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Viernes, 4 de abril de 2008

ENTREVISTA

La moral, la costumbre, la técnica

Aborto, salud reproductiva, diagnósticos genéticos y reproducción asistida son temas tan difíciles de resolver como de pensar por fuera de categorías morales y filosóficas. Precisamente por eso en Bioética: nuevas reflexiones sobre debates clásicos (FCE) las doctoras en filosofía Florencia Luna y Arleen Salles despliegan debates y hacen hincapié en dos necesidades: la de pensarlos desde América latina y la de reconocer los aportes que sobre esos asuntos ha hecho el pensamiento feminista.

 Por Soledad Vallejos

Decidir nunca es fácil. Ante ciertos asuntos, qué decisiones tomar y por qué nunca han sido preguntas sencillas, ni en la vida privada ni en la pública. Los argumentos de la moral, a veces más o menos libres, otras más bien sometidos a revisiones y miradas no tan libres de prejuicios, suelen cargar con un peso extra. No siempre, pero sí con una frecuencia notable, ese peso extra tiene un nombre y una presencia insoslayable: básicamente porque atañe al cuerpo. Y claro, la moral aplicada a los cuerpos deriva en biopolíticas y esquemas de poder, pero, también, en dimensiones privadas, que a fin de cuentas no pueden ignorarse como parte del mismo asunto. Puede pensarse en ello o no, pero de un tiempo a esta parte el discurso de las tecnologías del cuerpo aparece a la vuelta de cada esquina: en políticas públicas sobre salud reproductiva (y derechos sexuales), en decisiones privadas ante el aborto (y debates políticos públicos sobre su status legal, o su pertinencia), en decisiones sobre la muerte voluntaria y la negación de la eutanasia, en negocios vinculados con el conocimiento médico sobre la reproducción asistida, en las fantasías que la posibilidad de la clonación desata en la imaginación técnica de cualquier hijo de vecino (como si de esos comics de los años ‘30 se tratara), en las esperanzas informes y nebulosas que se cifran en la genética y el proyecto Genoma Humano, en las preguntas ante la información que la investigación genera, casi como si de un ente todopoderoso y ajeno a las voluntades humanas se tratara. Rehuir la mirada ante algo que apela necesariamente a las condiciones mismas en que se vive y que, a la vez, delinea un mundo futuro posible es tan absurdo como inútil. Sería como no mirar el camino pero seguir arriba del tren, digamos, y por eso es que Florencia Luna, doctora en filosofía y especialista en bioética, explica que en un principio ella y Arleen Salles (también doctora en filosofía) habían pensado que el nombre “un mundo complejo” cuadraba a su nuevo libro, aunque finalmente lo bautizaran Bioética: nuevas reflexiones sobre debates clásicos (FCE).

Un punto de partida puramente filosófico (“planteos clásicos y teoría de los principios”) capaz de poner al corriente de debates antiguos y no tanto hasta a los más distraídos precede a un repaso de “enfoques éticos alternativos”, que recorre preguntas recientes y generalmente contradictorias, sin olvidar lo que miradas politizadas provenientes del pensamiento feminista aportaron para sacudir respuestas sólidas. Básicamente porque Bioética... pareciera encargarse de que cuanto podía considerarse una respuesta segura y unívoca tambalee bajo el peso nuevas preguntas, o quizá no tan nuevas, pero sí formuladas desde lugares poco habituales. Se trata, en ese sentido, de un volumen básicamente inquietante: sólo podría dejar más preguntas. El plus es que lo hace desde una perspectiva localizada y clara, vale decir, netamente latinoamericana, lo que implica considerar tanto los vacíos legales como las contradicciones de políticas públicas (que, por ejemplo, aunque puedan atender cuestiones de salud reproductiva, descuidan otros factores supuestamente básicos que derivan en consecuencias permanentes: la falta de higiene como causa de la infertilidad secundaria, por caso) y realidades económicas dispares.

Florencia Luna: —La bioética es un área de reflexión relativamente nueva, no tiene más de treinta años, y que comenzó en el mundo anglosajón, aunque posteriormente se desarrolló en Latinoamérica, y en último término en Europa. Pero lo que va pasando es que deja de ser básicamente aglosajona para anclar en los contextos locales. Y con la globalización de la bioética y nuevos discursos, se empieza a ver más fuertemente la necesidad de hacer una reflexión local. Justamente nosotras que estamos acá, que conocemos nuestra realidad, la podemos aportar, eso es parte del desafío de hacer bioética contextualizada.

