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Viernes, 7 de noviembre de 2003

TALK SHOW

Lágrimas sangrientas de Eros

 Por Moira Soto

Linda Fiorentino es una chica casi formal en cualquiera de sus films negros al lado de Béatrice Dalle en Trouble Every Day (Un oscuro deseo); Barbara Stanwick y Lana Turner, dos comehombres a dieta vegetariana por más pactos de sangre que firmen; y hasta la Anne Parillaud de Innocent Blood, tan embadurnada de sangre, una chica bienintencionada que quiere hacer el bien suprimiendo mafiosos a colmillazos. Y si hablamos propiamente de caníbales, Hannibal Lecter se vuelve un carnicero con ínfulas de gourmet, por no hablar del Colqhoum de Voraz, un consumidor de carne humana por sus virtudes medicinales... Mujeres fatales, vampiras/os, caníbales, psicópatas americanos y de otras nacionalidades empalidecen, decrecen, flaquean y pierden puntos frente a la Coré de Trouble..., descacharrantemente encarnada por la atrevida Dalle, bajo la conducción de Claire Denis, una directora que –como varias de sus colegas francesas– va muy lejos en esto de transgredir géneros fílmicos y desmontar estereotipos de género (femeninos y también masculinos). Trouble..., digámoslo ya para que ninguna adicta al fantástico se confunda, no es una de vampiros, con guiños terroríficos que generan ese miedo confortable y hasta exorcizante que se desvanece sin consecuencias al terminar la proyección. Nada de eso. Este estreno –que puede verse en la nueva sala Godard del Hotel Elevage, Maipú 960– supera largamente los límites de lo que habitualmente se considera tolerable, arrasa nuestras defensas, nos empuja hacia abismos de dolor, sangre, erotismo, muerte. Por lo tanto, exige espectadoras/es que se la banquen, que soporten la posible náusea, que aprecien su extremismo a ultranza para conjugar artísticamente el suplicio y el placer, la pequeña muerte y la muerte a secas. “La voluptuosidad en la angustia más profunda”, al decir de Georges Bataille (El Erotismo, Tusquets), un escritor y ensayista que seguramente habría estimado este film en el que se consuma el encuentro sexual al tiempo que se consume al partner ocasional.
Al atardecer, cuando las aguas del Sena enrojecen al reflejar la puesta de sol, Coré sale de cacería a la ruta. Quiere sexo y sangre, carnear a dentelladas y comer a sus víctimas en plena cópula, entre convulsiones deleitosas. Más tarde, un hombre, su marido Léo, la busca, la limpia tiernamente, entierra el cadáver desgarrado... Paralelamente, otra pareja viaja de Estados Unidos a París en luna de miel, ella dulce y cándida, él tratando de ocultar sus secretos tormentos a través de la mirada herida de Vincent Gallo. Hay razones para ese desconsuelo: él –Shane– robó al marido de Coré sus descubrimientos sobre el cerebro, violó compromisos al usarla a ella para experimentos en los que el mismo participó, en algún lugar de la selva de Guyana. Y ambos quedaron programados para el canibalismo sexual compulsivo. Léo, pues, protege a Coré de ella misma manteniéndola prisionera; Shane, a su esposa June de él mismo, por eso su matrimonio es todavía blanco y él recurre a la masturbación, aunque ya le ha echado el ojo (esos ojazos inmensos) a la nuca de la mucama del hotel...
Claire Denis, que pasó su infancia en Djibouti, Africa (paisaje de su film Bella tarea), se ha mostrado siempre interesada en asuntos relativos a la extranjería, el desarraigo, lo que ella llama “las relaciones interétnicas”. Y aquí, en Trouble Every Day hay un negro de Guyana, Léo, que se casa con Coré (la citada Dalle, actriz que en otra película de Denis, J’ai pas de sommeil, dejaba a un moreno al que ama porque él se quería volver a las Antillas) y la sigue cuidando aunque, desde luego, no puede hacer el amor con la devoradora. Por otro lado, viene al caso anotar que caníbal viene de caribe, indígena de las Antillas tenido porantropófago. Y si bien esto de comerse a los semejantes tiene larga tradición, incluso divina (Saturno se deglutía a sus hijos), luego del descubrimiento de América, el hallazgo de los naturales que se comían entre sí, vino de perlas para estigmatizar al salvaje, al diferente.
Quedan, pues, ustedes avisadas: Trouble Every Day es mucho más que una de terror. Disolvente, subversiva, de una belleza convulsiva, de un romanticismo demodé. Con apenas una sola ráfaga de humor, cuando Gallo imita a la criatura de Frankenstein entre las gárgolas de Notre-Dame para hacer reír a June. Una sonrisa fugaz porque la amenaza permanece y se acentúa y se cumple inexorablemente, atrozmente.

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