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Viernes, 3 de agosto de 2007

TALK SHOW

Por siempre Carmen

 Por Moira Soto

El viajero recalcitrante, inspector de monumentos históricos y, entre otros oficios, novelista Prosper Merimée, seguramente sería menos conocido si Georges Bizet no hubiese compuesto mal la genial opera Carmen, sobre libreto de Henri Mélhiac y Ludovic Halévy, libremente inspirado en el relato del escritor francés. Incluso su famosísima protagonista, la gitana Carmen, no se habría convertido en símbolo de libertad sexual casi un siglo antes de los años ‘60 del XX. Porque es el personaje femenino de Bizet el que canta —en la celebérrima “Habanera”— que el amor es un pájaro rebelde que nunca ha conocido ley, y también el que elogia, junto a sus compañeros de aventuras, la vida errante, tener el universo por patria, por ley la propia voluntad y, lo más embriagador, ¡la libertad, la libertad!, en el “Himno” del segundo acto.

Gracias a Bizet, pues, a pesar de que cuenta la leyenda que se murió de pena (ya estaba muy enfermo cuando se produjo el estreno) por el fracaso inicial de Carmen, este personaje extendió su área de influencia más allá de los escenarios operísticos. Amén, por supuesto, de haber sido cantada por incontables sopranos y mezzos, entre las cuales se cuentan Ninon Valin, Rosa Ponselle, María Gay, Régine Crespin, Leontine Price, Victoria de los Angeles, Teresa Berganza, Maria Callas, Jessye Norman... Y de haber interesado a puestistas como Peter Brook, que la llevó a escena con Hélène Delavault. Aparte de las sucesivas adaptaciones al ballet (Roland Petit, etc.), en la pantalla Carmen dijo presente ya en el mudo, y aunque parezca un contrasentido fue interpretada por la tonadillera Raquel Meller en 1926, acompañada en vivo por la partitura de Ernesto Haffner. Pero antes encarnaron a la fogosa gitana divas como Theda Bara y Pola Negri, y el mismísimo Chaplin fue Don José, el miliquito enamorado de la aguerrida cigarrera en 1916.

Más adelante, Dorothy Dandridge (con la voz de Marilyn Horne) fue una Carmen Jones negra y contemporánea en 1954 y, cinco años más tarde, la rolliza Sara Montiel se hizo cargo de Carmen la de Ronda. Carlos Saura no se la iba a perder: en 1983 condujo una Carmen aflamencada con Laura del Sol, a quien se comía cruda Cristina Hoyos como antagonista. Y superando distintas y recientes versiones en DVD y video de la ópera, hay que mencionar la realización de Francesco Rosi (1984) con Julia Migenes—Johnson, una Carmen provocativa y sensual al extremo que arrasaba a Plácido Domingo.

Como La Traviata de Verdi, Carmen sigue siendo una de las óperas más representadas: de hecho, esta creación de Bizet abre el próximo 17 en el Argentino de La Plata, con régie de Daniel Suárez Marzal y dirección musical de Mario Perusso, protagonizada por Virginia Correa-Dupuy (los días 17, 19 y 26) y Alicia Cecotti (el 18), mientras que Gustavo López Manzitti será Don José. Las entradas valen entre 20 y 80 pesos (con 50% de descuento a estudiantes y jubilados) y hay un servicio de ómnibus que sale de la Casa de la Provincia de Buenos Aires, Callao 327, a 15 pesos ida y vuelta (informes: 0800-666-5151). Por otra parte, mañana, Nili Grieco (integrante del trío femenino celta Lagan) tocará en flauta traversa, junto con Juan Gallino en guitarra, entre una Danza de La vida breve y el Intermedio de Las bodas de Luis Alonso, la suite de la ópera Carmen. En la Asociación Cultural Pestalozzi, Freire 1882, a las 20, a $ 10.

Bastante traicionada para quienes tienen por genuina a la cigarrera de la ópera, Carmen también reaparece en estos días en el cable, en una versión del pretencioso Vicente Aranda (La pasión turca) que intenta seguir más de cerca la novela original que Mélhiac y Halévy en su libreto. Aunque desvirtúa el personaje convirtiendo a C en una prostituta nada selectiva, con lo cual aquello de “cuando quiero, como quiero y con quien quiero” no se cumple del todo. Siempre estetizante pero menos baboso que en otras oportunidades, Aranda no pierde oportunidad de mostrar en cueros de frente, de perfil y de atrás a la bonita Paz Vega, quien al menos le pone un poco de temperamento y de calentura a su chica, que habla a veces en vasco (como en la novela original) y se encapricha no se entiende bien por qué con el oficial de dragones José, un chupacirios gaznápiro al que Leonardo Sbaraglia no le concede una brizna de humanidad, de emoción, de pasión. Su presencia desangelada hace sentir su peso porque Aranda lo convierte en un personaje casi omnipresente que le cuenta a Merimée en persona su historia de amor y celos con Carmen, a quien, como en la ópera, termina acuchillando porque la mujer no cede a sus requerimientos. Pero en vez de la plaza de toros, el crimen del hombre posesivo que no acepta ser dejado tiene lugar en una suntuosa iglesia, donde —oh, sacrilegio— Carmen desnuda es besuqueada de los pies a la cabeza por el soldadito santurrón que perdió la cabeza y la carrera por ella. El problema es que a Sbaraglia se lo nota tan incómodo y poco expresivo en esta escena —como en otras pretendidamente eróticas, aunque muestre el culete— que la intención transgresora se va al tacho.

Carmen, mañana a las 16.20 y a la 0.15, y el miércoles 8 a la 1.15 por Movie City.

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