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Viernes, 1 de noviembre de 2002

POLITICA

La abogada francesa

¿Quién es Sophie Thonon? Esta pregunta se la debe haber hecho el canciller Carlos Ruckauf cuando, hace dos meses, apenas pisó París, un juez francés lo citó para indagarlo por la desaparición de Maurice Jeger en 1975. El juez Gerard Cadeaux actuó a pedido de Sophie Thonon, representante de los familiares de otros desaparecidos en la Argentina, entre ellos, las monjas francesas y Marianne Erize. Su historia está intercalada por la atracción que siempre ejercieron en ella América latina y la Justicia.

 Por Marta Dillon

Eliminar el accionar de los elementos subversivos significa torturar, hacer desaparecer, ejecutar? Esa era una de las preguntas que Sophie Thonon no pudo formular al canciller argentino Carlos Ruckauf. Le quedaron en la punta de la lengua hace escasos dos meses, cuando el ex gobernador de la ex sonrisa resplandeciente estuvo en París, ejerciendo sus funciones diplomáticas. La abogada francesa de los ojos felinos había conseguido entonces que el juez Gerard Cadeaux firmara una rogatoria para obligar a Ruckauf a presentarse ante la Justicia francesa. Thonon es representante de la familia de Maurice Jeger, desaparecido en el norte argentino en 1975, justo después de la firma de ese decreto que amplió el Plan Independencia y sentó las bases para el plan de aniquilamiento que aplicó la dictadura militar. Por eso quería indagar al canciller, porque su firma está en ese decreto que, según ella, habilitó la desaparición forzada de su defendido. El funcionario argentino no se negó, dijo que estaba dispuesto a contestar. No en ese preciso momento, claro, en cualquier otro, en el territorio nacional tal vez. Para Sophie fue una gran victoria, de todos modos. Está habituada a evaluar la importancia de los juicios que lleva adelante contra quienes violaron los derechos humanos en la Argentina más allá de los avances procesales. “Maurice había desaparecido dos veces, porque al ser matado antes de la dictadura desapareció también de la memoria colectiva. Por eso, cuando vi su foto en la net, mirándonos a todos desde el fondo del infierno, cuando leí su historia en los diarios, la de su mujer embarazada, de la familia que lo buscó, sentí una inmensa alegría. Porque la lucha por la impunidad no es lineal, se da en los estrados pero también en la memoria de los pueblos. Y Maurice recuperó su lugar dentro de ese universo.” Mientras lo dice junta las dos manos de fuertes nudillos como si guardara algo entre ellas. Es que cree que el interrogatorio a quien fuera ministro de Trabajo de María Estela Martínez de Perón será un hecho, tarde o temprano. “Porque la conciencia internacional crece y cada vez va a ser más difícil negarse a entregar la verdad.”


En Buenos Aires, Sophie se siente como en casa. Acaba de encontrarse con un tío a pocas cuadras de su hotel en Recoleta, por ejemplo. Se sorprende, sí, todas las ciudades parecen un pañuelo cuando los caminos del azar se cruzan. Pero éste es también su lugar. Hasta aquí viaja una vez por año, al menos. Aquí, a esta orilla del Río de la Plata, vuelve cada vez en busca de información para llevar adelante los juicios por la desaparición de ciudadanos franceses en la Argentina, sus defendidos. “Yo empecé a litigar cuando España abre los juicios porque ahí empezó a crearse un contexto europeo favorable para juzgar a los ejecutores de las dictaduras en América latina.” Su entusiasmo es como la marea, se retira sólo para volver. “Es que concibo la lucha contra la impunidad como una lucha universal, lo que sucede en la Argentina tiene eco en Francia y viceversa. Porque además, cuando hablamos de derechos humanos, las jurisdicciones seborran. El hombre es el mismo en cualquier lugar del planeta y tiene los mismos derechos constitutivos.” Su voz es suave, habla en un castellano correcto y claro, a pesar de que las erres se traban en su garganta. Pero tiene una determinación que la hace pensar que cualquier otra cosa que diga y no se refiera a “los derechos de las víctimas” puede resultar banal. Por eso no quiere dar pistas sobre su matrimonio con un argentino. Es sólo un lazo más que la une a nuestro país. Porque su compromiso se selló mucho antes de convertirse en una mujer casada. Cuando era una nena, la Argentina era un territorio en sus fantasías. Un país lejano, exótico, casi un paraíso perdido. Esa era la imagen que había construido con los relatos de una tía, casada también con un argentino, que solía cruzar el océano para contar cuán vastas eran las tierras patagónicas. “Esas extensiones eran como una promesa de libertad para mí. Pero a la vez muchos intelectuales franceses habían hecho referencias a este país. Jean Jaurès, por ejemplo, salvó el periódico L’Humanité dando conferencias en Argentina.”


