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Viernes, 7 de noviembre de 2003

MúSICA

Durazno sangrante

La llaman feminista radical, pornógrafa, comehombres y comemujeres. Es guaranga, provocadora y prefiere caminar por el lado salvaje aunque las estrellas de la industria –Britney Spears, Christina Aguilera– la quieren en sus escenarios. Sepa quién es esta chica antes de correr a buscar sus entradas: mañana sábado toca en Buenos Aires, en el sótano de Unione e Benevolenza

Por Mariana Enriquez
Los duraznos son frutas un poco chanchas. La aparente elegancia de la piel suave esconde un cuerpo carnoso que se desarma fácil, enchastra, chorrea, es dulce y ácido y obliga a chuparse los dedos. En el centro, el durazno se termina con un corazón duro y rojo. Por eso, pensándolo bien, no es tan raro que Peaches, la última hembra mimada del rock y el pop, haya elegido los duraznos como seudónimo.
Peaches es canadiense y judía, reside en Berlín y tiene treinta y cinco años. Su música, minimalista y sensual, es en esencia electrónica, pero toma elementos del punk, el protopunk de los Stooges, el garage y algo del hip hop, sobre todo en las rimas. Se las arregla sola, con una Groovebox Roland MC-505, su “MC5” –en homenaje a los rockers míticos de Detroit– para tirar sus beats primitivos, y está causando un auténtico revuelo. La llaman feminista radical, pornógrafa, reina del electro-rock, comehombres y comemujeres. En vivo se masturba, escupe sangre, se desnuda: toma la posta de performers como Pat Califia o Annie Sprinkle, de rockers andróginas como Patti Smith o Joan Jett, de mujeres punks contemporáneas como las Tribe 8, Le Tigre o la feroz Texas Terry. Pero hay algo en ella que la ha hecho trascender más allá del circuito alternativo para ubicarla entre las compositoras-productoras más solicitadas por el mainstream. Britney la quiere, Christina Aguilera la venera, abrió para Björk, se va de gira con Marilyn Manson.
¿Qué es lo que tiene esta mujerona bocasucia? En primer lugar, un disco debut muy recomendable, Teaches of Peaches, y un segundo disco recién editado –no en Argentina, desafortunadamente– casi perfecto. Fatherfucker la encuentra en la tapa con una barba de licántropo, en una expresión de androginia que está lejos de pertenecer a la estética chico-chica asexuada, y se acerca mucho más a la animalidad. La primera canción, “I don’t give a...” samplea a Joan Jett; mientras la rocker legendaria canta que no le importa su reputación, Peaches grita que a ella le importa una mierda, un carajo. Después, sobre un beat urgente que recuerda a Prince, dice “No tengo por qué elegir/ Me gustan las chicas y me gustan los chicos”. En “Kick it” la acompaña Iggy Pop: se admiran mutuamente. Es un dúo rockero bien descarnado, donde se seducen desde lo explícito; Peaches le explica: “A alguna gente no le gusta mi concha porque tiene un vello demasiado tupido. “Shake yer dix” es un canto a la igualdad: sobre un ritmo que recuerda el golpeteo de una pelota de básquet y rimas de rap, Peaches insta a los varones a sacudir sus pijas, y a los chicas a sacudir sus tetas –en inglés, esto funciona como “shake your dicks, shake your tits–. Y después se tira de cabeza al rock’n’roll protopunk en un tema que se llama, para evitar rodeos, “Rock’n’roll” junto a Feedom. “Back it up, boys” es otro tema escándalo: les pide a los chicos que se dejen hacer el culo porque “¿acaso no saben que se supone que para ustedes se siente mejor?”. El título, Fatherfucker, entra también en la lógica de equiparar: ¿por qué no usar el insulto en masculino, después de todo?
Peaches se llama Merrill Nisker, y fue maestra de niños. A principios de los ‘90, daba un programa de introducción al arte para chicos de tres a seis años en colegios privados. Hoy, todo el mundo quiere saber más sobre su vida, y no se conforman con su pasado de pedagoga. Quieren saber si fue prostituta, si es lesbiana, si está embarcada en una militancia de incorrección política. Ella responde que es sencillamente una mujer que hace música desde hace más de quince años, en grupos folk, indie, punk, hasta que encontró el sonido que la identificaba en Berlín, y que puede definirse, aproximadamente, como electro-rock. Está cerca de lo surreal que este fin de semana Peaches toque en Argentina, porque esta visita la encuentra en el momento justo: su plenitud creativa, no tan famosa como para que haya que verla en un teatro repleto, no tan desconocida como para que no sea posible averiguar qué es lo que hace. De hecho, se puedenencontrar dos temas de Peaches en Skull Ring, el último disco de Iggy Pop, que sí se consigue en edición nacional.
