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Viernes, 11 de diciembre de 2009

DIEZ PREGUNTAS > A CRISTINA INES FERNANDEZ MORENO*

“Entre el Príncipe Azul y Barba Azul hay muchas variantes”

 Por Clarisa Ercolano

1–¿Cómo fue el proceso de gestación de Mármara?

–Fue accidentado. En el sentido literal del “accidente geográfico”, ya que Mármara fue naciendo entre España y la Argentina. Entre crisis familiares diversas, viajes y mudanzas..., mudanzas de objetos y también de lengua. Porque después de tres años en España, a mí ya me iba pareciendo más natural decir “coger” y un poco bestial decir “agarrar”, como si uno fuera un ave de rapiña.

2–En uno de los cuentos, los personajes reflexionan sobre si todos estamos “presos” en el planeta Tierra, ¿todos sufrimos más o menos por lo mismo?

–Sí y no. Depende de en qué lugar del planeta Tierra te haya tocado nacer. Todos los seres humanos sufrimos enfermedad y muerte, todos nos hacemos las mismas preguntas insondables, todos somos presos de la desesperanza, las decepciones, etc. Pero no es lo mismo sufrir hambre, miseria y tortura, que sufrir una decepción amorosa, o un fracaso profesional. Dentro del cuento que mencionás, precisamente, la perspectiva del “sufrimiento universal” sirve como tapadera para ocultar el horror individual.

3–¿Por qué es dañino para las mujeres solas tejer fantasías?

–Mujeres solas y de cierta edad, como es el caso de mi protagonista. En la juventud, el deseo de formar una familia suele ser tan poderoso que uno echa a volar la fantasía sin límite. Después, entre el Príncipe Azul y Barba Azul una se puede encontrar con muchas variantes. No soy totalmente pesimista: a veces la cosa sale bien. Pero a partir de cierto momento, ya hemos aprendido que el amor entre hombres y mujeres está lleno de espejismos. Entonces mejor no hacer nunca abandono del propio centro.

4–¿Las relaciones familiares, pareja, hijos, son siempre una buena fuente para nutrir cualquier relato?

–Sin duda. Desde Edipo, Romeo y Julieta o Madame Bovary, hasta los grandes cuentistas como Chéjov, Maupassant, Salinger, Lorrie Moore o Alice Munro. Hay cientos de ejemplos. Gran parte de la literatura se sumerge allí, en el magma de la vida. Desde ya que hay otras fuentes. Lo mejor, me parece, es cuando se entrecruzan y conviven. En la gran literatura, en el Ulyses de Joyce, por ejemplo, se habla de sexo y de matemáticas, de fisiología y de Homero, de cocina y de política, de colores, de urbanismo, de astronomía..., todo está allí, como en un Aleph.

5–En las páginas de Mármara aparece el MSN, el scrabble on line. ¿La tecnología nos conecta, nos desconecta o sólo cambia el modo de encontrarse?

–Son herramientas más eficientes de trabajo, te conectan más y más rápido. En la cuestión amorosa también te dan más independencia. Pensá cómo se conocían antes los hombres y las mujeres. Ni hablar de la época de nuestras abuelas o madres. Pero en mi época –que todavía es ésta– tenías que esperar que ellos te “sacaran” a bailar. ¿Y si no te sacaban? Drama total. Planchabas. En Internet nadie te tiene que hacer “gancho”. Hombres y mujeres pueden gestionar sus propios encuentros. Pero al final, a través del chat o de las palomas mensajeras, siempre llega la hora de la verdad. Cuando dos seres humanos están frente a frente.

6– La carne argentina, el exilio; ¿buscaste un sello de argentinidad o fluyó naturalmente?

–Fluyó naturalmente. Yo estaba en España tratando de sobrevivir de la crisis de 2001 y tenía muchos amigos en las mismas condiciones. La historia del tipo que se queda encerrado en una caja refrigerada con paquetes de carne es real. Le sucedió a mi amigo Roli, y yo la tomé porque condensa de una manera muy evidente (y humorística) lo que parece ser uno de los destinos inevitables de nuestra “carne” y de nuestros cerebros argentinos: irse del país. Por algo se acuñó aquí la frase: “el que salga último de Ezeiza que apague la luz”. Un destino latinoamericano que tal vez ahora se va revirtiendo.

7– El encierro es una figura presente, ya sea en un balcón, en un ascensor. ¿Por qué?

–Yo me quedé encerrada una hora en un balcón. Y también estaba encerrada en España, ya que una vez iniciado el trámite del permiso de residencia, no podías salir de allí. Corrías el riesgo de no poder volver a entrar. La gente tenía que esperar un año, a veces dos o tres... Pero el encierro es también de orden existencial. Uno está encerrado en su conciencia, en su cuerpo, en sus limitaciones, en los azares de la vida, y de ahí no se sale tomando ningún avión.

8– ¿Seguís pensando como en “Hombres como médanos”, que los hombres pasan y los malentendidos se multiplican?

–Sí, absolutamente.

9– ¿Cuál es tu próximo proyecto?

–En principio seguir con los cuentos. Cuentos vinculados con malos sentimientos: la envidia, los celos, el egoísmo, etc. También fantaseo con hacer la crónica de un proyecto que tengo de recuperar papeles de mi padre César. Cartas con colegas e intelectuales latinoamericanos, previas al reinado de Internet y archivadas en París.

10– En la tapa del libro hay piezas, letras desordenadas. ¿Cuál fue el porqué de esa elección?

–Esas palabras están vinculadas con el relato “Mármara”, pero también con cuestiones necesarias al diseño. Después hubo elecciones caprichosas, o sea literarias, como la aparición de la “Q” o la “X”. Son letras preciosas. Por algo tiene más puntaje en el scrabble. Además, las letras y las palabras que forman están en la génesis de la literatura. Tienen cuerpo, las palabras tocan y son tocadas (...). Hierven como peces en un estanque. (...) Son crisálidas, clavos ardiendo (...). Granadas que revientan en la mano si no se arrojan a tiempo (...). Son versos de mi padre, César.

(*) Ines Fernandez Moreno es escritora y acaba de publicar Marmara, un libro de relatos que se desarrollan en el gran escenario de la humanidad. El amor, los años, la posesion, el exilio y los devenires de la existencia mundana son el hilo de estas historias, premiadas en España con el galardon Hucha de Oro.

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