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Viernes, 3 de julio de 2015

MONDO FISHION

Más allá del género

 Por Victoria Lescano

Desde Florencia

El campo de juego para lxs seguidores de la moda está representado por Pitti Uomo, la feria más revolucionaria en estilos masculinos. Conos multicolores y grúa cruza con robot dj que en sintonía con la consigna Pitti Color emanaba humaredas pictóricas con los colores de esa particular plantación y los recitaba en diversos idiomas (orange, naranja, laranja); los célebres paseantes del Club Pitti People pavoneaban sus extravagancias ante los paparazzi de la prensa y el Instagram. En el contexto de las mil doscientas firmas de moda que entre el 15 y el 19 de junio se esparcieron en Florencia y en la Fortezza da Basso, la novedad fue la incorporación de un apartado estético llamado Open, que predicó una estética calificada after gender y que lejos de la idea del unisex proclama el uso y la creación de ropas y de accesorios que puedan ser usados tanto por el hombre como por la mujer porque, según proclamaron sus creadores, “la estética importa más que el género”. Entre ellos destacó la firma italiana Edith Marcel, que propuso trajes de pantalones cortos y largos, chaquetas en tonos azulinos y violáceos, las camisas con moños y las remeras con estampas de labios pintados, pero despojados de otros rasgos. Todo fue modelado tanto por un modelo hombre como por una mujer en la campaña de la firma.

La galería de extravagancias con cruces de moda, arte e historia implícitas en el calendario de la edición 88 de Pitti Uomo admitió también un partido de fútbol histórico –calcio fiorentino–, originario del siglo XVI, donde los 26 jugadores de cada equipo se pasearon con trajes de antaño y estandartes en la plaza de la iglesia Santa Croce, acerca de la cual en 1817 Stendhal escribió: “Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”. Ahora el espacio devino potrero para una pasarela de atuendos variopintos que portaron los 25 jugadores de cada equipo mientras se batían a duelo con gags afines a Titanes en el Ring.

Desde un desfile celebrado en la Estación Leopolda, el joven diseñador Arthur Arbesser, nacido en Austria y formado en el St Martin’s, se sumó al after gender desde las idénticas pelucas que adornaron las cabezas de sus delgados y jóvenes modelos femeninos y masculinos. Además de homenajear a la firma de cerámica Bitossi, el diseñador radicado en Milano y con formación en la firma Armani, propuso un revival del estudio Memphis, las premisas coloridas y ricas en geometrías dictaminadas en 1980 por Ettore Sottsass (y que representan un nuevo tema de estudio y referencia antidiseño entre lxs artistas y los diseñadores). Ese gesto se apreció tanto en una puesta de objetos como en las estampas para las prendas, en los pantalones negros que admitían geometrías naranja y amarillo, los buzos contrapuestos con pantalones holgados cuasi deportivos en blanco, accesorios y zapatos en color plata, medias de nylon color piel hasta la rodilla. El suyo fue uno de los desfiles más contundentes del ciclo, pese a su horario cercano a la hora del desayuno y la ausencia de celebridades.

Acto seguido, la pasarela Dogana cobijó tanto el desfile de Casamadre, diseño hecho en Italia por jóvenes diseñadores, como un colectivo de diseñadores africanos apodado “Constelación Africa”. Allí, entre rescates de estampas tribales y reformulaciones de saharianas se vio la propuesta de Adebayo OkeLawal, el diseñador de Nigeria que indaga tanto en las tradiciones como en el streetwear; de túnicas transparentes a ponchos, mantos y bermudas con estampas étnicas digitalizadas, sus modelos llevaban sombreros de paja de estilo capelina, deliberadamente camp, canastos antiguos provistos de flores, zapatos de cuero marrón en punta y sin talón. La primera fila dio cátedra de estilos africanos con las mujeres asistentes, que iban vestidas con haiks.

Del lado de las innovaciones sartoriales y de otras opciones a la pasarela, cautivó la puesta simulacro de vidriera y el archivo de moldes de la firma inglesa Kilgour, cuyos trajes a medida antaño fueron usados tanto por Cary Grant y Fred Astaire y en la actualidad los veneran el mismísimo Karl Lagerfeld, Jude Law y el diseñador gráfico Peter Saville. Su director creativo, el italiano Carlo Brandelli, dispuso la instalación habitada por un varón en una caja iluminada en colores, en la entrada del palacio Medici Riccardi. Los asistentes brindaron con Aperol Spritz.

Del lado de la reciente incorporación de ropajes femeninos en el calendario y de invitadxs especiales, estuvo el canadiense Thomas Tait, último nuevo nombre de la escena internacional desde que en 2014 fue ganador del codiciado premio LMVH. Quienes indagamos en imágenes de sus recientes colecciones, tanto las piezas dark de su colección que predicó cruces entre la ciencia ficción y el western spaghetti, y siluetas de verano ricas en simetrías, plisados e intrincados patchworks, encontramos en cambio una instalación tan provocadora como breve: puertas adentro de un salón de los jardines de Boboli del Palacio Pitti, entre paneles de espejos y neones que contrastaban con el cemento añejo, en distintos exhibidores y cual apartados de una tienda conceptual, se mostraron tan sólo ocho prendas, entre ellas una chaqueta de cuero rojo, otra de cuero blanco, botas de inspiración surrealista con estampa animal, aros 3D y dos carteras, remeras que reflejan la avidez por nuevas tecnologías. El espacio fue perfumado para la ocasión. La figura de junco de Tait se paseaba entre los jardines abrigada con un overall blanco, mientras los asistentes bailaban al ritmo de hits de Talking Heads.

Otra escena remite a los barrocos saloncitos de mármol y terracota con vista al Arno del Palacio Corsini, que oficiaron de salones de reunión para lxs invitadxs al desfile de la firma Moschino, célebre por sus ironías sobre el sistema de la moda fechadas en 1980 –de parodias de la chaqueta Chanel a estampas de huevos fritos– y que regresó a la escena de Italia luego de muchos años de presentarse en Londres. Porque Angelo Moschino, el fundador de la marca, escandalizó a la burguesía italiana. Tras su muerte, ocurrida en 1994, la marca había perdido sus fulgores, pero todo cambió con el reciente fichaje de Jeremy Scott como director creativo. Luego de sus colecciones tan paródicas como celebratorias del estilo, fetiches del fast food y de Barbie, las premisas de su colección para el verano 2016 resultaron confusas. Por un lado, sobre la pasarela iluminada cual pista de discoteca presentó un homenaje a los corredores de fórmula uno (trajes para hombre y mujer en tonos azulinos, para continuar con barroquismos, de toile de jouy que admitían trazos de stencils tomados de algún comic, cruza con damascos para dar forma a vestidos cortos con cola, leggings y corsés con pedigrí de discotecas, levitas en brocatos ricas en frous. El gesto risqué y gracioso irrumpió en las transparencias masculinas (monos de estampas bordadas sobre transparencias, bóxer entallado con cinto de un frac) junto con sus pelucas a lo María Antonieta y sus lunares pintados en el rostro, los modelos llevaban coronas de utilería. Desde la primera fila, la cantante Katy Perry, devenida nueva modelo de las campañas, aplaudía vestida con total look Moschino, que culminaba en una cartera con apariencia de zapato. Scott no vaciló en ponerse una corona para saludar al pueblo de la moda dispuesta en los jardines del palacio.

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ARTHUR ARBESSER
 
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