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Viernes, 30 de diciembre de 2011

MúSICA

Después de hora

Inspirándose en los campamentos musicales para niñas de Portland y Nueva York, la artista británica Kate Nash ha iniciado cursos post-colegio en seis escuelas de Gran Bretaña con un fin: que las nenas sientan que ellas también pueden hacer rock.

 Por Guadalupe Treibel

Cuando, en 2003, Richard Linklater vistió a Jack Black de improbable maestro suplente de primaria para el film Escuela de Rock, el personaje terminó por entusiasmar a niñatos –con talento latente– y volverlos una banda con todos los ingredientes; si hay romance en el hacer de las canciones, la trama supo darle buen cauce a ese cariño. En el campo de lo real están quienes también asumen la responsabilidad de contagiar ese primer (o segundo o tercer) amor a los más pequeños, con una afortunada vuelta de tuerca: la de género. Kate Nash es una de ellas.

Con apenas 24 años y dos exitosísimos discos (Made of Bricks y My Best Friend is you), la cantante británica ha revelado que lleva adelante una serie de clubes post-escolares para niñas, con el objetivo de enseñarles que ellas también pueden ser parte de la escena musiquera; o, mejor dicho, que tienen derecho a expresarse artísticamente como les dé la gana sin sentirse avergonzadas. Aquí no hay pelea, reglas ni reclamos: la que quiera hablar del club de KN puede hablar del club KN. Ninguna represalia. La experiencia, que ya lleva 10 meses con luz verde, ha tenido sede en seis escuelas diferentes de distintos puntos de Gran Bretaña: Portsmouth, Bournemouth, Liverpool, London, Yeovil y Reading. Entre gigs y días libres, la dueña del hit “Foundations” se ha acercado a colegios y, después de las horas de clases, ha iniciado una seguidilla de cursos donde las niñas no sólo aprenden a tocar instrumentos; también reciben tips para convertirse en ingenieras de sonido, para maniobrar luces o vincularse con sellos discográficos.

Lo más importante, sin embargo, ha sido crear un clima seguro: “La idea es que puedan pasar el rato y generar ideas sin ser juzgadas; que prueben cosas por primera vez y hagan música con amigas, que sean estimuladas y se las escuche; que sean expuestas a ejemplos de otras grandes cantantes y compositoras”, explica la pelirroja, capaz de hacer temas en jerga cockney con emoción cruda y sonrisa socarrona. Y agrega: “En realidad es tan sencillo como decirles que tienen derecho a hacer música. Hay que alentarlas a que prueben, aunque tengan miedo”, dice.

Porque tienen miedo. Según Nash, las nenas se sienten gordas, sin talento y con temor a dedicarse a la música por cómo puedan juzgarlas como mujeres. “Esas eran las respuestas que me daban nenas de 14 años”, se indigna la galardonada Kate, no sin antes detallar la respuesta de una de las integrantes del club: “Cuando le pregunté por qué no se animaba a hacer canciones, me dijo que, para ser música, tenías que ser linda y ella no lo era”. No es de extrañar, entonces, que KN encuentre revulsivo el estado de las cosas y quiera aportar su granito de arena. Cansada de que lo que importe sea el cuerpo, la cara o lo que se esté dispuesto a hacer para escalar, admite que sentirse satisfecha “sólo” con sus temas la hace un bicho raro. En especial cuando se niega a vender sus tracks para publicidades, aparecer en The X Factor o “mostrar las tetas en revistas para chicos”.

Cuando el pasado febrero visitó la Argentina, la cantante había adelantado a Las12 su intención de dar marcha a lo que ella misma definiera como el “Kate Nash Rock & Roll for Girls After School Music Club”, con workshops y artistas invitadas, “nadie famoso, sólo chicas con bandas, sonidistas, especialistas en luces, para que las niñas vean por ellas mismas que hay muchos puestos en la industria”. Nash quería hablar de Joan Jett o Kathleen Hannah, rescatar valores, ayudar al empoderamiento, crear un punto de fuga en una escena hermética. “Las adolescentes son inteligentes; les interesa el arte y la música, pero nadie les enseña acerca de mujeres que realmente significaron algo. Quiero que sepan que existe algo más allá de las tres flacas semidesnudas que salen en las revistas”, expresó entonces.

Un mes después, ya en su Gran Bretaña natal, se organizaba y, desde entonces, lo continúa haciendo. Y aunque la realidad que la convoca la ubica en Inglaterra, experiencias similares ya han tenido saludable eco en países como Estados Unidos. Allí, en Portland, Nueva York y otros estados, los primeros campamentos de rock para nenas y adolescentes cumplen una década ampliando el espectro musical, con maestras como Beth Ditto y nobles objetivos entre sus filas: los de promover la conciencia, la autodefensa y, claro, la composición. Kate Nash hace lo propio en Inglaterra, buscando que los sponsors continúen donando material, charlando sobre Jett, Björk, Patti Smith, invitando a Emmy The Great, Brigitte Aphrodite y Samanta Valentine a hablar con sus estudiantes. Lo hace después de hora porque, al parecer, el concepto de “colonia” no es muy “británico” que digamos.

Así, mientras prepara su tercer disco de estudio, que saldría el año próximo, KN sigue luchando contra los estereotipos, el sexismo, los prejuicios contra la edad. En sus palabras: “La industria entera es un club de chicos. Creo que eso ha sido lo que me empujó a definirme orgullosa como feminista. No un tipo determinado, de primera, segunda o tercera ola; sencillamente tengo mi propia versión de feminismo, basada en mis experiencias. Claro que he leído libros importantes como Votes for Women, Reclaiming the F Word, One Dimensional Woman, Never Mind the Bollocks, Women Re-Write Rock and Girls to the Front, entre otros. Pero no se trata de algo meramente personal o político. Se trata de la vida misma”.

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