En el libro tratan la relación médico-paciente, el manejo de la información médica en torno del consentimiento informado y la confidencialidad, el suicidio asistido, la anticoncepción, el aborto, la reproducción asistida, la clonación, la genética... todos los temas son conflictivos y por eso mismo productivos, pero ¿creen que alguno lo es más que los demás?

Arleen Salles: —Sobre algunos temas existe un cierto acuerdo en que es muy difícil que se llegue a acuerdo. Uno de ellos obviamente es el aborto, parece ser el más típico. Pero lo que hemos intentado fue no quedarnos con el debate clásico tal como fue formulado, sino aportar nuevos elementos teóricos para rever y reconsiderar esos debates clásicos. El aborto es un tema sumamente importante, muy relevante no sólo en países latinoamericanos, sino aun en países como Estados Unidos, donde la tendencia clara es a poner cada vez más restricciones, donde hay muchas personas que se están preguntando por cuánto tiempo más el aborto va a ser legal. Lo que tratamos de hacer es explicar esas formulaciones clásicas para después decir hay nuevos aportes. Y aunque estos nuevos aportes no nos ayudan a encontrar una solución simple, sí nos ayudan a reflexionar. Si existe la falta de acuerdo, que sea una falta de acuerdo respetuosa, sabiendo de dónde viene cada uno, no dogmática, no adoctrinadora.

Aunque hablar de bioética suene lejano, los temas que abordan forman parte de una agenda pública, se plantean como urgentes y tan presentes en la vida cotidiana que pueden aparecer en charlas casuales, o en noticias impactantes, como el caso de la mujer que pidió la eutanasia en Francia.

F.L.: —Sí, uno de los primeros artículos que escribimos juntas hacía referencia a problemas sexies y problemas aburridos. Claro, uno habla de clonación, de genética, de aborto, esos son problemas sexies. En general son los temas que convocan. Pero también están todos esos problemas aburridos, como la relación médico-paciente, el consentimiento informado, la investigación con sujetos, los comités... que también siguen siendo relevantes y que en realidad se imbrican, no están aislados unos de los otro.

Y al formar parte de una agenda pública, aunque no necesariamente informada, también circulan en un imaginario que asocia lo técnico a la vida cotidiana, se eche mano de esas tecnologías o no.

F.L.: —No solamente eso, sino que en cuestiones como la reproducción asistida o la genética pareciera que el tema está resuelto. ¿Por qué? Porque es uno de estos temas sexies en que el norte, los Estados Unidos o Europa, ya tienen el modelo de asistencia. Pero cuando uno se pone a analizar qué es lo que pasa en nuestros países, se da cuenta de que tenemos un nivel muy alto de lo que se llama “infertilidad secundaria”. ¿Secundaria a qué? A enfermedades, por ejemplo, infecciosas, a una mala educación sexual, a un mal tratamiento de la salud sexual y reproductiva, a la cantidad de abortos ilegales que tenemos. Entonces resulta que eso que tal vez en ciertos países es una problemática de cierta población profesional, digamos, educada, que por ahí posterga su maternidad, no es la situación nuestra, en donde no solamente puede haber mujeres de clase media profesional que han postergado su maternidad y que de repente se encuentran con la necesidad de acceder a estas técnicas, sino que también se vincula con la falta de un adecuado tratamiento de la salud de las mujeres en general, y de la salud sexual y reproductiva. Entonces se empieza a ver que esas supuestas soluciones que vienen de otros países no terminan de funcionar, o que generan paradojas, o que generan problemas en nuestros países. Eso es lo interesante: ver no sólo lo seductor o lo hechizante que tiene la técnica, sino también la perplejidad que esa técnica genera en estas sociedades.

A eso hacen referencia, por ejemplo, cuando plantean que en Argentina está permitido el diagnóstico prenatal, para determinar si un feto carga con una enfermedad genética, pero a la vez se impide la eliminación del embrión, con lo cual se evidencia una doble moral, que también nombra al desarrollo de embriones como “adopción prenatal”... Son ese tipo de cuestiones las que atraviesan la experiencia cotidiana.

F.L.: —Claro. En realidad, todos somos pacientes en algún momento de nuestra vidas, y continuamente esto forma parte de nuestra vida, y aun los médicos pasan a tener esta mala suerte de ser pacientes... es una realidad. Entonces, son asuntos que nos tocan en tanto pacientes, en tanto médicos o decisores, la persona que está pensando en políticas públicas. Y en ese sentido no sólo nos toca este tipo de temas, sino que la bioética recoge parte de todo este tipo de reflexiones.

