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Viernes, 9 de noviembre de 2012

PANTALLA PLANA

Patria mía

Los métodos poco ortodoxos de Carrie Mathison, la agente de la CIA que interpreta Claire Danes en Homeland, la serie que destronó a Mad Men.

 Por Marina Yuszczuk

Cuando Baz Luhrmann la eligió para hacer de Julieta en su versión californiana de Shakespeare (en la que Romeo era nada menos que Leonardo DiCaprio, tan joven que todavía ni siquiera había naufragado en el Titanic), la cara fresca y la mandíbula temblorosa de Claire Danes apenas empezaban a hacerse conocidas después de prestarle los rasgos a Beth, la más inmaterial de las hermanas March, en la versión cinematográfica de Mujercitas. Pero por más que el comienzo de la carrera de Claire parecía destinarla a interpretar chicas llorosas que mueren demasiado jóvenes, siempre heroínas de la literatura, alguna fuerza potencial se habrá dejado adivinar en el cuerpo de esta chica flaquita que varios años después fue la elegida para protagonizar Terminator 3, nada menos que con Arnold Schwarzenegger (y eso que la primera heroína de la saga había sido la recia y musculosa Linda Hamilton). El personaje que interpreta desde el año pasado en Homeland, la serie que destronó a Mad Men después de cuatro años seguidos de ganar en la categoría más importante de los premios Emmy, está cortado por la misma tijera y se nutre del costado más enérgico de la actriz o, en realidad, es una síntesis de fuerza y debilidad bastante explosiva.

Porque en Homeland Claire es Carrie Mathison, una agente de la CIA bastante trastornada que sirvió varios años en Irak y que de vuelta en su país se dedica a continuar sus investigaciones con métodos poco ortodoxos, por no decir ilegales. Así, durante la primera temporada de la serie se la vio mayormente encerrada en su departamento y vigilando con varias cámaras instaladas por su cuenta al héroe de guerra Nicholas Brody, un sargento que vuelve a casa después de pasar ocho años en cautiverio también en Irak, bajo la sospecha algo paranoica de que él se vendió a Al Qaida. Las razones casi rabiosas de Carrie Mathison tenían que ver más con una corazonada que con argumentos fuertes, pero una convicción que por momentos sonaba a capricho, hizo que agotara todos los medios para probar su verdad. Y tenía razón, porque el personaje es de la estirpe de Dr. House, una variante femenina de esos Sherlock intensos, torturados y solitarios con tendencia a pasarse de copas o pastillas y a desobedecer órdenes.

El hecho de que Homeland –que quiere decir nada menos que “patria”– instale las prácticas terroristas en el corazón mismo del nacionalismo y el orgullo americanos, ese cuerpo de marines que en la serie aparece corrompido y hasta solidarizado con el enemigo, no parece haber sido un obstáculo para el éxito. De hecho, las razones del Sargento Brody para convertirse tienen que ver con un atentado nunca reconocido por el gobierno de Estados Unidos en el que murieron más de 80 niños árabes, y la primera temporada lo mostró incluso convertido al islamismo antes de postularse para un cargo en el Congreso. Lo que sí es evidente es el atractivo de una figura femenina fuerte como protagonista, que permitió de paso incluir una historia de amor –imposible, claro, y por lo tanto mil veces romántica– entre Carrie y Brody, como para agregar una faceta más compleja a la personalidad y el perfil de justiciera de la chica. Porque no solamente Carrie se enamoró de un asesino en potencia, sino que el affaire intervino en el rumbo de su investigación y la dejó al borde del colapso nervioso, al punto de someterse voluntariamente a un tratamiento de electroshock con tal de olvidarse de todo, mientras parecía que Brody iba a salirse con la suya. Por suerte la agente Mathison es de esas que se doblan pero no se rompen y en la segunda temporada, escapándole al estereotipo de la mujer sobrepasada por su costado pasional, vuelve para seguir haciendo lo que más le importa, su trabajo. Y no sólo eso: en el capítulo cuatro se dio el lujo de hacer su declaración amorosa frente a Brody mientras a él, que trató de volver a seducirla para mantenerla a raya, se lo llevaban preso y con cara de “No te puedo creer”, como si una chica recia fuera un bicho mil veces más raro que un marine musulmán que atenta contra el vicepresidente.

Homeland se emite los domingos a las 22 por FX.

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