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Jueves, 30 de abril de 2015

ESCENAS

La complejidad del asco

Un hombre fuerza a una mujer a pasar 48 horas con él como si fueran una pareja. Lo hace a punta de navaja y atándola con una soga. Las estrategias que ella plantea para sobrevivir se despliegan en una larga negociación con el agresor que forman parte de la trama de Ya vas a ver, la obra de Susana Torres Molina que pone el dedo en la cultura de la violación para desnaturalizar que el consentimiento sea deseo.

 Por Flor Monfort

Un hombre y una mujer en un espacio reducido y oscuro. Ella llega arrastrada por él, encapuchada, con la respiración entrecortada y temblando con todo el cuerpo. El la amenaza con una navaja, le ata una pierna con una soga y pone en evidencia la diferencia de fuerzas: por más que ella grite, patalee, arañe o tire patadas, él es más poderoso. Pero empiezan a hablar, él quiere saber si ella lo conoce, si alguna vez, de todas las que se vieron, ella, tan altiva e indiferente, lo registró. Si en su cerebro no quedó grabada, aunque sea de manera inconsciente, la silueta de su rostro, el color de sus ojos. Pero ella no miente, no sabe quién es él, no lo conoce, y no sabe cómo es que él sabe tanto de ella. A partir de ese intercambio de datos básicos, la incomodidad del lugar, su tenue luz, las ratas que se deslizan por el piso, empieza una conversación que durará una hora, donde él, sin penetrarla, la viola, la obliga a sacarse la ropa, a mover la lengua como si estuviera chupándolo, la graba y la humilla, una y otra vez, con la violencia de quien viene juntando bronca hace mucho tiempo. Una charla donde él intenta amedrentar y ella, resistiendo, quiere sobrevivir, salir lo menos lastimada posible. En esa trama se desenvuelve el conflicto de Ya vas a ver, la obra que la dramaturga y directora teatral Susana Torres Molina escribió de un tirón en 2014, con la esperanza de presentarla en un concurso y que finalmente terminó llevando a escena en un momento en que el tema de la violación está en el ojo de la tormenta. “Quería tocar un tema relacionado con la violación pero no sabía muy bien hacia dónde iba. Quería que él la eligiera a conciencia y no de casualidad, que hubiera una historia previa de humillación de por medio, que él se hubiera sentido herido en su narcisismo viril e intentara tomar venganza. Cuando la terminé me pareció que estaba bien llevarla a escena. Yo siempre digo que no vuelvo a dirigir teatro, pero me tentó que fueran dos personajes y el tema de la violación siempre me interesó.”

El libro de Inés Hercovich (El enigma sexual de la violación) fue muy importante para entrar en la mente del violador, entender su lógica y desentrañar algo de ese vínculo que nunca es víctima-victimario sino que es más complejo, más rico. Hercovich recopila testimonios de mujeres violadas que revelan sus estrategias para salir ilesas: mover la boca, abrazar al tipo, quedarse quietas, hablar, no llorar. La protagonista de Ya vas a ver pasa por todos los estados, de la resistencia al pacto, del terror a la calma. Las estructuras elementales de la violencia de Rita Segato impactaron en Torres Molina para entrar en la mente de un hombre que no se considera a sí mismo un violador, sino que justifica su accionar y le encuentra un sentido para darse fuerza para seguir adelante.

La herramienta de ella para defenderse es la palabra. Para ella, ya está consumando el hecho, ya fue violada. Por eso, por momentos pareciera que ella usa esa herramienta para lastimarlo...