A.S.: —Otra cosa que tratamos específicamente de incluir en el libro es la perspectiva de género, pero de una manera muy crítica. No fue fácil, pero eso está bien: si hubiera sido fácil, no tendría valor. Las respuestas simplistas, si alguien las tiene, entonces muy probablemente no sean las respuestas adecuadas, porque estos son temas complejos.

F.L.: Uno se encuentra muchas veces en bioética con slogans: investigación sí, investigación no, aborto sí, aborto no... pero no se resuelve así. Las dicotomías no funcionan. Y bueno, hay que arremangarse, tener paciencia, pensar en otras teorías, pensar en el contexto, pensar en cómo esto incide, cómo lo puedo incorporar.

En un tramo del libro se ponen camorreras: plantean que los problemas no son tan nuevos, que la técnica reactualiza preguntas viejas.

F.L.: —Es que es verdad: hay muchos problemas que en realidad no aparecen recién ahora. Tanto en genética, como en cuanto al SIDA, por ejemplo: discriminación ha habido a lo largo de toda la historia, ¿no? Hay enfermedades o situaciones que ponen de manifiesto esto de manera más exacerbada. También ha habido muchas veces problemas con el manejo de la información y la confidencialidad. Muchas de estas cosas vienen de la mano de posiciones exitistas que lo único que pretenden es vender y vender tecnología. Muchas veces uno se pregunta cuánta tecnología en los últimos 15 años realmente ha producido cambios drásticos y sustanciales. Y hay cuestiones, vuelvo al tema de la pobreza, que son como básicas: agua potable es básica, electricidad es básica... y eso evitaría un montón de enfermedades infecciosas. Los primeros antibióticos fueron revolucionarios realmente, pero ahora, toda la investigación que se está haciendo no es tan revolucionaria, muchas veces se trata de conseguir una nueva patente de la misma droga con un pequeño cambio que me permita tener esa patente durante otros 20 años. Y esto es parte de lo que uno tiene que poder desembozar en el discurso actual. Con la genética pasa un poco lo mismo: era como que la genética venía a salvar el mundo. Bueno, paremos un poquito: ¿qué es lo que puede salvar? Me da mucho diagnóstico, ¿pero cuánto me está dando de tratamiento? Quiero decir: hay cuestiones tecnológicas que pueden ser muy interesantes, pero paremos un poquito, pensamos qué nos están ofreciendo.

Trabajaron con colaboradoras que aportaron algunos de los capítulos, y además incluyeron un apéndice de Susana Sommer, sobre la situación de las mujeres en Latinoamérica. ¿Por qué?

A.S.: —El apéndice trata de describir cómo la bioética puede tener un impacto en el bienestar de las mujeres, especialmente en América latina. En América latina, por el aborto, la anticoncepción, el feminismo se ha metido antes que otras corrientes en la bioética. Entonces, de alguna manera queríamos reconocer que el movimiento de las mujeres, bien o mal, ha estado casi desde el comienzo muy involucrado, y tratando de discutir temas bioéticos, aun cuando no los definieran así. Cuando se habla de anticoncepción, de aborto, se utilizaron consideraciones de la bioética para discutir esos temas. Pensamos que era bueno decir “ok, entendemos de dónde viene todo esto y reconocemos que han tratado de iniciar la discusión”. Lo dejamos aparte, como apéndice, porque la argumentación es diferente de los otros capítulos: es un agregado en el cual queremos reconocer un aporte, pero no se trata de argumentación filosófica.

F.L.: —Y también porque en Argentina el feminismo es casi una mala palabra. Si sos feminista, ya parece que vas a salir a matar a todo el mundo. Entonces nos parecía que era una forma de mostrar un poco lo que ha hecho el movimiento de mujeres, de qué manera ha trabajado, la importancia que ha tenido. Es también una forma de reconocer para promover, para que se vea que hay mucha más tela para cortar, que puede haber mucha más sutileza. Por eso tratamos de mostrar toda la complejidad que ha tenido el pensamiento feminista en estas áreas.

A.S.: —Las otras dos coautoras, Graciela Vidiella y María Victoria Costa, vienen dedicándose a esos temas sobre los que escriben (salud y Justicia una, manejo de la información médica la otra) desde hace un tiempo, son colegas que respetamos y trabajan sobre eso en profundidad. Entonces nos pareció interesante sumarlas.

F.L.: —En el libro somos todas mujeres y dedicamos el libro a nuestras hermanas, que también es como una metáfora de contar con otra mujer como una hermana, tiene que ver con esto de los vínculos.

A.S.: —Creo que también tiene este espíritu que pusimos al recoger parte de los desarrollos que vienen del feminismo.

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Florencia Luna
Imagen: Juana Ghersa
 
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