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Viernes, 18 de noviembre de 2011

PERFILES > LA MALA INVITADA

Luciana Aymar

 Por Flor Monfort

Es tal el desborde en el show del baile televisivo, con sus pubis al viento, desmemoriadas amantes de dictadores y parejas desparejas pero siempre vendedoras, que el vergonzante papel de otros y otras conductores/as de nuestra televisión parece un chiste de colegiales. Pero no siempre lo es.

El incidente del sábado pasado entre Nicolás Repetto y la deportista Luciana Aymar se viene a sumar a la lista de los papelones que el más cool y canchero flâneur de Punta del Este, con abdominales de tabla de lavar, contabilizó en este 2011, el año de su vuelta al soporte que lo hizo famoso allá por los ochenta de La noticia rebelde.

Ya había empezado el año con una metáfora gastronómica que prometía. Nos decía Nicolás que comer fideos con tuco todo los días no estaba bueno, como una apuesta a que lo suyo iba a ser caviar, Kobe o trufa de Alba. Después aclaró, para calmar a las fieras, que se refería a esa costumbre de repetir hasta aprender de memoria lo que dijo el otro del otro del otro y así no tener que producir por cuenta propia, evadiendo cualquier intento de “pensar” y generar contenidos, según sus propias y sabias palabras. Sobre refritar un formato que había sido un éxito en 2002, año estrellado y caliente, Nico no dijo nada porque claro, cuando la platea pudo comprobar que su “nuevo” Sábado Bus era una copia deformada por el paso del tiempo de aquél, el señor ya estaba en el baile. Y tenía que bailar.

A Valeria Bertuccelli no le había gustado ni un poco que la mandaran a promocionar la película que protagonizaba (Viudas) pero no le quedó otra que ir en lugar de Graciela Borges (ajetreada esa semana por una denuncia contra su hijito Juan Cruz por violencia contra su ex mujer) y poner su mejor cara. De Viudas pudo hablar poco y nada porque se antepusieron brillantes encrucijadas al diálogo, como “¿Entrarías a la casa de Gran Hermano?”, entre otras. Pero además Bertuccelli tuvo que salir a bancar su película frente al tanque hollywoodense que Repetto tenía que chivear con imágenes y muchos “faaaa” que denoten admiración por efectos y dimensiones triples. Y así lo hizo, con antipatía y coraje, haciendo fondo blanco desde el segundo bloque del soporífero y remixado ciclo, en contra de todo lo que se espera de una chica bien. Leticia Brédice fue más amena, sobre todo porque tomó de punto a otra invitada, la chilena Pilar Sordo y sus insoportables clichés sobre las diferencias entre hombres y mujeres: que nosotras manejamos mal porque tenemos problemas con los mapas y que hacemos pis con la puerta abierta porque nos gusta estar pendientes de todo fueron algunos de las máximas que Brédice se le animó a discutir, generando un clima crispado que Repetto se esforzaba por romper con “buena” energía. “¿Ustedes pueden mear y pensar en otra cosa al mismo tiempo?”, le dijo a Sordo el genio de Nico, tan cool con saco de pana y esas hadas 90-60-90 revoloteando el estudio, groupies fuera de época y casi desnudas que solo hablan cuando el conductor las registra, luego pasean como asistentes de la nada, mostrando la carne solamente porque se supone “que inspira”.

Poca inspiración tuvo el conductor para faltarle el respeto a la campeona de hockey Lucia-na Aymar, goleadora de Las Leonas e invitada de su última emisión. Ella se había negado a participar en el segmento “Muñeca Bus”, un clip filmado previamente donde la mujer elegida juega sus deseos entre una fantasía ficcionada que la hace convertirse en una bomba sexy que se devora al macho Ken como a un bombón de chocolate. Cuando de deseo se trata, al tan estigmatizado varón de Repetto que solo quiere ver minas en bolas le corresponde una mujer que solo quiere convertirse en una trola divina y golosa que solo quiere que le den candela. Al terminar el segmento que todos aplauden y volver a piso, la dama es llevada por el conductor a una caja, similar a las de las Barbie, y es atada con precintos muy mononos para simular la rigidez de una muñeca. Se cierra la puerta de acrílico y la señorita luego sale, con el soplo del divino de Nico a la luz del centro de la mesa, donde una tarima la espera en el medio del semicírculo que forma la mesa bus para bailar sexy y gatuna, porque eso esperamos de estas chicas guerreras.

Aymar había dicho que no, pero a Nico se le ocurrió tentarla/forzarla a subir, a ver si luce ese cuerpo de deportista que tiene y “pasa al frente de todas las minas”, sea lo que fuere que eso quiera decir. Visiblemente incómoda, cediendo porque no le quedaba otra, se bancó que Repetto le “ate una gamba” a la caja y luego la lleve de la mano a hacer esas poses que ella no quería. Una versión más del ya insoportable “si viniste así vestida, bancátela y mostrá”, buceando el lugar común de que la deportista sensual y aguerrida debería ser capaz de dejar todo en la cancha y en la cama. Las aguas parecen dividirse para las mujeres que se dedican al deporte de elite: o son unas yeguas que gimen cuando sueltan una volea en el polvo de ladrillo o son unas aparatas habilidosas. Una mujer que puede transpirar la camiseta, besar la bandera de su país cuando lo representa subida a los hombros de una compañera, que ya empieza a aflojar en la carrera de deportista que la hizo famosa y quiere abrirse otros caminos, si ésa se niega a algo, es una mala invitada.

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