–Hablar de violadores y de víctimas en términos universales es imposible, pero que hay violadores en todos los ámbitos, eso está probado, hombres que no se consideran a sí mismos violadores. La diversidad que puede haber en quien viola y quien es violada es enorme, pero en este caso a mí me parecía muy verosímil que ella al principio dijera la verdad, que era que no lo conocía. A medida que se desarrolla la trama ella empieza a darse cuenta de que él la conoce, que trabajan en el mismo lugar, y además cuando él le ordena “vestite”, “maquillate”, “caminá como siempre”, ella empieza a adquirir un poder porque se da cuenta de que este hombre tiene algo con ella, una obsesión de larga data, y empieza a usar ese poder para salir de ese lugar aislado, donde si pasara algo nadie se enteraría, y por eso empieza a consentir y a ceder un poco para ganar. Por eso ella le dice que conoce un hotel en la General Paz, y además ella se empieza a dar cuenta de que siguiéndole la corriente él no se altera y la cosa puede tener un final menos cruento. En un momento se cansa y le dice “hacé lo que quieras” y él se vuelve loco, después le tira la bota, después se trata de escapar, y nada de eso resulta, entonces esta parece ser la mejor estrategia, la de la negociación.

En la obra flota la premisa: la violación es un acto disciplinario de las mujeres que se salen de su lugar o que producen un malestar en la hombría, que en definitiva termina siendo cualquiera porque son todas...

–Pero no es lo mismo con alguien con quien tenés un vínculo amoroso que un desconocido. Acá este hombre se ha hecho una novela y solamente ha recibido invisibilidad, rechazo y desprecio, porque cuando él la va a ayudar alguna vez en el pasado ella agarra la cartera como si él fuera a robarle y lo echa con la mano. El es echado del trabajo y arma esta situación con la secreta esperanza de que ella lo acepte, que ella se enamore. Una cuando empieza a escribir no tiene claras todas las capas de sentido que se abren y después descubre que el universo de la mente del personaje va más allá, vuela mucho más alto.

El sabe que ella no se va a enamorar de él...

–Pero hace todo lo posible para que sí. El va cambiando su estrategia, y cuando ve que ella se debilita le pide que se maquille, que se reponga, y le dice “a mí me gusta la otra, la otra es la que me hace explotar”, es justamente la que no le da bola la que a él le gusta y esa parece ser la trampa eterna de la atracción entre varones y mujeres. Me gusta aquello que me hace sufrir, y para que no me haga sufrir tanto, intento dominarlo. El le regala un anillo, la empieza a “tratar bien”, dentro de su lógica no le gusta forzarla, por eso le desagrada tanto el “hacé lo que quieras”. Yo no quería que fuera un psicópata al que no le importa nada el sufrimiento ajeno, para mí es importante resaltar el hombre común que se vuelve violador. No es un violador serial, de hecho él dice “éste es mi debut”. Lo que intenté es que el asco tuviera mucha complejidad y que por momentos fuera un tipo normal, conocido, reconocido. Hay personas que fueron a ver la obra pensando que iban a ver una violación sexual y al no verla se desilusionaron. “Ah, no es tan violento él, hasta es agradable” me han dicho, y yo no lo puedo creer. Hay gente que se va decepcionada.

Si este caso saltara a los medios, dirían que ella tuvo relaciones consentidas, incluso se diría abiertamente, sin insinuaciones, que ella lo provocó...

–Por supuesto, y esa es la idea. Además ella le ofrece pagar el hotel, con lo cual nadie consentiría que es una violación. Pero ella fue secuestrada, la encapucharon, la llevaron a un lugar, la amenazan con un arma... Está todo plagado de violencia, pero hay gente que no lo ve y me dice “yo esperaba algo mucho mas violento”. No sé qué esperaban, que la mate en escena tal vez.

Se vuelven a definir los contornos de lo que es una violación en una semana en que este tema está en las tapas de los diarios, con una mujer violada en un taxi que pareciera ser culpable de la violación.

–Claro, porque se dice “con una mina así, ¿qué querés?”. Ese es el disciplinamiento. El protagonista de Ya vas a ver la podría violar, pero decide no violarla, esperar, dilatar la charla y la viola de otras formas.

Y lxs espectadores pensamos que ella puede zafar...

–Pero no zafa. Van a un hotel y él se la lleva a la fuerza. A mí me sorprende que la gente piense que la obra no es tan violenta. Está tan naturalizada la violación, las grandes y pequeñas, son permanentes en este sistema jerárquico patriarcal, que ya dejamos de verlas. Es muy interesante, es como un test proyectivo la obra. Alguien dijo “pero esa navaja ni siquiera se la pone en el cuello” y él la tiene amenazada todo el tiempo. El objetivo de ella es salir de ese lugar, de ese aislamiento, entonces le pide que se vayan al hotel de una vez.

