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Viernes, 8 de noviembre de 2002

SOCIEDAD

los impunes

Por Lucía Alberti *

Uno de los peores actos de corrupción del ser humano es la impunidad. Ser impune significa acceder a donde nadie accede, lograr lo que nadie logra, manejar los hilos de las conductas que nadie maneja. La impunidad está asociada a la actitud taimada, encubierta por excelencia. Es aliada imprescindible del oscurantismo del pensamiento y la acción, ya sea en lo político, religioso, económico, filosófico, social, dogmático, familiar, comunitario. El dominio por la fuerza, la aplicación de herramientas de terror, el control que se ejerce usando metodologías que son siempre intimidatorias, concurren a establecer fuertes lazos dependientes de parte del/a intimidado/a. Esto otorga un poder omnímodo al dominador impune, del cual podríamos decir, le provoca un placer tal que lo acerca a un estado ideal de supremacía, lo endiosa. También las instituciones específicamente creadas para llevar adelante políticas y estrategias de control social, utilizando instrumentos legales y no legales de reducción, pero siempre humillantes, han sido el flagelo de la humanidad, a lo largo de la historia. Los cuerpos de elite, las cámaras de tortura, los tormentos psicológicos, el encierro en condiciones infrahumanas fueron algunas de las metodologías de que se ha valido el hombre para dominar.
Pero la impunidad no está referida sólo al campo de lo político institucional. También involucra el ámbito religioso, privado, familiar, comunitario. No sólo por lo que ocurre dentro de esos ámbitos sino por la incidencia de los institucional y lo público en muchos de esos ámbitos, especialmente para que no se produzcan cambios que alteren su statu quo. Abundan ejemplos, de los cuales sólo tomaremos algunos: el enterramiento hasta el cuello de las vestales, el poder del pater familia, el derecho de pernada, la inquisición, la decisión de muerte sobre las mujeres en algunas comunidades orientales, la ablación de clítoris a las adolescentes. También podemos agregar la inducción al suicidio colectivo de sectas, las mujeres golpeadas, los niños maltratados y abusados.
Todas situaciones que evidentemente incluyeron e incluyen algún grado de aceptación por parte de un sector de la sociedad, para que se reproduzca la impunidad en espacios públicos y/o privados. De todas las formas de impunidad corrupta, la más grave y difícil está asociada a la infancia.
El abuso, maltrato y paidofilia son los grandes castigos que padecen la infancia y adolescencia, por parte de algunos adultos, con la inexcusable complicidad tácita de otros. La posesión de un niño, niña o adolescente provoca ese empoderamiento amparado en la impunidad. Impunidad que se sostiene porque sigue existiendo la consigna que de “eso no se habla” y si no se habla se sigue haciendo.
En Argentina también existe el abuso, el maltrato y la paidofilia, como en otras partes del mundo, aunque parece que más encubierto. Por eso, son temas que se deben encarar con urgencia y decisión, investigar y descubrir a los impunes felices, que se amparan en las sombras, sean éstas de la familia, la comunidad, la religión, la política o la sociedad. Todo lo cual implica un alto costo social que lo paga el conjunto de la comunidad, por las consecuencias que se arrastran hasta la adultez provocando situaciones de enfermedad mental, hipocondría, drogadependencia, inclinación delictual.
Amar a un niño o una niña, no importa su procedencia, condición o circunstancias, es preocuparse de mitigar de modo urgente el daño al queestá permanentemente expuesto. Su vulnerabilidad e indefensión son las mejores armas de los abusadores y paidófilos.
Desde ANUA, en el marco del Proyecto de Investigación de Extensión Universitaria de Sociales de la UBA, con la cátedra de Sociología de Infancia, Adolescencia y Juventud de la carrera de Sociología, hemos decidido desde mitad del corriente año encarar férreamente este tema. A tal efecto estamos organizando para antes de fin de año las Primeras Jornadas de Abuso y Paidofilia en el país, con vistas al Primer Congreso Internacional.
Tal como se ve, el gran desafío es contra la impunidad, como un método de desactivar la corrupción sea en el orden que sea. Apropiarse de un infante, maltratarlo, abandonarlo, exigirle que trabaje, abusarlo sexualmente, exponerlo en fotografías o cintas, ampararlo para sodomizarlo, violarlo en el seno de la familia o en una institución son formas claras de corrupción. La impunidad sólo mengua cuando se descubre, cuando se pone luz en esa horrible oscuridad. Para lograrlo debemos aunar esfuerzos, compartir conocimiento y adquirir el compromiso insoslayable de no abandonar jamás la antorcha en el camino.

* Presidenta de ANUA (Asociación pro Naciones
Unidas de Argentina)

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