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Viernes, 1 de noviembre de 2002

otro mundo

Por Marcela Bordenave *

La alegría no es sólo brasileña. Y cuando decimos esto significa que esa larga espera que como latinoamericanos construimos en nuestra conciencia, en nuestra lucha, con la idea de la Patria grande, la de los pobres, la de los excluidos, hoy sentimos propio y nos alegramos con el paso hacia adelante que el pueblo brasileño con más del 60 por ciento dio el domingo pasado.
El triunfo obtenido por Lula en las elecciones nacionales del Brasil se convierte en una bisagra para el resto de Latinoamérica e impone a la región una oportunidad histórica para desandar el camino de inequidad, exclusión y miseria, impuesto desde el consenso de Washington. Fernando Henrique Cardoso y Carlos Menem (en nuestro país) encarnaron el modelo que hemos sufrido durante la última década, basado en la apertura económica indiscriminada, el endeudamiento, la sobrevaluación del capital financiero y la regresiva distribución del ingreso. El resultado: 53 millones de pobres en Brasil y más de la mitad de la población en la Argentina.
Esta oportunidad histórica que ostenta el pueblo brasileño debe ser acompañado por nuestra sociedad en su conjunto como política de Estado. Apoyo que, además del movimiento social y los sectores que impulsamos un proceso de transformación, con una justa distribución del ingreso y que confiamos en Lula para que Brasil conduzca el proceso de integración regional, no debe limitarse al plano comercial sino que debe profundizarse en lo político, social y cultural.
Sabemos que el desafío es grande y los intereses del poder se van a ver afectados, comenzando la guerra sucia contra todo cambio que no los tenga como únicos beneficiarios, pero confiamos en la capacidad de Lula y en el apoyo popular que lo catapultó al gobierno federal, que con la estructura del Partido de los Trabajadores y el movimiento social brasileño van a jugar un papel determinante para transitar el rumbo establecido en las urnas.
La enseñanza que nos lega el triunfo del PT es grande, alentadora y de esperanza, no solamente por la importancia económica de nuestro país vecino sino por el proyecto político integrador que desde allí se impulsa. Esta esperanza es la que tenemos que reconstruir en nuestro país. Después del fracaso del continuismo de la Alianza y el grado altísimo de fragmentación en que se encuentra el movimiento social y político, es imprescindible la reconstrucción de un proyecto nacional discutido y consensuado con la sociedad, para lograr integrar a nuestro país al proyecto de unidad latinoamericana que se vislumbra a mediano plazo.
Un proyecto que en nuestra patria debe estar teñido con un fuerte color popular, con la justa distribución de la renta nacional, apuntando a las pymes para recuperar el empleo y la producción, recuperando la Justicia en base al mérito y con la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final para iniciar el camino hacia el fin de la impunidad, investigar a fondo y no pagar la parte ilegítima de la deuda externa, recuperar los recursos energéticos para la Nación, fijar una política en materia de defensa estratégica a nivel regional con vistas a fusionar las Fuerzas Armadas y revolucionar la educación y la cultura. Pero la primera y más importante definición es el combate a la pobreza y la exclusión.
Superando las amenazas que el establishment hacía llegar a través de la Bolsa, de las declaraciones de los principales responsables de losorganismos de crédito internacional, de los funcionarios de los Estados Unidos, desconociendo la teoría que sostienen que en este mundo globalizado cualquier intento para solucionar la problemática de nuestros pueblos que no esté dentro de las recetas de los poderosos está destinado al fracaso, el pueblo de Brasil ha decidido cambiar el rumbo de su historia. Hoy se anima a pensar un proyecto latinoamericano. Años atrás había confiado en un académico prestigioso, autor de la “Teoría de la dependencia”, que lo primero que le pidió a su pueblo es que olvidaran lo que había escrito, muy parecido al autóctono “si decía lo que iba a hacer, no me hubieran votado”.
Hoy, el pueblo brasileño le ha dado una fuerte estocada al discurso hegemónico de la ultima década, esto ayuda y potencia todas las experiencias nuevas de Sudamérica. Evo Morales en Bolivia, la gran movilización popular que frenó el golpe en Venezuela, el proceso electoral en Ecuador forzando una segunda vuelta, la victoria tan ansiada y esperada del Frente Amplio en Uruguay dentro de dos años y el proceso de final abierto que nace de las jornadas del 19 y 20 de diciembre en nuestro país.
Como pueblo históricamente protagonista de los procesos de cambio en nuestro continente, no nos podemos quedar afuera de una alternativa que recupera la posibilidad de una salida pensada desde los latinoamericanos para los latinoamericanos. La enseñanza que deja el pueblo de Brasil para quien la quiera recoger es que aun hoy otro mundo es posible si cada uno de nosotros es capaz de ser protagonista.
* Diputada de la Nación ARI - Prov. de Bs. As.

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