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Viernes, 15 de agosto de 2003

MúSICA

Belleza (latino) americana

Laura Vázquez es argentina pero vive en México. Tecladista, pero antes de eso pianista. Compositora y letrista. Vino al país a presentar su disco “Hambre”, algo que, sostiene, sienten muchas mujeres. Algunas por necesidad y otras por hacer dieta.

 Por Soledad Vallejos

En México, en las entrevistas, lo primero que te dicen es ‘¡qué bella es la mujer argentina!’. Y yo digo: ‘no, no es que sea bella, es que está presa de la belleza. Si no sos bella, fuiste. Entonces, están todo el tiempo preocupadas, que la dieta, que el gimnasio, esas cosas’. Cuando llego acá, veo las tapas de las revistas y me doy cuenta de que la vida me dio la posibilidad de vivir unos años, los que estoy allá, libre de todo eso. No estoy en contacto con esa cosa de la teta, el culo, la belleza... ¡es agotador! Y acá estamos muy acostumbrados a ver eso. ¡Yo allá sentía una tranquilidad enorme!”, dice la rubia de anteojos anaranjados que todavía está disfrutando de las respuestas que le llegan desde que, por fin, se dio el gusto de plantarse disco en mano ante un público argentino (tras cerca de 5 años de exilio mexicano) con material absolutamente propio. Enfrentar con instantáneas hechas a fuerza de música elaboradísima y letras en las que su voz muta entre el desamparo y una presencia arrolladora un mundo poblado por mujeres muertas de hambre por voluntad de belleza y por otras famélicas en virtud de voluntades ajenas, ésa era (y es) la idea rectora que la fue llevando en una aventura de composición, pero también de militancia en foros públicos. Explica que “en México estoy más ubicada en un lugar no underground, pero sí un poco más elitista, más intelectualoso”, que en ese territorio dominado por representaciones de lo latino tan parecidas a las de MTV ya le había causado suficiente asombro que su última picardía musical fuera reconocida como segundo mejor disco del año, y que con eso, digamos, ya estaba hecha.
Debe ser por eso que, en el entusiasmo de haber encontrado comprensión de las letras de Hambre donde esperaba apenas una recepción cálida, Laura Vázquez deja enfriar el café, escapar los minutos y acumularse frases que le hacen comprender, esta vez a ella, que, al parecer, no es la única preocupada por los modelos de mujer y las presiones que van filtrando por todos los flancos. “Lo que más me sorprendió fue la respuesta de la gente que nada tiene que ver con la música, ni con el arte, ni con el circuito culturoso en el que suelo moverme. Hoy me llamó una que me dijo que mi música era educativa, ‘¡la voy a poner en el auto cuando entre mi marido!’, y yo no lo puedo creer. No puedo creer que me digan ‘es educativo’, porque es gente que, a lo mejor, tiene una vida que nada que ver con la mía, y sin embargo lo captó. Yo pensé que acá ya estaban de vuelta con ese tema, que iba a estar medio trillado, ¡pero en realidad está tan candente!”