“No puedo decir que mi especialización son los derechos humanos. De los derechos humanos no se vive, me dediqué más que todo al derecho internacional porque manejo idiomas y he viajado lo mío. Pero también al derecho privado y comercial. Los Derechos Humanos son una militancia. Con las herramientas y los códigos de mi profesión, puestos al servicio de una causa.” La palabra lucha aparece en su vocabulario con la misma frecuencia que las interjecciones. Dice que es una sola, pero la nombra muchas veces, no encuentra una palabra mejor para una cruzada en la que no está sola. Desde principios de la década del 90 busca, junto con otros abogados y jueces, intersticios por donde meter la cuña que abra paso a la Justicia. De eso se trató el juicio que, en ausencia, terminó condenando a Alfredo Astiz a prisión perpetua por la desaparición de las monjas francesas Alice Dumont y Léonie Duquet. “Ese fue un caso emblemático: las víctimas eran dos personas sin militancia política. Y sobre todo Alice Dumont, era una persona de ideas cristianas muy generosas, vivía su fe a través de la dedicación a los pobres, de ayudar a remediar las injusticias del mundo. Era una persona con una fe muy activa. Era el símbolo del bien. Y en contrapartida lo teníamos a Astiz, conocido en Francia porque infiltró el grupo de refugiados y se raja enseguida; antes incluso de infiltrar el grupo de la Iglesia de Santa Cruz cuando desaparece Azucena Villaflor. Era el símbolo del lucífero, el mal personalizado. En aquella época, como era un juicio por fuera del contexto internacional, era necesario plantear una situación de una fuerza moral tal que fuera difícil de rechazar.” La estrategia tuvo su efecto, sobre Astiz sigue pesando una orden de captura internacional que la Argentina desestimó a pesar de los reiterados pedidos franceses. “Pero no pudimos juzgarlo por crímenes de lesa humanidad porque esa figura, si bien está contemplada en los estatutos militares franceses, hay una jurisprudencia perversa que sentó que ese tipo de crímenes sólo pueden ser calificados así cuando hayan sido cometidos por algunas de las potencias del eje durante la Segunda Guerra Mundial.” ¿Por qué? “Porque de ese modo quedaba sepultada cualquier pretensión de juzgar los crímenes aberrantes cometidos por el ejército francés en Indochina y Argelia. Hubo un vacío legal de más de cincuenta años. Recién en 1994, con la modificación del Código Penal francés se incorporan dos artículos: uno que describe la figura de genocidio, y otro para crímenes de lesa humanidad. Y es llamativo, porque entre los dos parecen describir perfectamente a la última dictadura militar argentina.”


