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Viernes, 31 de enero de 2003

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OBSCENO

La palabra “obsceno” viene del latín obscenus, que significa siniestro, indecente, funesto.

Por Diana Maffía *

Esta semana nos sacudió la nota de tapa de Página/12, escrita por Marta Dillon, sobre Arminda Martínez, la mujer mendocina que perdió a su séptimo hijo por desnutrición. Mientras tuvo una salita de salud a cuatro kilómetros, caminó hasta allí para obtener la escasa leche maternizada que el pediatra le había indicado. Es que el bebé nació prematuro a causa de una de las tantas palizas de su compañero.
La leche no alcanzaba –le escuché después decir en un noticiero de TV— porque la repartía entre el bebé y su hija de dos años, que no podía caminar por la descalcificación. Luego cerraron la salita, y el nuevo centro de salud quedaba demasiado lejos: a veinticinco kilómetros. Por eso permaneció presa siete meses, nada más. Los padres de los chicos, no. Ni el padre de sus primeros seis hijos, que la abandonó llevándose lo poco que tenían, ni el padre del último bebé, cuya paliza aceleró el parto. La Justicia consideró que ella era la responsable del abandono, y la castigó por eso.
Cuando salió de la cárcel todavía faltaba lo peor: le habían quitado la tenencia de sus otros seis hijos y se la habían dado a su hermano. Él no la deja verlos, ni quiere devolver la tenencia, porque el Estado le dio un subsidio que constituye su principal ingreso económico. Es lógico que si va a cumplir una tarea de cuidado de seis niños pequeños y no tiene medios para hacerlo, el Estado lo auxilie. Después de todo los niños son un bien social, y para eso están las políticas públicas. Las feministas siempre lo hemos dicho.
Mendoza no es una provincia cualquiera. Sus diseños de planes de salud, sus programas de género, son ejemplares. Tiene un Instituto de Políticas Publicas para la Equidad del Hombre y la Mujer . El Instituto depende de la Subsecretaría de Desarrollo Social, del Ministerio de Desarrollo Social y Salud. Además Mendoza está incluida hace años en el Plan Federal de la Mujer, un programa del Consejo Nacional de la Mujer. Las feministas reclamamos eso desde Beijing en 1995: áreas específicas del Ejecutivo para la aplicación de políticas públicas con perspectiva de género. El Plan Federal está financiado a medias por el BID y el gobierno nacional. Las feministas somos muy explícitas en este punto: queremos la asignación de recursos económicos que aseguren la implementación de los planes.
En su origen, el Plan Federal tenía asignados 15 millones de dólares, pero el 27 de junio de 2001 (digo la fecha por si a alguien le importa) fue reducido en un 33 por ciento, probablemente por las dificultades del Ejecutivo para invertir la contraparte obligatoria. Desde entonces el Plan cuenta solamente con 10 millones de dólares para su ejecución. De todos modos, en su implementación Mendoza recibió capacitación y fortalecimiento técnico en políticas públicas de género, algo por lo que las feministas hemos reclamado sostenidamente.
María Moliner define “obsceno” como “Aplicado especialmente a las acciones y palabras (...) y poco a las personas, se dice de lo que presenta o sugiere maliciosa y groseramente cosas relacionadas con el sexo”.
Desde mediados de los 90, los reclamos de las mujeres encuentran eco creciente en los organismos internacionales. En Argentina hemosincorporado tratados de derechos humanos fundamentales para asegurar la ciudadanía de las mujeres, y tenemos una ley de cupo que nos asegura defensoras de nuestros intereses en los cargos de representación. Además tenemos a una argentina en la dirección de la Organización Panamericana de la Salud, que se ha manifestado públicamente a favor de erradicar la violencia doméstica, la desnutrición, y fortalecer el acceso a la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Eso también hemos reclamado las feministas: mujeres en lugares de liderazgo y decisión.
Pero todos esos reclamos, recordemos, eran para mejorar la vida de las mujeres. Para sacudir el sometimiento naturalizado de su sexo, para iluminar su presencia como ciudadanas y convencerlas del derecho a tener derechos. ¿Cómo es que con tantas conquistas no hemos llegado siquiera a rozar la vida de Arminda Martínez? Cuando estalló el espectáculo de la desnutrición en Tucumán, uno de los primeros niños que murió era el sexto hijo de María del Carmen, una adolescente de 19 años. Ella había tenido su primer hijo a los 13. ¿Cómo es que nunca antes ocupó el espacio de lo público, ese espacio “de aparición” al que se refería Hanna Arendt como propio de la política?
El pacto social que originó el Estado moderno dejó a demasiados sujetos fuera de la ciudadanía. Por empezar a todas las mujeres, pero no sólo a ellas. Sujetos y grupos que reclaman por la distribución justa de bienes pero también por su reconocimiento, su condición ética de personas. No se trata del privilegio liberal de hacer lo que queramos dentro de las reglas, sino de discutir las reglas (hechas a la medida de lo que quieren unos pocos), barajar y dar de nuevo, otro pacto moral de reconocimiento del otro y de la otra, otro pacto social ahora sí inclusivo.
El inefable Copi, mordaz hasta la crueldad con su personaje de la Mujer Sentada, me regaló hace años una advertencia. Estaba la mujer sentada, como siempre, cuando una mosca se posa en su nariz. La mujer le ordena a la mosca que se vaya, pero la mosca dice que le gusta estar allí. La mujer afirma su derecho a echarla aunque esté a gusto, después de todo esa es su nariz. La mosca dice “qué lástima, yo venía a nombrarla ministra de las moscas...”. Sorprendida y halagada la mujer dice “¿Yo, ministra?”. Y rápidamente la mosca grita “¡Chicas, vengan a ver a la ministra!”. En el último cuadro una silueta negra, cubierta de moscas, muestra la orgullosa sonrisa de la Mujer Sentada.
Tengo horror del deslizamiento desde la sensibilidad y las reivindicaciones, desde la reafirmación de nuestros derechos, desde la desnaturalización de los lugares sociales, desde la lucha contra toda forma de opresión que lleva la marca del feminismo militante, hacia el ministerio de las moscas. Tengo horror de la falta de puente con la sociedad, de la trampa de transformarnos en femócratas en la mesa del poder, cuando lo que queremos es cambiar ese poder, que no es una cuestión de hormonas sino de ideología.
María Moliner también da algunos sinónimos de “obsceno”: “escabroso, hediondo, indecente, indecoroso, sórdido”.
A Arminda Martínez (y a nosotras con ella) el Estado le ha mostrado groseramente, siniestra, indecente, funestamente, su sexo escabroso, hediondo, indecoroso y sórdido. Su sexo maltratador, humillante, violento, injusto. Su sexo desaparecedor, ignorador, violador, silenciador. Ni masculino ni mucho menos femenino. Su sexo patriarcal, protector de poderes hegemónicos, que sólo reconoce sometedores y sometidos.

* Doctora en Filosofía. Docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires. Defensora Adjunta del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.

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