarlo. Porque nosotros no somos indígenas ni nos podemos hacer pasar por indígenas ¿Qué somos? Somos zapatistas.
–¿Cómo ve la situación de la Argentina?
–Argentina es un lugar estratégicamente muy importante como territorio por su posición de punta del continente y por sus recursos. Junto con Brasil es un polo muy fuerte de un posible Mercosur y por la cantidad de inversión extranjera europea que existe en él. Entonces era importante desestabilizar a Argentina ¿Por qué era importante debilitarla? Porque entre otras era una manera de poner en una situación muy complicada a las inversiones europeas. Es un esquema bastante probable para entender parte de la lógica de esta crisis que no se puede parar. No hay apoyo del FMI, pero en cambio cuando Brasil tiene tres días de problemas rápidamente llega el Fondo porque tienen las elecciones ahí, es una situación distinta. Entonces rescata a Brasil pero ayuda a caer a la Argentina. Y no solamente la deja caer sino que la empuja. Creo que es un juego doble que se está haciendo en esta parte del continente y que si tú lo piensas junto con los otros planes estratégicos como Plan Colombia, ocupando territorios en el norte del Cono Sur, se trata de una pelea por doblegar a estos pueblos que resisten y de sumirlos en esta idea de que la plataforma americana es la plataforma de despegue para la hegemonía estadounidense. La resistencia popular es lo único que ha hecho imposible que un país se doblegue. Los gobernantes quieren rogarle al Fondo pero no logran controlar la situación interna. Yo lo sé por México: México estaba entrando en la integración al ALCA chiquito cuando los zapatistas se levantaron y dijeron “aquí ya no pasan, no pasan al petróleo, no pasan al sector energético, no pasan a nuestras maneras colectivas de tener la tierra”. En Cochabamba ante un convenio para entregarle el agua a una gran transnacional se levantó el pueblo completo de la ciudad y no dejó que se privatice, echando para atrás la política neoliberal. No se nota cómo estas luchas paran muchos proyectos hegemónicos pero a mí me parece muy evidente en el caso de México y muy evidente en el caso de Argentina.
Nicolle Bullard, australiana en apoyo del Sur Global, integrante de Focus on the Global South, trabaja en Bankok contra la política de EE.UU. con los alimentos y el arroz jazmín, pero ha pasado por el Foro como economista y compañera en la lucha contra en neoliberalismo. Ella es una mujer que cree que las diferencias deben confluir en acciones comunes mientras no se pierdan de vista la especificidad, para favorecer a que el movimiento mal llamado de antiglobalización pierda aquello que tiene de “antiguo, masculino y salvaje”. Su feminismo, que declaró perpleja ante una periodista –lo creía tácito– significa mucho más que la lucha contra la discriminación del segundo sexo globalizado. Seguramente estaría de acuerdo con Lilian Celiberti en que las diferencias deberían salir de la esfera privada y del rasero meramente jurídico.
–En lo privado –dice Celiberti– todas las diferencias son válidas porque hay familias que si tienen un hijo travesti lo van a condenar pero hay otras que no. Es decir que hay muchas solidaridades desde lo privadopero la diferencia en lo público no está y cuando aparece, lo hace como la diferencia que tenemos que reconocer porque “todos somos distintos”. Es una diferencia de lo neutro y otra vez se vuelve a invisibilizar la politización de la diferencia. Cuando hablamos de que en el mundo todo es diversidad otra vez estamos naturalizando esa diversidad. Lo difícil es cuando la comunidad política, en cuanto definición de los destinos comunes, reconoce la diferencia en lo público porque eso desafía hasta a los sistemas educativos porque, en última instancia, todo el sistema de lo público está basado en lo normal, lo anormal estaría en otro lado. De lo que se trata entonces es de poner en jaque la norma.

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