Estaba terminando el bachillerato cuando el Mayo Francés montó sus barricadas en los apretados callejones del centro de París. Se acuerda perfectamente de ese deseo de sumarse a los estudiantes universitarios que le hacía cosquillas bajo el uniforme. Los secundarios no tenían permiso para salir, aunque nada podía impedir que las discusiones se instalaran enlas aulas y que hasta los profesores se contagiaran de ese entusiasmo que inauguraba una forma transversal de participación. “Recuerdo sobre todo cuánto me impresionó que muchas de las barricadas se hubieran montado en el mismo lugar que lo hicieron antes los revolucionarios de las comunas del ‘38. Hay un París geográficamente revolucionario. Incluso tuvimos un ministro, Napoleón Tercero, que quería terminar con todos esos callejones y calles estrechas para que la tropa pueda pasar y arrasar con las protestas.” La revolución socialista era una ilusión tan nítida en sus años de facultad que Sophie no dudaba que algún día llegaría también a su país. Por eso sus ojos, tan claros que encandilan, buscaban con ansiedad las noticias que llegaban de América latina. Y en cuanto pudo viajó a Chile, después del triunfo electoral de Salvador Allende, por supuesto. Y antes del golpe pinochetista. “Yo participaba en la Asociación Francia- América latina, de la que después llegué a ser directora. Se formó en 1970, cuando en Francia había un movimiento intelectual y político importante que buscaba la unión de las izquierdas. La experiencia de Chile resultó fundamental para nosotros, tanto es así que se formó un club de reflexión que pensaba sobre la posibilidad de aprender del proceso chileno. Lo mirábamos con mucho optimismo.”
En Santiago, Sophie se cruzó con muchos militantes socialistas franceses como ella, todos buscaban lo mismo, aprender, como si el país trasandino fuera un inmenso laboratorio del que se podrían sacar fórmulas aplicables a otros territorios. Es curioso, lo mismo dice esta abogada que se niega a confesar su edad cuando habla de la mirada de los franceses sobre la Argentina actual: “A pesar de que nadie quiere animarse a hacer diagnósticos sobre la situación argentina hasta que no se defina esa trama con los organismos multilaterales de crédito, hay un sector que mira atentamente las movilizaciones populares. Es como si el país fuera un laboratorio sobre el que se puede mirar con microscopio para copiar las experiencias. Puede resultar frustrante a veces, por los avances y retrocesos. Pero siempre es dinámico”.

Había presentido el final de la primavera de Allende. Era imposible no hacerlo en los primeros días de septiembre de 1973, aun detrás del cristal del entusiasmo revolucionario. Pero la confirmación del golpe militar fue dura como un mazazo. Sophie dejó Santiago de Chile el 9 de septiembre, todavía trataba de acomodarse a los horarios europeos cuando la despertó la noticia del asesinato del presidente socialista. A la tarde, la entonces estudiante, gritaba por Justicia junto a muchos otros en el centro de París. “Desde entonces la Asociación se dedicó a la denuncia de las violaciones a los Derechos Humanos. Y a la ayuda material y concreta. Teníamos una persona que viajaba todas las semanas a Chile para tratar de sacar gente, de salvar a todos los que pudiéramos de a uno en uno. Todavía estaba fresca la Guerra Civil Española y esta derrota nos llenaba de amargura. Pero nadie fantaseó con poner el cuerpo en la resistencia al ejército de Pinochet porque la oposición fue aniquilada rápidamente.”
Dos años después Sophie seguía con la idea de conocer a fondo los países del Cono Sur. “Tenía un poco de tiempo y quise pasarlo en la Argentina, estuve casi todo 1975, antes de matricularme como abogada. Desde entonces los lazos con los dos países han sido muy intensos.” Pero antes de dedicarse activamente a la Asociación Francia-América latina, Sophie creyó que era un deber conocer la otra parte del continente americano, específicamente ese país que ejercía su poder imperialista alentando las dictaduras en el sur. Consiguió unas cátedras en la Universidad de Nueva York, y vivió un par de años en Estados Unidos, reuniéndose con esos pocos con los que compartía la mirada crítica sobre el colonialismo en sus diversas formas. De vuelta en Francia tomó contacto con los exiliados argentinos en París. “Fue una comunidad muy activa, en la denuncia de lo que sucedía en su país y también en la movilización. Cada jueves se hacían marchas para apoyar a las Madres de Plaza de Mayo. Además se propiciabandiscusiones, debates, coloquios que sirvieron para crear la conciencia necesaria para ir abriendo la posibilidad de los juicios penales.” Desde entonces Sophie vive con un pie en Europa y otro en América latina. Y es así como le gusta, la vida estaría vacía sin la perseverancia de la lucha. Sabe que los triunfos, son, como el tango, triunfos pasajeros. “Pero la única manera de pasar de una frustración es empezar de nuevo.” Y por eso después de la condena a Astiz se dedicó a buscar otras grietas en la malla de la impunidad y de un cuerpo de leyes francesas que parecen estáticas, encorsetadas por el peso de la historia. “En cambio en la Argentina se está generando una jurisprudencia dinámica que empuja el cambio también a nivel internacional. Hubo acciones muy innovadoras, como la de calificar el delito de secuestro como continuo. Mientras no aparezca el cuerpo el delito se sigue cometiendo y por lo tanto no prescribe. Ese elemento para mí fue vital para presentar los juicios por el resto de los desaparecidos franceses en la Argentina. Porque no había dudas sobre la competencia cuando la víctima es de nacionalidad francesa, había que saltar el problema de la prescripción del secuestro y ésa fue la llave.” Sophie cita también a los Juicios de la Verdad cuando habla del dinamismo de cierto sector de la Justicia argentina. Del otro sector, del que no contesta sus exhortos cuando pide datos sobre represores, del que se niega a la extradición de Alfredo Astiz o de Riveiro, de ése no quiere siquiera molestarse en hablar.