Entre ellos hay también una diferencia de clase que él expone con desprecio, algo así como “yo no puedo ganar la guita de un tipo que te puede levantar, pero te puedo hacer esto”. Me parece que eso también talla en las relaciones de poder entre hombres y mujeres y que en la obra está manifestado de esta manera.

–Sí, de hecho en un momento él le dice “¿de qué otra forma yo puedo transar con vos?”. Hay una descalificación de él hacia ella que viene de mucho antes, del mundo del trabajo hacia él. Hay una cuota muy grande de resentimiento del varón, que no es menor.

El dice algo así como “todas las mujeres deberían estar armadas porque, si se cruzan con un tipo que tiene la sangre en el ojo, están fritas. Y como yo hay muchos”. La gente piensa que los violadores son tipos especiales de psicópatas que nunca se van a cruzar, pero esto no es así.

–La violación es parte constitutiva de estas asimetrías que tienen que ver con el patriarcado. Por algo en una guerra o en el terrorismo de Estado se viola a las mujeres. Si se puede matar se puede violar. Yo he visto imágenes de soldados yanquis violando a mujeres afganas. Ahora, no en la Segunda Guerra. Ahora también pasa. Y mujeres de todas las edades. Y no son todos psicópatas: el cuerpo de la mujer se presenta como territorio enemigo, y por eso puede ser invadido, es pasible de ser atacado. Eso es constitutivo del patriarcado.

Y pareciera estar muy lejos de modificarse...

–Sí, estamos en problemas. Me acuerdo de que hace muchos años, en el ciclo Compromiso, escribí un unitario que se llamaba La violación, y esta ocurría después de un asado, entre amigos, gente de clase media que se conoce de años. El la lleva a la casa, desvía el camino y la termina violando en el auto, y él le dice “no lo cuentes porque no te van a creer”. Cuando ella decide contarlo, el novio se pone furioso y la acusa de irse en el auto con él, la deja, la familia no le cree y aun así ella denuncia y finalmente lo apresan. En la escena final, donde ella se queda sola por seguir adelante con esta denuncia, ella descubre que está embarazada. Es decir que la violación no termina ahí, tiene consecuencias y son devastadoras. Yo quería que sea un amigo de la familia, que sea una noche donde tomaron un poco, como para que él tenga ese argumento para acusarla de haberlo provocado, a la vista de todos, pidiéndole que la lleve a la casa... y finalmente dando por sentado que ese tipo y esa familia no consideran que lo que pasó sea una violación. “Ella se resistió pero quería”, esto de negar cediendo, ceder negando... Me gusta trabajar en ese borde ambiguo, perturbador. ¿Quién no ha tenido experiencias de decirle a alguien NO y que se violente? Cualquiera se puede transformar en un violador y cualquiera puede ser violada. La autonomía de la mujer es algo que enloquece a muchos hombres, por eso los femicidios se han acrecentado. Cuanto más poder tienen las mujeres sobre sus vidas menos toleran situaciones de maltrato. Esta pérdida de control y dominio vuelve loco a los varones, y por eso matan, golpean, violan. Los varones están educados para tener el control, de lo que los rodea y de ellos mismos. De todas formas, yo creo que las cosas están cambiando y se habla más del tema, se visibiliza, se debate y hay otra escucha. Aunque sea por ser políticamente correctos la gente se cuida de decir ciertas cosas. Y las leyes avanzan más que lo que avanzan las costumbres sociales, porque tenemos matrimonio igualitario pero dos chicas se besan en Kentucky y las echan. Ojalá este debate llegue tan lejos como podamos llevarlo y el público salga angustiado y no pidiendo, como en la vida real se les pide a las víctimas, más sangre.

Funciones: domingos 19 horas en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA. Entradas: elcamarindelasmusas.com

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