las12

Viernes, 5 de diciembre de 2003

TALK SHOW

Otra diosa vengado (O cuidado con las chicas, que vienen bravas)

 Por Moira Soto

Cuenta la leyenda que cuando las mujeres deciden vengarse, pueden ser mucho más tenaces y crueles que los varones. Quién sabe, todo depende del temperamento de las personas que optan por la revancha hasta sus últimas consecuencias. Lo que no se puede discutir es que la venganza fue el placer de muchas diosas, entre las cuales: Hera, que solía conducirse con cierto sadismo al tomárselas con las novias de su picaflor marido Zeus; Palas Atenea, que dejó ciego al voyeur Tiresias; Eris, la despechada que por no haber sido invitada a un ágape lanzó la desgraciada manzana de la discordia... ¿Y qué decir de Medea, la rencorosa maga enamorada que, movilizada por la traición de Jasón, primero le mató a la novia y después a los propios hijos de ambos (M Y J)?
Bueno, ahora tenemos en cartel a otra diosa vengadora, la larguirucha Uma Thurman que, más allá del modelo Bruce Lee y cierto cine de acción oriental, pone en evidencia en Kill Bill algo que se viene sosteniendo desde los ‘70: que las mujeres pueden quebrar el estereotipo de dulzura y pasividad si desarrollan su potencial físico, para lo cual resultan ideales algunas artes marciales (de origen japonés, chino, coreano) que, además de multiplicar la fuerza, confieren disciplina, concentración, coordinación, celeridad. E incluso acentúan un atributo que las mujeres poseen en mayor escala: la flexibilidad.
En esta especie de ensueño delirante vindicatorio, de sublimación exacerbada de los deseos de hacer justicia por mano propia (propios de cualquier mortal tirando a pasional), Cobra Negra (UT), con un pasado de asesina mercenaria experimentada, se reentrena en las citadas artes durante seis meses para llevar a cabo su desquite. Motivos le sobran: la novia Jeanne Moreau cuyo traje se había teñido de sangre en aquel film de Truffaut y entonces liquidaba uno a uno a los culpables de la muerte de su marido en el atrio de la iglesia, era una sobria, mesurada matadora al lado de esta rubia pateadora y rebanadora. Es que Cobra Negra puede alegar causales de más peso: en el día de su boda –con un buen hombre y deseos de vida nueva–, su jefe Bill y sus fieles secuaces mataron a todo el cortejo –novio, cura y organista incluidos– y golpearon y le dispararon a la novia embarazada, que perdió el bebé, quedó unos años en cama y -cuando comienza Kill Bill, Volumen I– despierta y pone manos a la obra vindicatoria. Como la protagonista de Angel de venganza (1981, de Abel Ferrara: una sordumuda violada que maquina y cumple minuciosamente una vendetta en los agresores, y en otros tipos que se le ponen delante mal), Cobra Negra avanza imparable. No hay nada que la detenga, salvo ciertos códigos de honor, algunos rasgos de humanidad. Y aunque en el arranque se alude al refrán –al que se le han atribuido diversos orígenes– “la venganza es un plato que se come frío”, la verdad es que nuestra vengadora mantiene caliente el recuerdo de la feroz masacre en la capilla.
Menos mal que a esta gran película la dirigió un tipo de culto como Tarantino, porque si la hubiese hecho una directora feminista, no quieran pensar lo que habría despotricado algún que otro comentarista local. Porque aquí, aun las peores villanas como O Ren (¡grande, Lucy Liu!) son más íntegras e interesantes que la mayoría de los personajes masculinos, algunos tan viles y miserables como el enfermero proxeneta y su cliente violador de chicas en estado de coma. Con sus duchas de sangre (¡nadie se acordó de Dario Argento!), sus cabezas y miembros seccionados, su ironía casi constante, Cobra se va cobrando sus deudas (llega el Volumen 2 en marzo) y desacredita para siempre a las trémulas damiselas a la espera del macho salvador. En cuanto a Tarantino, logra lo que Arthur C. Danto llama La transfiguración del lugar común (Paidós, Estética 2002) al efectuar con el cine de artes marciales y otros géneros populares una operación equivalente a la de Andy Warhol con las latas de sopa Campbell o las cajas de Brillo. Al decir de Danto: “Lo que las obras de arte siempre han hecho: exteriorizar una forma de ver el mundo, expresar el interior de un período cultural, ofrecerse como un espejo en el que atrapar la conciencia de los reyes”.

Compartir: 

Twitter

 
LAS12
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.