Le da un poco de pudor confesar que después de una noche sin dormir, después de dos meses de trabajo minucioso recolectando testimonios y pruebas sobre la desaparición de Marianne Erize, descorchó una botella de champagne cuando supo que Olivera había sido detenido en Italia por un pedido del juez Roger Le Loire. “La impunidad le había dado la soberbia de creer que podía pasear muy tranquilo por el mundo. Pero no fue así, logramos que se lo detuviera, al menos pasó un mes y medio preso. Después la vergüenza fue para la Justicia italiana por la forma en que lo dejaron huir a la Argentina donde lo protege la Ley de Obediencia Debida.” Igual fue un golpe contra la impunidad, dice, porque hizo revivir a una “víctima precisa en un momento preciso. Y eso vale”. Al fin y al cabo fue de esa manera, dando pasos que a veces parecen haberse perdido en el agua, que el contexto internacional fue cambiando y que los procesos de un país fueron haciendo sonar su eco en otros. “En Francia se ha intentado silenciar los crímenes de la guerra de Argelia, se ha dictado la impunidad y hasta Lionel Jospin quiso sellar un manto de plomo con una famosa frase que decía que lo de Argelia era materia de historiadores. Pero todos sabemos que un país no puede proyectarse sobre el silencio de una tragedia histórica, tarde o temprano ese tabú contamina el presente y el futuro del país.” Lo saben los franceses, dice Sophie, porque todo el tiempo aparecen nuevos testimonios sobre la guerra de Argelia, víctimas que quieren enseñar sus cicatrices, torturadores que se confiesan en público y que después son condenados, curiosamente, por lo que dijeron y no por lo que hicieron. Eso sucedió con Paul Aussaresses, un general que colaboró para escribir esos manuales de tortura con que se guiaron los represores latinoamericanos. Y eso sucedió en la Argentina con Alfredo Astiz, condenado por su reivindicación de la tortura y la muerte pero protegido de la cadena perpetua que le impuso Francia en ausencia por el secuestro de las monjas francesas.


¿Cuánto cambió esa estudiante a la que le hormigueaban las piernas por las ganas de mezclarse en la revuelta del Mayo Francés? ¿Cuántas veces tuvo que reafirmar su compromiso esta abogada que alguna vez pisó las calles de Santiago en busca de inspiración para sus ideas de izquierda? “La lucha es una –insiste, otra vez– pero tiene muchas formas. Elcompromiso es diario. Y los problemas se multiplican. Los Derechos Humanos no se acaban en los crímenes de guerra, hoy es muy importante, tanto en Francia como en la Argentina, proteger los derechos económicos y culturales que aquí están en vías de destrucción y allá están amenazados seriamente.” En el momento en que llegaba a Buenos Aires, hace pocos días, para apoyar una declaración pública sobre la importancia de la apertura de nuevos archivos sobre las dictaduras; Sophie acababa de firmar con el sector progresista de la Justicia de su país, una declaración en contra de un proyecto del ministro de Interior francés. “El gobierno de derecha que tenemos ahora y que ganó con el 80 por ciento de los votos hizo toda su campaña arengando sobre el tema de la seguridad. Ahora querían penalizar la mendicidad, la prostitución y hasta a los gitanos. En realidad lo que se busca es criminalizar la pobreza. Lo mismo que sucede en la Argentina, cuando se juzga arbitrariamente a los que piden alimentos, a los que protestan.” Por eso Sophie sigue trabajando, porque el compromiso se renueva al mismo tiempo que se modifican las estrategias del poder para sostener lo establecido. Pero ése es justamente el desafío, sea desde el debate jurídico o desde la denuncia en la calle, como suele hacer cada vez que se reprime alguna protesta en la Argentina: buscar atajos nuevos que crucen el territorio de la impunidad, hasta que algún día haya tantos caminos que no va a quedar lugar para los escondites.

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