Un largo camino
Difícil preguntarle a alguien que ha ido construyendo su vida alrededor de una actividad practicada con devoción artesanal por qué lo hace. En ciertos casos, ese porqué sería capaz de desencadenar sinfines de respuestas metafísicas, certezas existenciales, elucubraciones de toda calaña, y tal vez alguna razón práctica. En otros casos, en el de Laura, digamos, más que difícil, esa pregunta parece inútil. Si alguien ha aprendido que el piano es parte de su vida desde que cumplió los 7 años, si ha sido concertista con apenas 13, revistado como música estable deAmelita Baltar, pergeñado la movida de chicas dedicadas al soul con las Soul Fingers, acompañado a Fito Páez en las infinitas giras que siguieron a Euforia, y siguen las firmas, bueno, a qué indagar en lo obvio. Laura hace, consume, disfruta y respira música. Su camino es el que van diseñando todo tipo de incidentes vitales que empiezan y terminan en nombres de discos, presentaciones, cantantes, productores, giras. Tiene sentido, entonces, que las imágenes que van pasando por su cabeza, los desafíos que se plantea, las emociones que la van asaltando, terminen registrados en sus letras y sus melodías. En eso, claro, cayó su militancia feminista y sus preocupaciones por lo social, y la mixtura terminó, ejemplo, por tomar los agobios para crear letras como la de “Bella”: “Debo ser diferente, exitosa y pudiente/ pero igual dependiente./ Debo hacer los mandados, y comprar tus regalos,/ debo estar satisfecha y sentarme derecha”.
En su vida mexicana, cuando no está presente en algún foro para reivindicar el derecho de las mujeres a vivir más o menos tranquilas y conformes con sus cuerpos más allá de lo que quieran los genios del marketing y la publicidad, se dedica a contribuir con la Liga de la leche para difundir los beneficios que el amamantamiento puede reportar a los bebés y sus madres; y si hay un rato libre, algo le dice que lo mejor es ocuparlo, y allí va, a cursar la carrera de psicología en la UNAM y terminar estudios de musicoterapia. Una chica ocupada, Laura.
–Por eso mi disco anterior (que grabé en la Argentina pero edité solamente en México) se llama Una: porque es una la que puede hacer eso, hacer esto... Yo, en realidad, me fui porque me enamoré, me fui a tocar con Arjona. En general, no lo cuento porque no tiene nada que ver con lo que hago, pero es que ellos me habían visto en la gira de Euforia con Fito, estuvieron dos meses buscándome por teléfono. Yo ni sabía quién era Arjona, en mi vida había escuchado hablar de él. Era una freak encerrada ahí, pero me empecé a llevar muy bien con el manager y me convenció. Además, yo pedí de todo, y todo exótico: “cuando haya una semana libre, quiero un pasaje para la Argentina”, “bueno”, “quiero una casa...”. Todo lo que quería, me lo daban. Dije bueno, voy a probar. Me interesó porque Arjona tiene como un seleccionado de músicos de los mejores del mundo, entonces fue como un desafío que me tomé, para ver si podía ocupar ese lugar. Y fue una historia impensada. Ahora sigo siendo amiga de Ricardo, y me peleo, imagináte: él, el adalid de los machistas, y yo allá soy la abanderada del feminismo. ¡Es una relación imposible la nuestra, no hago más que pelearme! Voy a los conciertos de él y trato de disuadir a las mujeres: “¿Qué hacen escuchando a este tipo que les baja línea?” Las mujeres lo aman, es inentendible, baja todo el tiempo línea a las mujeres y el público está lleno de mujeres.
–Y a las cantantes mujeres que encarnan los estereotipos de la latina también les va muy bien.
–Claro. Pero ellas hacen como que hablan de una rebeldía pero hasta ahí. México es un país alcohólico. Las mujeres, por lo general, chupan, es la manera que tienen de escaparse. Yo no les puedo seguir el tren, a la hora ya estoy que me caigo, y ellas siguen y siguen. Yo creo que ellas están lejos de tener una salida, México es el país más machista del mundo.
–¿Y cómo fue la recepción de Hambre en ese contexto?
–Muy bien, tengo mucho lugar. Y en los medios he tenido muy buenos lugares, muy buena recepción. Por eso me daba mucho miedo venir acá, porque fui siempre como desapercibida. Siempre fui de tener bajo perfil, de no estar en los lugares que supuestamente tenía que estar.
–Además, acá es muy difícil encontrar lugares para las mujeres que hacen rock, como pasaba con María Gabriela Epumer.
–Yo iba a tocar con ella, estaba muy en contacto con María Gabriela. Por eso yo siento una presencia de ella total, para mí no se murió, está ahí, dándome fuerza. Eramos una dupla, teníamos muchas chicas en común, somos como off rock and roll. Igual, a mí me asocian mucho con el rockporque toqué con Fito, pero ahora en México digo que hago world music. Es más cool... ¡y más dinero también! Voy apuntando más a esa veta, a tocar en festivales, no a los antros de rock quemados. A lo mejor, mi estética musical puede entrar por ahí, pero toda la verborragia no, quiero que entiendan lo que digan. Hay otros públicos, hay una necesidad, la gente pide otra cosa, lo mismo que me pasó acá, me doy cuenta de eso. En este show, las mujeres estaban enganchadísimas con las letras y con sus rollos, y los hombres se enganchan más con la cosa comercial: “¿cómo puede ser que hagas algo tan bueno y no estés en la tele?”.
–¿Te interesa la masividad?
–No, no. Me encantaría por una cosa íntima, por no sentirme tan rara. Siempre me sentí muy rara, pero creo que en el fondo las emociones son las mismas, hay algo del ser humano que nos une a todos. Si yo puedo lograr eso con mis canciones, a lo mejor sí puedo lograr llegar a mucha gente, pero no voy a ir a fabricar el éxito masivo.

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