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Viernes, 7 de marzo de 2008

INUTILíSIMO

Charme para dar y regalar

Aunque ahora se las llama teenagers, la palabra que mejor define a las jovencitas es mostacilla, según nos lo recuerda la revista Rosalinda Nº 235, de mayo de 1951. Y la mostacilla, con todo derecho, querría tener mucho charme, pero a veces equivoca el camino para lograr este atributo que suena mejor en francés, se pronuncia sharm, y quiere decir encanto. “Tantas chicas quieren ser irresistiblemente simpáticas, distinguidas, saber hablar con el novio o las personas importantes, gozar del aprecio general”, reconoce Tina Lorena en la publicación citada. “¡Y tantas chicas se asombran de no tener más éxito a pesar de todos sus esfuerzos, de ser mal comprendidas precisamente por aquellas personas con quienes han hecho mayor gasto de charme!”

Bueno, hijas, la vida es dura pero no tanto, y la legítima aspiración de ser charmante de la mostacilla puede alcanzarse si se siguen las indicaciones de Rosalinda. Para empezar, “la conducta ha de ser total y permanente: nada de ser sólo encantadoras en ciertas ocasiones y con determinada gente; nuestras malas costumbres nos persiguen como duendes allá donde vamos, dejando traslucir expresiones de enojo, impaciencia, desprecio o duda”. Para saber en qué se está fallando, la mostacilla debe hacerse las siguientes preguntas y responder con la mano en el corazón:

¿Me desahogo de fastidios personales y ventilo mi complejo de inferioridad, tratando con majestuoso menosprecio a quienes se ven obligados a servirme, por ejemplo, la criada o el mozo de la confitería?

¿En las fiestas entro y salgo sin preocuparme de saludar y decir unas palabras de agradecimiento a los dueños de casa o a los organizadores del ágape?

¿Me jacto de ser la mar de franca y para mantener esa reputación digo cosas hirientes a quien se me ocurra?

¿Meto las narices en la correspondencia ajena y escucho las comunicaciones telefónicas de otros?

¿Me inmiscuyo en la vida privada de los sirvientes para demostrar que soy sencilla y comprensiva?

¿Interrumpo diálogos ajenos al parecer apasionantes para satisfacer mi curiosidad?

Seguro que ya adivinaron: si podemos responder negativamente a todas estas preguntas, es que somos campeonas nacionales del charme. Pero “si las contestaciones son dudosas, será bueno que apliquemos un poco de cirugía estética a nuestra conducta”. Es decir, cortemos por lo sano y aventemos lo antes posible todo aquello que empaña nuestro anhelado encanto.

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