Peaches sueña con un mundo de “herms”. No es un diminutivo de hermafrodita, sino un término tomado de J. D. Sampson de Le Tigre, que se refiere a chicas transgénero que buscan el “cuarto sexo”. Explica: “Es el ideal, donde todo es normal. ¿Tenés pija y tenés tetas? ¡Adelante! No quiero caer en las trampas feministas radicales, que abogan por el separatismo y el rechazo de un género. Como mujer bisexual, amo a los hombres y a las mujeres y a sus diferencias, amo las pijas y los clítoris”. En escena, su show es tan intenso que muchos lo califican de masculino. “Es tan ridículo. ¿Acaso no aprendimos nada de Patti Smith y Joan Jett? Patti se meaba en el escenario, por Dios. Sigue siendo un tema, el de las mujer en el rock, es insoportable. No intento ser un varón en el escenario porque despliegue energía. Trato de brindar un 200 por ciento.”
Su lenguaje explícito le ganó, entre otras cosas, que un video para la canción “Set Off” –donde le crecen pelos por todos lados– fuera rechazado por la TV de EE.UU.; Fatherfucker tampoco se consigue en los grandes almacenes de Estados Unidos. Una locura, porque las nuevas divas que venden discos allí como pan caliente se mueren por trabajar con ella. A Peaches la agota el doble discurso. “Si uno ve el video de Britney Spears ‘I’m a slave for U’, esa pendeja está en medio de una orgía, o peor, de una violación colectiva. Pero no canta sobre eso. Lo mismo Jennifer Lopez: siempre está mojada, se le ven los pezones y el culo, pero es sólo sensacionalismo manipulador. Si vas a dar esa imagen, tenés que tener letras que acompañen el concepto. Yo soy directa en mis letras: por alguna razón, está bien mostrarlo, pero no decirlo. Eso es lo opuesto a la música.”
Britney le pidió que compusiera una canción para ella, pero Peaches se negó por el momento, porque cree que los productores de la joven diva lavarán todo su contenido. Mejor suerte tuvo Björk: “Britney me contactó a través de su agente, me pareció algo muy preparado. Björk me llamó en persona, y abrí para ella en algunos shows. Fue raro, porque parte de su público me insultaba, todos querían ver a la dulce princesa. Pero ella tiene pelotas”. Con Iggy Pop, las cosas fueron también sencillas; ella lo invitó a un show, él fue, y ahora colaboran habitualmente. Ya hizo una canción para Pink, otra fan: “Escribí un rap, y quedó fantástico. Ella no tiene miedo de ser sexy y cruda, no es una marioneta como piensa mucha gente”. Madonna dijo que está loca por Peaches. En los bares y sótanos de EE.UU. y Europa, las drag-queens hacen karaoke con los discos de Peaches, a veces enteros. Acaba de terminar una película con John Malcovich, The Hideous Man. Para muchos, sin embargo, Peaches es un anacronismo, ¿acaso David Bowie no escandalizó al mundo hace treinta años con su alter ego bisexual Ziggy Stardust? Pero la canadiense tiene pasta de estrella, un carisma inexplicable y un gran talento como compositora. Además, carece de omnipotencia y arrogancia: todavía no se recuperó del shock que le causó la primera llamada de su héroe, Iggy Pop, ni cree que su música y su estilo sean una verdad revelada: “Creo que hay que encontrar lo que uno es, y defenderlo. No tengo la belleza que chicas como Britney fueron criadas para tener. Soy una mujer de treinta y cinco años. Hay que hacerse cargo, y no creo que todo el mundo deba ser explícito como yo. Soy una cazadora y lo disfruto, pero no todo el mundo lo es. Y está muy bien”.

Sábado 8 a las 21
en Unione e Benevolenza, Perón 1372. Entradas: 25$, en Lee Chi (Santa Fe 1670), Compakta (Cerviño 3556)
o por Ticketek (5327 7200)

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